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Me levantè cansada, màs que otros dìas. Parecìa que todos los hombres que habìan pasado por mi cuerpo se colgaban de mì nuevamente, todos juntos, impidièndome mover, chupando mis pechos caìdos y apretando mis nalgas hasta hacerme daño.
Tuve una sensaciòn extraña, un presentimiento quizàs. Sin saber bien porquè, antes de salir, le prendì una veladora a la Virgen, cosa que no acostumbraba yo a hacer.

La Guera y yo nos fuimos donde las demàs, el lugar era conocido como el "rincòn de las putas viejas", èramos un grupo de mujeres mayores que esperaban cliente sentadas en sillas de plàstico bajo una sombra improvisada con sàbanas rotas. Ahì no llegaban mas que aquellos que no podìan pagar las tarifas mas altas de las mas jòvenes o uno que otro excèntrico que sòlo podìa hacerle el amor a una anciana.

Sentì su mirada de lejos, estudiàndome, no se que fuè lo que le llamò la atenciòn de mì, quizàs le recordè a alguien; cuando me abordò sentì la certeza absoluta de que èl era mi destino y no debìa ignorarlo. "¿Cuànto?"-preguntò, le dì mi tarifa, a los 55 no podìa cobrar mas de $60 pesos, asintiò con la cabeza. Las demàs me miraron con una mezcla agridulce de envidia y espanto. Era hermoso, no tenìa mas alla de 25 años, alto y delgado con facciones agradables y armoniosas. Lo mirè a los ojos pero èl desviò la mirada. Sentì que la Guera me jalaba del vestido, querìa decirme algo pero yo apurè el paso. Lo llevè al cuarto donde trabajàbamos, el cual se encontraba en penumbras gracias a una cortina vieja que impedìa que entrara la luz. "Quìtate la ropa" me dijo en un susurro, yo me desnudè procurando no tardarme, estaba ansiosa, èl se sentò al borde de la cama aùn vestido, y me hizo señas que me acercara, me rodeò el cuerpo con los brazos y cual si fuera un niño pequeño, apoyò su rostro en mi vientre flàcido. Comenzò a besar mi piel con devociòn, sus labios apenas rozàndome, me arriesguè a tocarle la cabeza, al ver que no protestaba le acariciè los cabellos con ternura, asi estuvimos mucho rato, luego me pidiò me acostara y el se puso encima mìo, yo me preguntaba cuàndo lo harìa, sentì que su mano buscaba algo entre sus ropas, de repente lo sentì, un dolor mas grande que todos los dolores de mi vida juntos: el dolor de mis entrañas rotas y derramadas.
Lo escuchè llorar como un bebè, ... luego no sentì dolor ni escuchè nada y me sumergì agradecida en la negrura

Tigrilla

Texto agregado el 02-05-2006, y leído por 10421 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
25-10-2013 Escalofriante. filiberto
27-07-2011 Muy, pero muuuuyyyy bueno, un cuento interesante con un knock out formidable... athelstane
12-10-2009 No me quedó claro tu final, parece que era un hombre buscando de una forma volver alvientre de la madre, porque siempre, lamadre es lamadre, sea lo que sea, al final, polvo somos y en polvo nmos convertiremos y nos disilveremos. Saludos. Daniel_Ramirez_Melendez
25-09-2009 Me dejas pensando con el desenlace de tu cuento, sorprende y me lleva a querer descifrar las motivaciones de semejante grado de locura de parte del joven y calma aceptación, de parte de la víctima. 5* Susana compromiso
14-09-2009 Muy bien firpo
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