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Aniceto Del Carpio se programó para vivir cien años. Siempre tuvo una vida organizada, pero fue a los veinte cuándo se le ocurrió habitar en nuestro planeta por una centuria. Había nacido de una familia modesta. Su padre era carnicero y su madre modista. Por eso, creció oyendo hablar de cortes, unos de carnes y otros de telas. Pero ambos coincidían en las medidas exactas y el cuadre de las piezas.

El padre de Aniceto era capaz de mirar un cerdo y calcular cuantas arrobas de grasa daría, lo que pesarían sus jamones, la cantidad de chuletas posibles, así como la longitud de las morcillas. Por su parte, la madre, cuándo se le mostraba un rollo de tela, inequívocamente establecía el número de camisas o de vestidos que saldrían. Ésto, quizás, le dotó de cierta capacidad para hacer estimados y profundizar en la predestinación.

Pensó que el vivir era una tira elástica, que dependiendo de la presión y el cuidado que pusiéramos al elongarla, sería su dimensión. Tenía ya dos décadas observando la conducta de los seres humanos. Viéndoles reaccionar ante cada situación y, sobre todo, tomando notas de su interactuar. Consideraba que ésto último, jugaba un papel fundamental en la supervivencia.

Después de muchas comparaciones y tanteos, surgió la primera regla: no enojarse con nadie ni por nada. Y de ésta brotó la segunda: tratar bien a todo el mundo. La tercera consistía en alimentarse sólo con vegetales y al aire libre ejercitarse cada día. La cuarta suponía darse dos baños diarios, el primero con agua tibia y el segundo en la tarde con élla fría. Y por último, dormir en una habitación con dos orificios en paredes opuestas, de suerte que el oxígeno se renovara a cada instante.

Aniceto puso en marcha su plan y justamente el día que cumplió cincuenta falleció. Se hizo un sencillo velatorio y cuando se dirigían a darle sepultura, dos amigos que miraban el cortejo, hicieron el siguiente comentario:

———Oye, Carlos, ¿y ese que llevan a enterrar no es a Aniceto?———
———Sí, es a él———
———¿y él no se programó para vivir cien años?———
———Sí, pero no calculó que los carros se vuelcan, los trenes se descarrilan, los barcos se hunden y los aviones se caen.———

Texto agregado el 20-04-2006, y leído por 456 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
05-10-2007 Muy divertido. Carpe diem, como mencionaron por allì, esa debiera ser la verdadera filosofìa para vivir eternamente. josemarianomontesco
21-06-2006 Vivir dia a dia con la misma intensidad que si fuera el ultimo es importante. Tu escrito tambien trae a mi memoria un comentario que opte por no olvidar: escoge lo que desees ser en tu vida, no importa cuan humilde sea tu oficio pero intenta ser el mejor!!!***** Ciiara
20-06-2006 Compañero... Qué buen cuento. Me gusta, porque todo lo que plantea el texto, me hace llegar a la conclusión de que la vida es para vivirla y lo má importante, disfrutarla... Pobre de Aniceto, que no comprendió el valor de las cosas simples y elementales... Hericuento
20-05-2006 Buen texto y da para reflexionar sobre la vida. Y si ya dinos...¿fue avion, barco, tren o que? Saludos. tigrilla
08-05-2006 Curioso ,el escritor J.O.Curwood se programó como nuestro Aniceto y falleció a los 47 de mordedura de serpiente .***** logarritmo
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