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Inicio / Cuenteros Locales / jorval / El Caleuche, ahora sí.

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Martín Valdés era un joven universitario que un día de diciembre de 201* recibió un sobre que se veía un poco amarillento, como si fuese un tanto antiguo. Lo habían tirado por debajo de la puerta principal. Al abrirlo, encontró una carta que lo dejó paralizado por unos cuantos segundos y luego subió hasta su dormitorio, se sentó frente al escritorio y empezó a leer:
“Santiago, domingo 4 de diciembre de 200*. Querido Martín: Con toda seguridad te sorprenderás cuando recibas la presente. No trates de averiguar cómo te llegó después de tantos años, porque perderías el tiempo, sólo te pido que el adjunto lo des a conocer a través de la prensa u otro medio de comunicación masiva que haya en esa época. Esta llegará a tú poder dentro de diez años, fecha en la que yo ya estaré definitivamente bajo tierra gozando de mi familia y esperando la llegada de ustedes, los vivos, lo que te puedo asegurar no será muy pronto.
Hace años te relaté varias veces lo fantástico que había sido para mí el encuentro con el Caleuche y también te conté que había estado a bordo de aquella maravillosa nave, siempre te quedó la duda de si era cierto o sólo un cuento. Bueno, ahora sí puedo contarte la verdad, está en el documento que te adjunto y es el que debes entregar a los medios. Recibe un abrazo cariñoso y un beso de tu abuelo que siempre te ha querido.”
Martín no podía creer lo que le estaba sucediendo, dejó sobre el escritorio la carta y tomó el archivo anexo. Estaba confuso y emocionado recordando los años que había vivido con sus abuelos. Esto del Caleuche siempre le había preocupado pues nunca supo si lo que le contó el abuelo era verdadero o una invención. Sabía que el Caleuche es una de las leyendas más difundidas en la región de Chiloé, en el sur de Chile. Que es un barco fantasma utilizado por los brujos. Que navega siempre de noche, tanto en la superficie como bajo el agua, a grandes velocidades y profusamente iluminado. A bordo tienen lugar fiestas y bailes cuya música cautivadora atrae a los navegantes haciéndolos prisioneros y dejándolos a su servicio. Su principal actividad es el contrabando, surtiendo de mercadería a aquellos comerciantes con los que ha celebrado convenios. Para quienes se atreven a mirarlo, el castigo consiste en dejarles la boca torcida, la cara hacia la espalda o bien darles muerte en forma repentina, terminó de recordar Martín y comenzó a leer el apéndice.

“En diciembre de mil novecientos cincuenta y siete a bordo del patrullero Lientur navegábamos el canal Moraleda en demanda de Puerto Montt. La noche estaba estrellada, el viento en calma y la mar llana. De improviso avistamos un velero que navegaba con todas sus velas desplegadas aunque no había viento. Estaba rodeado de un halo blanco y su velamen rojo resplandecía; se escuchaba música y las voces de muchas personas llenaban el aire de carcajadas. Ese fue mi primer encuentro con el Caleuche.
Veinticinco años después me radiqué en Puerto Montt decidido a descifrar lo del famoso barco fantasma asunto que me había intrigado durante todos estos años. Tomé contacto con mi amigo Juan Barría, antiguo y próspero comerciante de la zona, quien me confesó que desde hacía mucho tiempo tenía tratos con el Caleuche y que preguntaría si podía llevarme a bordo. A los pocos días, en una noche clara y despejada, Barría me trasladó hasta el Caleuche a bordo de en una lancha. Cuando íbamos a la cuadra de la isla Guar, a unas diez millas de Puerto Montt, se cubrió el cielo con negros nubarrones y un aguacero se dejó caer sobre nosotros, reduciendo la visibilidad prácticamente a cero, cuando de improviso apareció por la proa el Caleuche que lucía exactamente igual a como lo había visto hacía veinticinco años. Estuvimos más de una hora en el velero y en esa oportunidad me hicieron jurar que nunca revelaría lo que había visto esa noche.
Un mes antes de mi muerte, recibí en sueños, instrucciones de escribir una carta contando lo que había visto a bordo del Caleuche para que fuera divulgado en cinco años más.
El capitán del Caleuche es un holandés de apellido Van Demien que fue dejado allí por el capitán Vanderdecken, conocido como el Holandés Errante, marino condenado a recorrer los océanos eternamente, siempre en medio de una tempestad, por haber desafiado la ira de Dios hace exactamente seiscientos treinta y siete años. Descubierto el Estrecho de Magallanes y luego la ruta del Cabo de Hornos, el Holandés Errante comenzó a navegar por los mares australes y en 1578 se internó en los canales patagónicos apoderándose de una de las naves que Francis Drake había abandonado luego de una tormenta de cuarenta días que azotó a su flotilla. Vanderdecken tripuló la nave sólo con su capitán, quién desde ese día comenzó a reclutar a todo marino que lo avistara, por lo que actualmente a bordo hay marineros chilotes, chonos , alacalufes, españoles, tres ingleses, dos franceses y un holandés, todos tripulantes de embarcaciones que naufragaron en los canales patagónicos. Vanderdecken le asignó al Caleuche, para navegar, el área de los canales chilotes hasta que se divulgara su historia, o sea hasta que sea publicada esta nota, desde ese instante el velero podrá recorrer todos los mares del mundo, tal como lo hace el barco del Holandés Errante.
En el velero, además de los marineros reclutados por Van Demien, había un número importante de elfos, humanoides de apariencia frágil y delicada que se distinguen porque tienen las orejas puntiagudas y son de piel muy pálida. Se mueven en forma silenciosa pero con gracia; les gusta la música, el baile y la poesía.
También había gnomos, seres de no más de cincuenta centímetros de altura, que poseen una larga barba y que son muy divertidos. Fueron traídos por el Holandés Errante de las minas de carbón que hay cerca de Punta Arenas, pero su principal particularidad es que cuando hacen amistad con un humano, lo llenan de regalos, joyas, dinero, piedras preciosas, oro y plata y le traen mucha suerte. Lo más impresionante y fantástico es que todos estos tripulantes y seres son atendidos por una infinidad de valquirias, hermosas y fuertes guerreras rubias, que servían permanentemente cerveza por toda la nave mientras bailaban y bromeaban con los elfos y gnomos. Estas valquirias son trasladadas por el Holandés Errante desde Escandinavia al Caleuche por grupos, y son rotadas cada ciento cincuenta años. Parece que también había algunas brujas, pero no podría asegurarlo.”

JORVAL
051205


Texto agregado el 08-12-2005, y leído por 2842 visitantes. (36 votos)


Lectores Opinan
25-12-2007 hijo de puta... anciano de mierda...activa mi cuenta Ciberbaco
07-04-2007 Quien ha visto el Caleuche ha visto todo en la vida, porque quien tiene la facultad de ver fantasmas será inmortal... Estrellas por tan magnífico relato... tobegio
14-01-2007 ***************, espectacular, yo tb. tengo una narración algo humildona sobre el tema, cuando quieras la lees, se llama el hombrecillo.********* impresa
11-10-2006 muy bueno! sinopsis
21-05-2006 Hermosa narraciòn, llena de magia y leyenda. Bien escrita, la disfrute enormemente. Saludos. tigrilla
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