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Una poderosa garra me tenia totalmente atrapado, me oprimía insuflándome toda su energía, transmitiéndome su vigor, inyectándome con cada uno de sus dedos los sinsabores de la existencia que hacían que la mía tomara un sentido equivocado hacia el cual me encaminaba aceptando todas las consecuencias, consecuencias de las cuales antes de sufrirlas ya me estaba arrepintiendo. Esa garra que me asía con fuerza, y me zarandeaba de un lado a otro como si de simple hojarasca a merced del viento me tratase no era mas que mi propio pensamiento, esa garra con inteligencia propia había creado un mundo para mi en el cual no estaba dispuesto a vivir. Era un mundo inhóspito, martirizante, insufrible, odioso, de cielos grises y tierras arrasadas por el fuego, de gentes sin mirada y de almas rotas esparcidas como despojos de la maldad ajena o propia, miraba a mi alrededor siempre guiado por la garra y sentía como mi alma cada vez estaba mas cerca de convertirse en una de aquellas que estaba observando, la mirada se me perdía y una mueca de espanto inundaba mi rostro, no sabia como salir de allí, no sabia como evitar tanto dolor, no podía hacer nada, necesitaba ayuda, pero nadie me miraba, nadie me hablaba, silencio e indiferencia eran las dos fatales claves de mi mundo y la garra en un ejercicio de crueldad estrujaba mi mente sin piedad exprimiendo de ella los mas ocultos jugos de la mezquindad que habitaban en los mas recónditos rincones, pero en los horizontes de mi mente y desafiando la voluntad de la garra quise vislumbrar un destello de luz, un motivo para creer que esta tortuosa visita a las catacumbas de mi cerebro tenia razón de ser, quería escuchar una risa entre tanto silencio, quería sentir calor en esta gélida atmósfera, quería que una mirada se detuviese en mi como esta detenido el tiempo ahora. Pero no quería escuchar una risa al azar, quería escuchar tu risa, no me bastaba con una cálida temperatura que templase mi cuerpo en este frió ambiente, quería sentir el calor de tu piel, y al mirar hacia esos ojos, no quería encontrarme un iris cualquiera, si no que deseaba con toda mi alma introducirme en el intenso marrón de tu mirada. Mientras anhelaba cada parte de ti, la garra se convirtió en una suave mano de piel clara como el aurora que acariciaba mi nuca, mecía mi cabello y me transmitía una sensación de paz que convirtió mi particular infierno en el mejor de los paraísos, no había nadie, pero tu presencia lo llenaba todo, no existía belleza alguna a nuestro alrededor, porque toda la concentrabas tu, no existía nada, no existía tal paraíso, porque para mi solo existías tu, mis sentidos se concentraban en ti despreciando todo lo demás, anteponiéndote a cualquier cosa, condicionando mi felicidad a mi necesidad de amarte, pero por mas que te miraba, que te deseaba, que te necesitaba y que te amaba no podía tenerte, no podía tocarte, no podía besarte. Tu mano con la dulzura propia de una madre se fue alejando de mi cabeza, con un movimiento elegante y preciso te deshiciste de mi y sin darme cuenta mi mente quedo en soledad, quedo a oscuras, nada la guiaba, navegaba a la deriva, la garra de mi pensamiento y la mano de mi amor habían cogido el timonel de la nave pero ahora solo el impredecible viento designaba la ruta de esta insólita singladura.

Texto agregado el 08-02-2006, y leído por 77 visitantes. (0 votos)


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