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Inicio / Cuenteros Locales / Balthamos / La misma moneda VI: De caza en la ciudad

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Capítulo sexto: De caza en la ciudad

Había deambulado durante algunos meses, había parado en algunos pueblos, a veces de día y otras de noche. Había asesinado, mordido, robado, convertido, se había alimentado. Se estaba convirtiendo en algo que jamás hubiese deseado, era un monstruo. Mataba cuando tenía hambre, asesinaba por placer, cazaba por ver la cara de terror de sus víctimas. Ahora empezaba a comprender que significaba ser un vampiro, ser un ser odiado por todos. Una vez que había olido la sangre de alguien podía seguirle hasta el fin del mundo.

Ahora se acercaba a una gran ciudad, por el camino aun no había atravesado ninguna ciudad y tampoco se había encontrado con ningún vampiro. Con un poco de suerte esto cambiaría en esta ciudad. Su maestra le había dicho que no eran una raza extraña y mucho menos poco numerosa, pero la gente como el se ocultaba con facilidad y no lo encontrarías a uno de ellos a no ser que el lo quisiese o te busque el a ti. Pero antes de ponerse a buscar tenía que alimentarse y que mejor lugar que una gran ciudad de noche con infinidad de callejones.

Había entrado en la ciudad poco antes de que cerrasen las puertas de la muralla. El Sol se escondía lentamente y Luizzic se preparaba para matar. Había encontrado una casa abandonada donde pudo esconder sus cosas después de colarse por una ventana. Se vistió con ropa negra que había robado de sus víctimas o había comprado y se envolvió con una pesada capa con capucha también del color de la noche. Una vez preparado se sumergió en la oscuridad, deslizándose con facilidad de tejado en tejado buscando una presa fácil. Llevaba un par de dagas envainadas en fundas de tela para que no tintineasen, su sable bien sujeto en el cinto y un cuchillo de caza en la bota. Con un poco de suerte nada de eso sería necesario.

Dejó de correr y se quedo parado, en un estrecho callejón dos hombres susurraban debajo de el. Ladrones, rateros o algún comerciante de baja moral como la mayoría. Se acuclilló en el tejado y les observó intentando descubrir cualquier cosa que le sirviese de ayuda. De los dos hombres uno era rechoncho y llevaba un delgado estoque en la cintura, un estoque muy adornado, probablemente para aparentar y no lo sabría manejar. El otro hombre era más fornido y se tapaba con una túnica gris, mientras hablaba pudo ver el brillo de una espada entre las ropas. Ese rufián sería el más peligroso.

Hizo un ruido para distraerles, ellos alzaron la mirada y vieron una delgada figura recortándose contra el cielo con la Luna llena justo detrás de el. Esa imagen solo duro unos breves instantes, pues se dejó caer mientras por el aire desenvainaba su sable de plata. Cayó sobre el mas musculoso con el arma por delante, le partió por la mitad literalmente. Se incorporó sin perder un segundo y hizo un giro con su sable. La cabeza de la segunda presa salió volando un par de metros mientras donde debería estar aparecía un surtidor de sangre. Se alimentó como hacía noches que no hacía y una vez saciado limpió su arma y la envainó. Un sexto sentido le hizo alzar la mirada. En los tejados que le rodeaban habían aparecido al menos media docena de figuras envueltas en negro. Una a una fueron desenvainando sus armas de plata y saltando al callejón, no podría decirse que parecían amistosos.

No preguntaron, directamente pasaron al ataque. Primero uno y después otro, sin parar. En cuanto rechazaba a uno otro le atacaba. Entre golpe y golpe podía observar a sus atacantes, llevaban capucha y se cubrían medio rostro con un velo negro pero podía ver sus ojos. Algunos los tenían azules muy claros, otros más oscuros y otros negros. Eran vampiros, gracias a los ojos se podía saber cuanto tiempo hacia que no se alimentaban. Tal vez les había fastidiado la cena.

Bloqueó un golpe de un sable y empujó con fuerza hacia atrás, antes de que el siguiente le atacase, Luizzic se giró y atacó a uno que tenía detrás pillándole desprevenido. Le sesgó una pierna para no matarle. No quería ganarse enemigos. Con la mano que tenía libre sacó una daga del cinto y se la arrojó a otro de los atacantes misteriosos. Había dos heridos y cuatro más en perfecto estado y además, muy furiosos. Atacaron todos de golpe, Luizzic se defendía salvajemente. Una espada se coló entre sus defensas y le cortó en el brazo izquierdo. Sintió la plata en su cuerpo. Golpeó con fiereza intentando rechazarlos, no podría contra cuatro.

Como le dijo su maestra “ante una batalla perdida, mucho mejor una rápida huida”. Saltó todo lo alto que pudo y subió a un tejado. Los atacantes de negro le siguieron corriendo tras él. Cuando alguien se le acercaba blandía su sable haciendo que se alejase. Uno perdió el equilibrio pero en seguida se recuperó y siguió la cacería. Los tejados se acababan y llegaba a una calle más ancha y larga. Saltó a ella y siguió la persecución por ahí. Uno de ellos saltó más que el y se plantó delante. Luizzic no frenó. Cargó contra el y le dio un fuerte mandoblazo que arrojó al rival contra el suelo. Saltó sobre el y siguió corriendo.

Giró en la primera calle que encontró pero se dio de bruces con un callejón sin salida, los edificios de esta zona eran más altos y probablemente no llegaría hasta arriba. Tomó posiciones para vender muy cara su vida. Los atacantes encapuchados doblaron la esquina y se formaron para que no pudiese huir. Uno de ellos se adelantó, parecía el líder.

- Prepárate a morir, sucio Maskin. Le dijo con un siseo.

- No se de que me hablas, pero no me derrotarás tan fácilmente –Contestó Luizzic, siempre desafiante.

El encapuchado se lanzó al ataque pero se detuvo justo a tiempo para evitar una lluvia de flechas plateadas. Ocho sombras descendieron de los tejados rodeando a los vampiros y dos más defendiendo a Luizzic.

- Guarda tu arma, Errante y sígueme. Nosotros nos encargaremos de los Vurdalak.

Una cuerda se descolgó del tejado y subieron por ahí mientras abajo se oían los sonidos de la batalla. Corrieron por los tejados hasta bajar a una plaza con una pequeña mansión donde entraron. El amanecer pronto encontraría los cadáveres y dejando como único rastro las ropas de los muertos.



Balthamos

Texto agregado el 20-09-2006, y leído por 236 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
09-11-2006 Me gusta esta parte. de pronto Luizzic se encuentra con cientos de su especie pero...¿son de su especie o él es único?***** josef
20-10-2006 Pues veo que ya nos has pintado el panorama que se vive en la ciudad, con dos clanes violentos y dispuestos a hacerse valer. Ahora, la cuestión es ¿por qué unos ampararon a Luizzic, mientras otros lo atacaron? ¿Y qué ha sido de Melban? ¿Fue finalmente absorvido por completo por su yo vapiro? Sigo! Ikalinen
29-09-2006 Vas enriqueciendolo mucho, te felicito ••••• esme_ralda
24-09-2006 Fascinante relato..algo sangriento, pero así mismo gana en interes...Muy bueno... churruka
 
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