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Tan solo 100 años
En la calurosa siesta cordobesa, bajo la sombra del añejo algarrobo en el jardín interior, María disfrutaba de la lectura del clásico... “100000 leguas de viaje submarino” sentada en su sillón de mimbre, tan absorta, que por momento no se percato que sonaba una y otra vez el teléfono, pero la insistencia al final logró que abandone el libro sobre el césped y presurosa entre para atender la llamada.
-¡hola!... ¿Quién habla?-
-Soy yo... Rafael, ¿cómo estas?-
-Eh... que agradable sorpresa, por unos instantes pensé ¿quien podrá ser a esta hora?
-Jamás se me hubiera ocurrido pensar en vos.-
-Te llamaba para invitarte a dar un paseo, tengo un vehículo muy especial y quería mostrártelo, ¿estarías dispuesta?-
-Pero… ¿cuándo seria eso?-
-Ahora...dentro de un rato-
No entendiendo nada ella le pregunto
-¿Desde donde me llamas?-
-desde casa como siempre-
-¿Desde España?...espera me estas confundiendo o que... -
Riéndose respondió:
-No te preocupes cuando llegue te explicare todo, mientras tanto prepara el termo y el mate y... ¡ah!, no te olvides de los infaltables criollos-
Todavía desconcertada de aquella breve conversación pensó... ¿Me estará gastando una broma? Pero su vos era muy segura, no parecía estar bromeando. Sin entender las razones preparo el termo, total si era una broma, ya era hora de acompañar la lectura con unos mates y algún que otro criollo, para que la silueta no sufra tanto.
Volvió a su cómodo sillón, ya con el termo en mano dispuesta a continuar su fascinante lectura, pero no pasaron mas de 5 carillas del segundo capitulo, cuando un extraño zumbido frente a su casa llamó su atención. Su curiosidad la llevo a espiar por la ventana del living a través de la cortina semitransparente, mientras chupaba el último sorbo de un mate más bien dulzón. Se quedo como petrificada con sus grandes ojos... Afuera estaba un vehículo, si es que así se lo podía llamar, no tenía ni ruedas, tampoco ventanillas convencionales como cualquier otro, se asemejaba a una gran semilla de melón, con una portezuela semiabierta en un costado, lo mas extraño era que se mantenía como suspendido en el aire. A la puerta de ingreso a su casa, estaba la inconfundible delgada figura de su amigo.
María cuando al fin pudo reaccionar, salió para recibirlo. Él con su habitual sonrisa la saludó emotivamente, dándole un fuerte abrazo y un beso en la mejilla diciéndole:
-¿Estas preparada ya?-
Acto seguido le extendió la mano para invitarla a subir, pero su intriga crecía minuto a minuto y solo atino a preguntarle:
-¿Adónde iremos? No tardaremos mucho ¿verdad? Mira que tengo que volver a las nueve para prepararle la cena a José-
-No te preocupes, solo daremos una vuelta, quiero enseñarte todo lo que es capaz de hacer este fantástico vehículo.-
Así al fin con el equipo del mate en mano y una bolsa llena de calentitos criollos se acomodaron en las únicas dos butacas a bordo. Se cerro la puerta, delante de ellos se encendió una inmensa pantalla de plasma, donde mostraba la calle del barrio y para gran sorpresa de María sin sentir movimiento alguno se iba achicando vertiginosamente la calle como desapareciendo a sus pies, de igual manera su Río Tercero querido, ahora se veía la gran llanura luego de unos instantes un horizonte curvo... muy curvo. Perpleja ella seguía esa inmensa pantalla como hipnotizada, ahora solo veía una gran esfera con mucho mar y verdes continentes camuflados por nubes pomposas, flotando en un cielo azul.
-¿Dónde te gustaría ir María? ¿Venus o Júpiter? o quieres ver los fantásticos anillos de Saturno primero-
Ella todavía no podía mediar palabra estando totalmente absorta con lo que la pantalla le mostraba, hasta que al fin intento hablar pidiéndole explicaciones.
Ahora ya más tranquilos el le explico que un amigo celestial le presto esta maravillosa nave que le serviría para recorrer todo el universo con solo desearlo mentalmente, la verdad no sabia todavía que seria capaz de hacer ya que era su primer viaje y fueron muy pocas las explicaciones que recibió previamente, pero así dado las cosas, recorrieron cada uno de los planetas deleitándose ambos con las majestuosas vistas sin percatarse demasiado del nefasto reloj que marcaba poco tiempo ya para volver y preparar la cena. Maravillados ya habían visto todo, ahora solo les quedaba regresar con la alegría de la gran vivencia mientras mates iban y mates venían.
Nuevamente apareció en pantalla el inconfundible mundo, con sus continentes ya no tan verdes como antes, mas bien amarillento de grandes extensiones desérticas, otra vez la pradera, pero también de un color grisáceo. La ciudad, muy cambiada... era mucho más extensa, ya superaba el margen del río, una gran zona industrial donde campos fértiles fueron lo ultimo que habían visto al partir... al fin llegaron a la misma calle...¿la misma? No lo parecía, estaba muy cambiada, los edificios tenían formas extrañas, lo único que seguía en pie era el viejo convento al final de la cuadra, aunque ya restaurado. En la torre del campanario seguía estando el peculiar y majestuoso reloj, que por capricho de su constructor un bohemio relojero suizo, le había incorporado además un calendario que marcaba el día mes y año. Al ir acercándose con la nave ambos vieron horrorizados que eran casi las nueve del día 7 de Julio pero del año 2103... ¡Cien años después! ¿Qué es lo que paso? ¿Cómo pudo suceder? El reloj de la nave marcaba la misma hora... casi las nueve.
Se bajaron apresurados con la intención de ingresar a la casa de María pero... ¿Cuál casa? Ella no reconocía ninguna, los vecinos de siempre tampoco... eran todas caras inexpresivas, parecían no hablar, solo caminaban como entes por la vereda en sus vestimentas color aluminio. Una terrible realidad fue tomando forma en su mente, habían superado la barrera del tiempo, mientras ellos solo dieron una vuelta por un puñado de horas, en la tierra habían transcurrido 100 años. ¿Cómo encontrarían a sus seres queridos? Una gran angustia se apodero de ambos, estaban solos ella y su leal amigo, que podrían intentar buscar sus descendientes... quizás algún bisnieto, pero ¿cómo?
Todos estos pensamientos pasaban por sus mentes mientras contemplaban el grupo de viviendas que se erguía donde antes estaba la cómoda casa de María, con el algarrobo que tanto disfrutaba de su sombra. Se sentaron en el único banco de la plaza que seguía igual rodeado ahora de centenarios árboles.
Resignados él tomó las manos a su amiga, entrelazó sus dedos y le dijo
-Nosotros dos, somos lo único que quedo de aquella maravillosa época, todo lo que dejamos atrás ya no existe, se apago hace demasiadas décadas, ¿aceptarías que nuestra relación fuera algo mas y para siempre?-
María después de unos instantes intentando superar su congoja, miro a sus celestes ojos asintiendo al fin con una dulce mirada...no necesitaba más.
Mientras por una extraña bocina acústica en medio de la plaza, la metálica voz de una computadora, anunciaba una melodía rescatada de un extraño disco plástico, que un historiador fortuitamente encontró. La música que empezó a sonar, la reconocieron al instante, eran los acordes de “Cuando un hombre ama a una mujer” les traía imborrables recuerdos. Sus labios lentamente fueron acercándose como atraídos por un intenso imán, intentando sellar para siempre ese flamante pacto de amor...donde el romanticismo parecía aflorar por cada poro de su piel.
No tenían ninguna prisa, si quizá este mágico e intenso momento, lo estuvieron deseando nada más ni nada menos que 100 años.
Nicolas Jackson

Texto agregado el 22-05-2006, y leído por 95 visitantes. (0 votos)


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