Son las ocho y treinta,
la noche viene oscura,
las luces de la ciudad,
se encienden tímidamnente,
los faros de los coches alumbran por doquier,
las bocinas anuncian a los intrépidos,
las sirenas gritan una emergenca,
las gentes caminan indiferentes unas de otras,
la chica de los risos de oro, está sentada en el pórtico de su casa,
tenues halos de luz se deslizan por entre sus cabellos,
el otoño parece nacer en su frondosa cabellera,
las nubes pasan raudas a merced del viento,
entre ellas resplandece escarchada,
la faz de una tierna y enamorada luna en cuarto menguante,
mi corazón palpita aceleradamente,
mi respiración se hace entrecortada,
mi piel inesperadamente luce titilante y nerviosa,
las pelusas de mi cuerpo se erizan,
es que en noches como esta recorrí sus formas con mis labios,
ahogué sus gemidos en mi boca,
sofoqué su fuego con mi aliento,
guié su principiante boca con mis manos,
sacié mi sed en sus adentros,
bebí de sus aguas salinadas y juré que
"...mi amor solo conocería de sus besos y que nunca,
pero nunca la dejaría ni ella jamás me dejaría".



Hoy, es una noche de aquellas,
la blanquesina luz de luna
irrumpe silenciosa en mi alcoba,
el resplandor dibuja la silueta
de un bello cuerpo de mujer rendido en mi lecho,
se me hace un silencio inerte y las sábanas recien lavadas,
en un lenguaje desconocido,
me preguntan...¿también a esta le dirás que "......."



El sol anuncia su llegada,
está bajando las cuestas de mi serranía,
ella está de cara al mar, arrullada por cantos de sirenas,
esperando noticias mías,
mientras yo sigo preso aquí...
atado a otro cuerpo,
a otras caderas
a otros besos,



Alguna noche, algún día,
mientras te alisas,
he de llegar por tus praderas
y entre tus sábanas blancas
me perderé para siempre
...en tus adentros....
...y no más me dejes ir.