Para que el espíritu gobierne el alma tiene que dar su consentimiento, es decir debe humildemente someterse a los deseos del espíritu, de lo contrario, el espíritu no será capaz de controlar y regular al alma y al cuerpo. Pero esta decisión descansa en el alma, en otras palabras en nuestra conciencia. El alma es el eje de todo ser viviente, porque la voluntad del hombre y la mujer le pertenece.
El orden que ha establecido Dios para que tengamos una vida con significado y plena tiene que ver con que permanezcamos en comunión con El y en ese sentido el ser espiritual debe primar, por sobre el alma y el cuerpo. Esto no quiere decir que vivamos en una quinta dimensión, y que nos olvidemos de lo que pasa en el mundo, para nada, sino que el eje de nuestra vida es trascendente, los valores con los cuales vivimos en este mundo, en esta tierra tiene que ver con la justicia, el amor y respeto por nosotros mismos, con nuestro cuerpo, sexualidad, nuestras familias, novias, esposas, maridos, hijos, prójimo, naturaleza etc..
La liberación y la paz anhelada en nuestras propias vidas, reside en nuestra comprensión de lo que significa la armonía que debe existir entre nuestro espíritu, alma y cuerpo.