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« VIAJANDO EN COLOR SEPIA »
(Crónicas de un viaje por España hace un siglo )
mariodelafuente@chile.com

“ GRANADA ”
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(Como recordamos , esta es una crónica de 1905 ) . Granada : ¡ Canto y melodía evoca este nombre que suena al oído como un acorde de alegría y de belleza ! , ¡ Llegar a las puertas de Granada en un día de primavera es peregrinar por campos azulados de la existencia !.

La primavera ha cubierto la ciudad de níveas flores y ha tejido a la Alambra manto de pálida verdura. Por siglos y siglos tributa sin cansarse este homenaje de enamorada al rojo Alcázar. Antaño mujeres moras de llameantes ojos adornaban ahí sus negras cabelleras con las rosadas flores del almendro….¡Época de gloriosa magnificencia desaparecida para siempre!.

¿Es acaso por eso que los muros del Alcázar parecen mirar tristemente el exuberante esplendor de esta tierra saturada de belleza primaveral?.

Altaneras, con grandioso empuje, se levantan desde el suelo hasta la altura las torres de la Alambra con el rojo vivo de sus muros, que parecen gigantescos altares ardiendo en permanente holocausto de belleza. Y tras estos ásperos, ciclópeos muros se esconde un mundo maravilloso de oriental magnificencia.

Con impaciente ansiedad subimos la pendiente de la colina en que se levanta la Alambra. El ruido de la ciudad desaparece tras un viejo portón de piedras adornado por granadas maduras. El viajero se encuentra en un pequeño bosque de olmos. La hiedra se enlaza a los gigantescos, añosos árboles. Mirtos enanos, cubiertos de flores azules tapizan el suelo. Como una haz de rayos de oro penetra la luz por el follaje. El murmullo harmonioso de la brisa se confunde en las ramas con el canto de los ruiseñores. Enjambres de alegres golondrinas revolotean sobre las copas de los árboles, y y arroyuelos parlantes y cristalinos corres por la pendiente de la colina.

Obra de encantamiento parece este risueño rincón de la tierra. Se diría que una hada, con su varita mágica, ha hecho brotar aquí esta vegetación, rodeada de árida extensión. El viajero se imagina que es la puerta de un mundo nuevo la que se abre ante sus pasos….. Hemos pasado ya por la Puerta de la Justicia. Se abre una pequeña puerta y por ella se entra en el Patio de los Mirtos, y al entrar se siente uno acariciado por el numen del Oriente. Graciosas columnas de jaspe y alabastro soportan las ligeras bóvedas, que como encajes se extienden de una arcada a otra. El verde esmeralda del agua De La Fuente parece mirar somnoliento el cielo y la risueña hermosura de la tierra.

Después el Patio de Los Leones, cantado en todos los idiomas, aparece con la afiligranada delicadeza y aérea elegancia de sus galerías. Es este patio un cuento de hadas, un poema de piedras armoniosamente rítmico. Sí, ritmos de piedras que parece van a convertirse en música, y la música es ciertamente el único lenguaje que podría describir tal belleza, ante lo cual enmudece hasta la voz del poeta.

¡ Que fantástica riqueza de ornamentación en las suntuosas habitaciones !. Tapices de Persia o chales de cachemira parecen las paredes. En ellas brilla tal riqueza de colores que se dijera un arco iris ha caído del cielo y derramado allí sus matices. Inscripciones árabes se destacan entre el laberinto de colores y guirnaldas de pámpanos. Cantan con apasionada exaltación la mágica belleza del lugar. Una de estas inscripciones dice con orgullosa satisfacción: “Allah me ha colmado de tal manera con dones de belleza que hasta las estrellas del cielo detienen su curso para mirar al suelo cuando pasan delante de mí”.

Desde el Mirador de Daraxa, la joya más preciosa de la Alambra, las hermosas sultanas contemplaban los grandiosos, encantadores jardines desde donde subían los aromas de las rosas y jazmines que embalsamaban el ambiente antes de llegar a acariciarlas. Ondulantes guirnaldas de pámpanos entrelazan los cipreses, laureles y naranjos. Y en medio de ellos, una hermosa fuente como diamantes deja caer de sus bordes las gotas de agua cristalina. Todo habla y canta de épocas felices, impregnadas de tranquilidad y belleza que han pasado desde hace largo tiempo. De este luminoso, mágico Alcázar se sale como de un ensueño.

Parece que esta maravillosa flor de la arquitectura oriental fuera uno de los cuentos de las Mil y una Noche. Involuntariamente los labios murmuran las estrofas de un verso árabe escrito sobre un pequeño nicho :

“Que de Allah la bendición
Descanse sobre este Alcázar
Mientras los hijos del profeta
A la Meca peregrinan ”.

¡ No, mientras el sol alumbre en el cielo, y peregrinos de la eterna belleza vivan en la tierra !. Embargado el ánimo por la contemplación de esta maravilla continuamos trepando por la colina para ir al Generalife, el palacio de verano de los príncipes moros.

Una doble hilera de altos cipreses, cuyo austero color verde oscuro les da aspecto de fantasmas del silencio, nos indica el camino que hemos de seguir.

Muy arriba , sobre el abismo, se levanta el Generalife de las terrazas de jardines. ¡ HO , que maravilla de jardines ! . La naturaleza parece haber agotado en ellos toda la riqueza de su flora, todos los colores de su paleta. Rosas trepadoras, glicinias y hiedra cubren los muros ; magnolias, adelfas, almendros, laureles, cipreses, araucarias, olivos, agaves , palmas y mimosas se disputan la supremacía. Encarnadas flores de Granada, rojas como la sangre, malvas, violetas, lirios azules, jazmines blancos, narcisos amarillos, y el oro de las naranjas en las ramas verdes, luchan por el premio del color. Alrededor de la fuentecillas, pequeños mirtos tallados esféricamente escuchan la charla de juguetones chorros de agua, y en las ramas los pájaros cantan alegremente. Reina en esta naturaleza, permanentemente engalanada con traje de fiesta, paz y ventura paradisíacas. Por entre los árboles, galerías y arcadas, la vista abarca lejanos horizontes: la Alambra con el laberinto de las blancas casas de la ciudad a sus pies; el pintoresco Albaicín ; el Sacro Monte, poblado de cactus, con sus cuevas habitadas por gitanos; más allá las alturas de Sierra Nevada, coronada de nieve obvio; todavía más lejos la vega de Granada, llanuras de asombrosa fertilidad, regadas por las claras aguas del Genil y rodeada por un cinturón de esbeltas montañas.

Durante el día el paisaje bebe ávido la luz blanca del sol, pero al descender el rey de los astros en el horizonte sus dorados resplandores se convierten en mágico ensueño de color.

Como empapados de sangre aparecen los muros de la Alambra, las lejanas montañas se visten de dorado oscuro, y las llamas rojas incendian las pendientes de Sierra Nevada. Poco a poco se va apagando el incendio de brillantes colores, blancura espectral cobija las cumbres de nieve, el crepúsculo extiende su manto gris, y las estrellas, cual fúlgidos diamantes, van apareciendo en el firmamento.

Jamás podrá olvidar este espectáculo el que haya tenido la dicha de verlo una sola vez. Con razón dice orgulloso u proverbio español : “Quien no ha visto Granada , no ha visto nada”.

Por nuestra parte agregaríamos , que quien ha visto Granada y la Alambra, en el esplendor de un atardecer de primavera, lleva consigo para el resto de su vida un talismán contra los pesares y días tristes de su existencia.-

Texto agregado el 29-01-2006, y leído por 261 visitantes. (0 votos)


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