Solía oír que puedes pasar sin agua por más de una semana, pero no debes creer todo lo que oyes. Ya me han pasado sólo tres días y siento que puedo morir de un momento a otro. No tienes ni idea. Jamás he pensado tanto en mi propia vida. Como un mecanismo de defensa, supongo, me voy acordando involuntariamente de los acontecimientos graciosos de mi vida, como aquel día en el Parque del Oeste, con Lydia. ¿Te acuerdas? Me recordó tanto a ti, con su pelo brillante y firme, perfecta manifestación de la belleza. Lydia me era todo, ¿lo sabías? Tal vez nunca expresé lo que sentía por vosotros, que siempre os esforzabais para mostrarme vuestros sentimientos hacia mí. Lo siento si no he sido un buen padre para Lydia. O buen esposo para ti. Ahora me imagino que no os veré nunca más. Nunca podré remendar nada. Lo que ha pasado ya pasó. Mejor olvidarlo de completo. Mejor vivir con ignorancia del pasado e inventar nuevos detalles.

Terminó mucho peor aquí que se pensaba en Madrid. No sabéis nada allí. Nadie sabe nada. Sólo nosotros, los que lo sufrimos cada día. Me tienen en una celda fría, sin luz, sin baño, sin nada que leer, sin compañía. ¡Sin agua, lo creerás! Me dicen que estoy loco, pero lo dicen a todos—les oigo. Si miento, es que tengo que mentir…. Pues, sí, estoy loco: ¡porque no me dan de comer! Al azar nos sacan con pala de la linda ciudad y acabamos aquí, donde quién sabe, y nos privamos de cada una de las necesidades mortales, como si hubiéramos cometido crímenes horrorosos.

Me gustaría mucho veros de vez en cuando. ¿Por qué no me visitáis? Pues, yo sé. Los idiotas no os dejarán pasar. Está bien.

Tengo un amigo—mi compadre de celda—que también tiene familia. Me cuenta de ellos todos los días. Y yo le cuento a él de vosotros. Pero no me cree. Pues, ¿qué piensa?, ¿que estoy mintiendo? Yo nunca miento, pero nunca. No tengo porqué mentir. Estoy en una celda, ¡por Dios! Tengo todo el tiempo en el mundo para la imaginación. ¿Por qué mentiría, güero? Cuando hablo de mi familia, tú escuchas y te callas, ¿vale? ¿O es que te parezco loco a ti también? Bueno, ¡tú puedes irte a la mierda! ¡Estoy hablando con mi esposita, que obviamente no está muerta, como la tuya! ¿Y qué pasó con el último trocito de pan? Ya te lo comiste. Joder. Y el agua, no está clara, güero. ¿Qué has hecho?... ¡Ay!, ¿desde cuándo no te duchas? Tres días. ¡Venga! ¿Qué te pasa? ¿Es que te gusta recibir la paliza todos los días? Sabes bien que los guardias no harán nada. Están sordas, las cerdas. ¿Sabes? Te puedo ahogar cuando sueñas y no ocurre nada, güero.

Vamos, no pasa nada. Sigue contándome.