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MI ABUELA Y LA CANOA

Cierto día de verano estaba sólo con mi abuela en Ramadillas. Acostumbrábamos a visitarla y así disfrutar del río correntoso, la leche de vaca, el olor a campo, la luz de las velas y el humo que ennegrecía progresivamente las paredes.

Este día, después del desayuno, estaba sentado frente a ella, separados por el brasero; me miró y espontáneamente comentó : “tan dije que eres”. Yo me sentí muy emocionado.

Poco acostumbrado a los halagos, la declaración de la abuela me mostraba que había capturado su admiración. Ahora sólo restaba el desafío de mantener tamaña apreciación sobre mi persona.

Las implicancias de ser “dije” no las conocía, como tampoco el significado del término, pero debía ser bueno, especialmente por el tono cariñoso con que mi abuela lo dijo. Algo parecido a ser humilde, simpático, livianito, no se, pero de alguna manera me hacía sentir bien.

El día siguió su transcurso y el calor veraniego fue reemplazando al del brasero matutino.

En el patio de la casa de mi abuela había un tronco ahuecado en forma de canoa, en donde se acumulaba el agua que llegaba desde el río por medio de cañerías; Allí se lavaban los trabajadores cuando llegaban de sus faenas.

Lo cristalino de esta agua me cautivaba. Yo estaba acostumbrado a jugar con figuras de plástico en los “latones” con agua de mi casa en forma solitaria y prolongada, imaginando historias interminables. Ese día de verano no fue la excepción; yo estaba sólo con mi abuela y mi pasión era esa canoa y el agua que la llenaba.

“No ensucies el agua”, repitió una y otra vez, al sentir desde la cocina como yo jugaba lanzando figuras al fondo cristalino. La seducción de tal práctica era muy fuerte, y yo insistía silenciosamente en disfrutarla... “ ¡deja de ensuciar el agua! ” me dijo con voz más agresiva y en tono de advertencia, sin embargo el efecto que causaba esa canoa e mi no permitía que advirtiera la evidente molestia de mi abuela.

Todas las cosas tienen un límite, aún para una cariñosa abuela pentecostal : “ !Deja de ensuciar el agua mierda¡” gritó enfurecida desde su cuartel general. Yo sorprendido y asustado casi caigo dentro de la canoa, y ante la tensión del momento, la única opción era obedecer.

Mi más grave frustración no sólo radicaba en que saqué de las casillas a la abuela, sino que no fui capaz de ser “dije” un día entero.

Texto agregado el 01-08-2006, y leído por 189 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-08-2006 A lo mejor si fuiste capaz. El día entero salvo el segundo en que la palabra "mierda" apareció. Muy buen cuento, cristalino como el agua de la canoa, sencillo como la vida en Ramadillas. Estupendo, te felicito y dejo cinco estrellas entre tantos recuerdos.***** Claraluz
01-08-2006 Qué hermosa narración!!! 5* chantal-deveraux
 
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