Nunca pensó que fuera ese día, ¿por qué ese día?, tantos días de soledad, pero tenía que ser ese día, tanto tiempo se había anhelado en esa situación tan febril, se soñaba amada, pero no amada de cualquier forma si no amada desde la infinita inmensidad del universo, con ese amor que dicen las malas lenguas, no existe.

Él llegó como prófugo, huyendo de las traiciones y de los malos amores, buscaba un refugio, una mujer de verdad; ella muy inestable, por cierto, guardaba sus dudas y sus desconfianzas pero sin querer se le salían del bolsillo.

Algo temerosa decidió abrirle, primero una ventana de su corazón y conocerlo desde allí, vislumbrar su exuberante personalidad que embargaba su curiosidad y su necesidad de tenerlo cerca a todo instante.

Él, sin pensarlo más de mil veces se sumergió en un abismo de ternura y desenfreno, queriendo demostrarle con todo su ser que simplemente quería brindarle “algo” de felicidad, que durante las travesías de su vida nunca había tenido la oportunidad de encontrarse con el tipo de amalgama que conformaba el ser de esa mujer.

No se midió en detalles ni en demostraciones, a toda costa consiguió lo que con tanto esfuerzo quiso lograr; ella poco a poco y sin darse cuenta le fue abriendo las puertas de su alma… y el día menos pensado se vio invadida hasta los poros del más lindo sentimiento que puede percibir el ser humano.

A partir de ese día, todo cambio, las flores eran de color rosa, la comida era de color rosa, el aire era de color rosa y todo lo que veía y acía era de color rosa; desde ese día, ese fatal y triste día, ella cambió, cambió su estilo de vida por otro que aún no conocía, se entregó sin dudas ni temores a un amor tempestuoso, apocalíptico y destructor, ese amor que ciega y ensordece.

Caminaba insegura, con la necesidad de ver las huellas de él cerca, veía con los ojos de él, respiraba con el aire de él; y separarse de él, para ella significaba un exterminio de su ser, de su alma y por ente de su cuerpo.

Como gracias a Dios nada es perfecto en este divertido y loco mundo, sentimientos nefastos llegaron de la mano, listos para acabar con las cosas buenas que hasta ese momento, ella había sembrado y cultivado.

Si, ella sólo ella, por que él, como todos los hombres, ya encontraba inapetecido ese dulce amor que en unos pocos día se la había difuminado en su alma, aún quedaban migajas, claro, cómo no van a quedar después de tanto fuego, sentimientos sueltos como gratitud, cariño y por qué no PESAR.

Pesar, con esa persona que parecía brindarlo todo, que parecía entregarlo todo, hasta su propia vida si él se lo pedía, no se sentía lo suficientemente hombre como para ser sincero con ella y explicarle sin temor alguno, que todo lo que había sentido por ella las primeras tres veces que se acostaron, ya no existía; simplemente se había acabado el encanto, y aunque suene triste ya le fastidiaba su presencia.

Ella completamente enceguecida de amor, no comprendió por qué ese día, simplemente no lo encontró, lo buscó por todo su mundo, debajo de las nubes, de las rocas y del viento, debajo de su falda y de su cabello, pero no lo encontró..... Tristemente él se había ido, sin dejar rastro alguno, sin dejar ni siquiera un “hasta luego” prendido en el aire de su respiración.

Al sentirse vacía, ella empezó a marchitar como una rosa arrancada de su rosal, no quiso abrirle los ojos al mundo, se sentía tan triste y desolada que su corazón se extinguió para volverse una roca volcánica impenetrable, el brillo de sus ojos se opacó y el motor de su vida se apagó.

Lo único que quedó de ese tortuoso amor, fueron unas sábanas sucias, unas esquelas sin olor, unas palabras sin amor y un embarazo que nadie planeó.