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Fuimos a tomar el mejor bocadillo del calamares del mundo. Lo cierto es que la cerveza estaba fría y después de dos horas pateando el rastro todo entra sin preguntar nada a las papilas gustativas. En dos minutos del bocadillo sólo quedaba unas servilleta grasienta que hasta Elena (la llamamos la princesa) lanzó con garbo castizo al suelo.
Yo me hubiera zampado otro bocadillo, pero la princesa me cortó los pies en seco. Elena es una de esas guapas que no es guapa y que atrincheran su sensualidad en una delgadez extrema. A veces da el pego. Sólo a veces.
Como se sentía responsable de que no continuara el festival de calamares asumió el peso de la conversación.

- ¿Quién demonios puede comprar eso?
- ¿Qué?
- ¿Qué quién puede querer comprar una muñeca sin un ojo, una plancha de carbón oxidada o un zapato izquierdo de lunares blancos?
- Lo cierto es que yo compré algo.
- ¿Qué?
- Que compré una cosa
- Ya me dijo Paulino que eres un raro. ¿y qué compró el POETA si puede saberse?
- Me compré esta postal.
- La catedral de Burgos muy bonita, por un momento pensé que te habían timado con el zapato de lunares. Ya sabes los POETAS sensibles y las tonadilleras siempre se han llevado la mar de bien.
- Lo que me interesa está del otro lado.
- ¿A qué encima está escrita? ¿Y cuanto has pagado por ese bodrio?
- Mejor no te escandalizo bonita ¿Quieres que te la lea?
- Si no queda más remedio.


25 de abril de 1908

Querida María:
Trabajo en una lavandería y gano dos cincuenta. La señora Amparo, la de la pensión es bien buena y por la mañana cuida de Ramirito. Por las tardes me estoy haciendo un vestido de flores rosas con un retal que compré casi regalado. Espero tenerlo terminado para el día del baile. Lo único malo de Burgos es que no estás tú. Te echo de menos.
Tu Marta


- ¿Y?
- Nada, cogí esta postal. La leí y la compré. No sé, pensé que María y Marta se merecían un homenaje aunque fuera póstumo. Encontré su amor tan indefenso entre el resto de postales. Tan perdido en el tiempo. No sé...
- A lo mejor sólo eres tú que estás como una cabra.
- Tal vez. Además el vendedor tenía algo
- ¿Cómo que tenía algo? ¿Tenía bigote? ¿un ojo de cristal?¿qué?
- No, tenía algo mágico.
- Algo tenía desde luego, porque muy normal no se es cuando se anda uno buscando la vida vendiendo postales usadas en el rastro.
- Me dijo que me regalaba cualquier otra postal, pero que esa que había elegido era cara.
- Seguro que eso se lo dice a todos.
- Sí, eso lo imaginé
- Claro un timo como el de la estampita.
- No, pero no me sentí timado, sino especial. La única cosa de valor que él vendía era la que yo había elegido.
- Pues que bien.
- Además se sabía de me memoria la postal. Podría parecer que el precio abusivo que puso a la postal era para intentar no deshacerse de ella.
- Sin embargo sale al rastro a venderla. Si no quiere venderla sólo tiene que dejarla en casa. ¿no?.
- No, creo que todo es más complicado que eso. Me sugirió la idea de un vendedor de destino. Y aunque sólo fuera un impostor. Reconoce que disfrazarse de vendedor de destino no está nada mal
- Sí, si, claro. Bueno ¿Y qué piensas hacer ahora con la postal? Tu tesoro... Tu tesoro....
- A lo mejor tendría que intentar venderla por...
- Pues aquí no mires. Que entre los dos sólo juntamos un primo.
- Intentar venderla por un precio superior.
- Ya salió el economista que estaba escondido detrás del POETA.
- No me gusta que digas POETA en mayúsculas. ¿por qué lo haces?
- No lo sé. Me cuesta trabajo decir esa palabra en serio. Pero si te molesta no lo volveré a hacer.
- Vale ¿No había un cuento que era así?
- ¿qué cuento?
- Un cuento donde un objeto hechizado iba pasando de mano en mano con la única condición de que el precio...
- Ah si, pero en el cuento siempre había que venderlo por un precio menor, creo que era de Stevenson
- No sé, tal vez escriba algo a cerca de la postal.
- ¿Algo de qué?
- A lo mejor esto que hablamos ahora.
- Si, ya.
- En serio.
- Te propongo una idea mejor
- A ver
- ¿Por qué no echamos el polvo que seguramente se quedaron sin echar María y Marta?
- Princesita me has descolocado, pero desde luego ese si que sería un homenaje
- ¿princesita? ¿y tú de que vas?
- ¿ te ha molestado?
- Mejor vete a escribir tu cuento, POETA.
- Vaya sí que te ha molestado.
- ¿Ya no hay vuelta atrás?¿no?
- No
- Bueno pues intentaré convertir este no polvo en literatura. Creo que es un buen abono.
- ¿Saldré bien en el cuento?
- Si se tratará de un fábula tendrías forma de uvas verdes o de dentista belga.
- Vete a la mierda.
- ¿quieres la postal?
- No era tu tesoro imbecil.
- Ya no, creo que aquí ya ha hecho todo lo que tenía que hacer.
- De acuerdo, pero del polvo olvídate.
- Vale. Vale.
- Adiós POETA.
- Llámame María
- Adiós princesita.
- Llámame Marta.

Texto agregado el 01-09-2005, y leído por 423 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
26-09-2005 ¡Cheverísimo! Muy original, además que muy bien contado. fabiangs
12-09-2005 Un texto fantástico, de los que da gusto leer. yoria
07-09-2005 un amor lésbico de principios de siglo?, interesante thelma
07-09-2005 Este texto esta estupendo, asi que supongo que el polvazo que le hubieses echado a la princesita deberia ser de los de vuelta al ruedo y salida a hombros. Ella se lo pierde elcorinto
07-09-2005 Dile a la PRINCESA que yo compro muñeca sin ojo, una plancha de carbón oxidada, yn zapato izquierdo de lunares y alguna que otra cosilla y que ha quedado estupenda aquí, en este cuento que me ha parecido una maravilla...un beso eloisa
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