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Alucinar. Alucinar es el verbo que define tus actos cuando sales a bailar un sábado en la noche. Te alucinas joven, eterno, bello e inteligente. Por eso hoy, que es sábado en la noche, quiero alucinar.

Mi nombre preferiría reservarlo, mantenerlo oculto o escondido, pero es obvio que es mejor identificarme. Soy Mauricio, Mauro para los más cercanos; pero bien podría llamarme Juan, Iván, Sergio, Camilo o cualquier otro nombre de moda. Los seres humanos tenemos una fuerte necesidad de identificarnos... la identidad es un concepto difícil de definir pero tan sencillo de usar. Pura mierda, es sábado y no son horas para entrar en un debate académico. Llamo a Isabella, quiero verla. Ella también desea alucinar. Pero uno al verla alucina con ella. Es el tipo de mujer joven con la que deseas tener algo carnal. Y no es que tenga el mejor cuerpo del mundo. Ella transpira por sus poros cierta aura de misticismo, de erotismo, de sensualidad. O quizás pueden ayudar también ese par de hoyos que tiene en su baja espalda, esos mismos que se pueden ver cuando al agacharse su sube su blusa, esos mismos que deseas tocar y acariciar, apretar, tener cerca, morder, tomarla de ahí, creer que el placer se esconde allí.

Mi novio no está en la ciudad y no sé, de pronto, me quedo en mi casa. En serio Isa, animate, vení conmigo. Es que no sé. ¿Pa donde se fue tu novio? Se fue a un congreso en Bogotá ¡Ajá! Cómo si esa excusa no fuera vieja, caminá nos vamos ¿Sabés qué? Morite, morite porque yo confío en mi novio y él no es ningún malparido como vos... abstracción. Como si Bogotá no fuera bastante grande, no hubiera tanta discoteca y tanta nena suelta. Sí, él se está quedando donde unas primas. Sí, que ellas son muy decentes. Sí. Tan decentes que prefieren dárselo al primo para que ningún extraño piense mal de ellas. Tan decentes que le gatean a tu novio por las noches. Igual, como todo queda en familia. Cómo se nota que tu novio no te cuenta todas esas cosas, pero yo no soy tan perro para decírtelo... Oye, Isa, calmáte, era una broma ¡Pues tan gracioso! ¿Entonces vamos? Ya me hiciste dar malgenio Mauro. Vamos que yo te animo, vamos ¿Y a dónde? Porque yo no me pienso quedar como una gueva sentada afuera del Desván. No, fresca, yo quiero ir a Alterno, quiero... ¿A Alterno? Pero si siempre ponen la misma música. Yo sé pero ¿Conocés algún lugar donde emborracharnos con poca plata? No, entonces te espero a las 10 afuera, en la entrada, Mao.

Perfecto. Isabella sin el novio, sin Leonardo (que ha de estar cogiendo con las primas). Oportunidad en bandeja de plata. Es como dejar el queso (¿Quién se ha robado mi queso?) afuera de la nevera, sin un gato cerca, para deleite de los ratones. Cuando el gato se va los ratones hacen fiesta. Tomo el teléfono ¿Jhon? Vestite pa’ que vamos pa’ Alterno. Listo, yo caigo con un amigo. Nos vemos a las 10 en la entrada. Cuelgo. Buscar algo de comer, calentar algo en el microondas, comer, tomar la toalla, meterse al baño, ducharme, enjabonarme por completo, vestirse, convers, jean, camisa negra, alistar condones, billetera, la plata, alucinar.

Mientras voy en el bus pienso en ella. La conocí hace mucho, cuando recién había entrado a la universidad, cuando uno cree haber tocado el cielo con la punta de los dedos, cuando uno llega a un universo que le abre los ojos, como la mirada de un campesino al llegar a la ciudad. El caso es que Isabella también era primípara y compartíamos la misma sensación, los mismos ojos ingenuos ante el mundo, los mismos ojos brillantes al sentirnos adultos por tener al fin compromisos serios, la misma sonrisa al andar con gente nueva. Demasiado poético. A mí siempre me fascinó. Soñaba día y noche con ella. Fantaseaba con estar a su lado, con tenerla así bien cerca, en ropa, interior, quitarle el brasier, bajarle la tanga y... pero consiguió novio entre los mismos compañeros nuestros. Leonardo fue el malparido con suerte ¿Suerte? El que más verbo tenía, y la conquistó. Tres meses después pude ver en su cara de pelmazo un gesto pícaro y envidiable. El hijueputa se estaba comiendo los dulces que yo quería comerme. Después se pasó de carrera pero no cambió de novia. Van dos años desde que la conocí... aún sigo delirando con ella.

Jhon llega quince minutos después de que yo llego. Viene acompañado de alguien a quien nunca había visto: un muchacho de cara fina, o cara de niña si se puede decir. Jhon viene de tenis, jean y una camisa negra de My Chemical Romance. El otro viene de camiseta blanca, jeans, convers rojos y varias manillas en los brazos. Parece una niña disfrazada de niño que aún conserva sus rasgos de niña o un niño que se disfrazó de niño y el disfraz le quedó demasiado bien. Se llama Felipe (¿Tiene que seguirnos importando su nombre? Si bien podría llamarse José, Carlos, Laura, Andrea, Karen, Natalia, Diana) ¿Entramos? No, tenemos que esperar a Isabella ¿Y eso? ¿Y el novio qué? El novio anda en Bogotá. El niña saca una cajetilla de cigarrillos. Pido uno. Hace un poco de frío. Hubiera traído mi chaqueta, algo para abrigarme. Pero... adentro ha de estar muy lleno, la chaquea no hubiera servido de nada. Suena una canción de No Doubt, no importa cuál, Isabella no llega, se demora, es igual a todas las viejas, siempre llega tarde. Y si llega temprano es toda una hazaña para ella. O porque la sagrada y divina conciencia de Krishna se apiadó de nosotros.

Se acaba el cigarrillo. Y el de Felipe. Voy a llamarla a su celular, me acerco a la señora que vende dulces y minutos. Antes de pedirle que la llame miro para atrás y la veo llegar sonriente ¿Cómo diablos puede llegar sonriente después de cuarenta minutos? Perdóname, es que cuando venía para acá llamé a Leonardo ¿Y? Pues que estaba rumbiando y se oían un resto de viejas ¿Podés creerlo? (¿Leonardo? Imposible. Él que es tan santo, tan decente, tan fiel). La miro con cara de “te lo dije”, ella baja la mirada ¿Entramos?

La pista está llena. No hay mesas disponibles. Nos vamos a dar vueltas a ver si podemos hacernos a un ladito. El niña nos dice que vio a unos amigos suyos. Vamos con él. Nos presenta. Erik, David, Beto. El tal Beto está mirando demasiado a Isa. Lo miro con cara de “malparido hijueputa ¿Qué le estás viendo a mi nena?”, así marco mi territorio. Ellos tienen mesa, cerca de la pista, cerca de los baños y de la sala donde está la mesa de billar y los casilleros. Pasa cerca de mí una nena, me saluda, la conozco de la universidad, no me le sé el nombre. Solamente sé que tiene un buen par, con eso no se necesita saber el nombre. Lo malo de Alterno es que, por un lado, siempre ponen la misma música (como dijo Isabella) y por el otro ves a la misma gente que ves en la universidad. Y lo peor es que te saludan como si tú fueras su mejor amigo, hermano de sangre. Con sonrisa hipócrita y todo.

La nena del buen par había ido al baño y ahora regresa. Ese baño está súper lleno. No puedo evitar lanzar un par de miradas a sus senos (que es muy feo usar la palabra tetas, aunque ambas signifiquen lo mismo) ¿Desde qué hora estás acá? Acabo de llegar. Yo estoy por allá, cerca de la pantalla donde proyectan los videos, estoy con unos amigos ¿Y tu novio? (Que bastante debe gozar contigo y tus dos amigas) No, no tengo ¿Y eso? (Lo piensa un instante, sonríe, señorita a mí me gusta su style) Porque no que nadie me joda la vida ¿Y vos y tu novia? (Sonrío maliciosamente) No, no tengo porque no quiero que nadie me joda la vida. Ella me mira, pica el ojo y se va mientras me dice que más rato nos vemos. La miro. Desde determinado ángulo se puede ver que también tiene buen trasero. Como para alucinar.

¿Y esa vieja quién era? Isabella se acerca más por curiosidad femenina que por celos. Nadie, sólo una amiga. Jhon ya está en la pista, suena Toxicity, que poco me gusta System of a Down. Veo a una pareja besándose desenfrenadamente mientras el tipo le canta a la tipa esa canción que nada tiene de romántico. Payaso ¿Recuerdas amor nuestra canción?

Lo bueno de Alterno es que siempre se ve mucha vieja buena y ganosa. Como la flaca de ojos achinados, cabello largo y un par de palitos chinos en él. O una muchacha delgada de cabello corto que baila sexy. Cierta vez, hace mucho ya, se pegó a mí (¿O yo a ella?) y nos movimos así, despacio. Entonces pude ver su piercing en la nariz, sentí los estragos de la cerveza en su sangre, sus ganas de más, creí que en momentos le incomodaba la ropa. Pero no pasó nada. Cuando nos vemos ella me saluda, como ahora que está en la pista, lleva el cabello recogido en una pequeña colita, una blusa blanca, un pantalón negro y unos tenis. En ocasiones, el color negro y los convers se convierten (por no decir que lo son) en el esquema para estar en Alterno.

Voy por mi cerveza. Acá puedes tomar toda la cerveza que quieras hasta las dos, después de esa hora te la venden. Pero a esas alturas de la noche todos están ebrios, llenos de cerveza o con sueño. Por eso, antes de que sean las dos la gente corre a llenar sus vasos (sólo te dan un vaso, el cual debes cuidar toda la noche porque si lo pierdes o te robas uno o no bebes). En la fila para la cerveza veo a Isa. Se acerca a mí. Es mi segunda cerveza, es que tengo rabia con Leo, es un maldito porque... (en este antro siempre podrás encontrar a una vieja o dos llorando porque justo acaban de pelear con el novio, una nena que anda en busca de plan para más tarde, un tipo que sacan los de seguridad porque está demasiado revoltoso en el pogo, un par de muchachos en el baño metiéndose cualquier polvo raro en la nariz, un pelmazo que se embriaga no más entra al bar, y si estamos de suerte, una pareja de novios que acaban de pelear porque un tipo o una vieja anda coqueteándole a su pareja descaradamente, y para colmo de males, el otro se dejó coquetear como si nada) ¡Ah! ¿Vos te imaginás? O sea, él sí puede hacer lo que se le dé la regalada gana pero yo, yo que no salgo nunca, yo, yo no puedo divertirme... (Lo que no sabe el desgraciado es que la dejó en el punto en el cual yo puedo aprovechar la situación y voltearla a mi favor) o sea ¿Qué pretende? ¿Qué yo me quede como una boba encerrada en mi casa? Pues tiene huevo (Ya me harté de diez minutos de quejas, me tomé ya mi cerveza, ella hizo fila para pedir la tercera y esto parece que va para largo) Sí, vos tenés toda la razón Isa, a ver, hagamos fondo blanco, eso, eso, así, te falta un poquito, y ahora vámonos a bailar.

Sabes que es verdad, sabes que el amor existe, sabes que es verdad, lo sabes, lo sabes, lo sabes... pero en todo caso no está en Leonardo ni en el amigo del cara de niña que bastante te mira. Alucinas estar con alguien que te quiera, te pegas a mí, bastante te gusta esta canción. Estás prendida, hace mucho no estabas así. Quieres sentirte bien, fundirte con el ritmo de la música o fundirte en mí, te pegas aún más y puedo sentir tu cuerpo moverse, puedo sentir como vas despertando en mí algo que hace que te pegues más. Sabes que es verdad.

Diez minutos después estoy en la fila para más cerveza y sigo tratando de bajar una erección que lleva tu nombre Isa. Detrás de mí hay una pareja de gays hablando algo de un baño turco ¿Pero vamos a ir? No sé, tengo que escapármele a... Isabella sigue tomando. Jhon y Felipe están prendidos. Por cierto, ellos acaban de salir. Me dan mi cerveza. La nena del buen par se acerca a mí ¿La estás pasando bien? Sí, una chimba ¿Y vos? También ¿Tenés un cigarrillo? No... (el niña los tiene y se los llevó con él) Comienza a sonar King of the Bongo. La nena del buen par quiere bailar. Voy hasta la mesa y dejo la cerveza allí. Ella se mueve más o menos bien. Tiene en sus senos algunas gotas de sudor. Bailamos. Ahora suena Pump It y la pista se llena. La nena no se separa de mí, veo a Isabella bailar con el tal Beto, ella se ríe ¿Y qué? ¿Para dónde vas al salir de acá? Me pregunta. No sé ¿Por qué? (Tienes un buen par de opciones que me gustaría sopesar) Por que nos vamos a ir a seguirla en la casa de un amigo ¿Querés venir? El problema es que vengo con otras tres personas. Ella hace mala cara. Bueno, cualquier cosa me avisas. Se acaba la canción, me da un beso en el sitio donde comienzan mis labios, me voy a la mesa.

Jhon y el niña regresan. Tienen los ojos pequeños y rojos. Me huele a un leve rastro de marihuana. Están nerviosos y se ríen de cualquier maricada. El niña y sus amigos se van a bailar. Jhon se acerca ¿Y este man qué? ¿Qué de que? Pues qué, de donde es o qué. Ahhh... es un amigo del barrio ¿Tenés cigarrillos? Sí, aquí tengo los de Pipe. Tomo la cajetilla y el encendedor. Esperame, ya te los traigo. Jhon sólo se ríe. Voy donde la nena del buen par de tetas (debería preguntarle su nombre, para al menos saber cómo se llama la portadora de aquellas maravillas). Ella me ve, está sentada sola en la mesa ¿Y tus amigos? Bailando (sí, como si Lithium de Nirvana pudiera bailarse... más bien están pogeando) ¿Y por qué no estás con ellos? Por que a mí no me gusta el pogo. Te traje tu cigarrillo (se lo ofrezco, ella lo toma, se lo enciendo, le da una larga calada) Gracias, lo necesitaba. Miro para atrás buscando a Isabella: está hablando con Beto, ella tiene una cerveza en la mano. Ahora se ve ebria ¿Y al fin para dónde vas? Con mis amigos, es que la nena que viene con nosotros está a mi cargo y yo la veo muy borracha. Lástima, tenía ganas de que vinieras conmigo (Yo tengo ganas de venirme contigo, o en ti, no más dime cuándo) Tranquila, eso lo podemos solucionar, dame tu número. Ella me lo dice ¿Y tu nombre completo? (Es buena táctica para cuando no te sabes el nombre de alguien) Diana Osorio (¿Y tus dos amigas? ¿No tienen nombre? Cuando quieras las bautizo) Dime cuándo me vas a llamar. Dime más bien cuándo quieres. Por mí puedes venir conmigo. Sonríe sensualmente. La beso. Poco importa el sabor a cigarrillo. Nos separamos, prometo llamarla la semana entrante. Me detiene. Dame tu número, me dice. Lo anota, se despide nuevamente de beso en la boca, se pega bastante. Piensa en todo lo que te puedes estar perdiendo (Isabella no podrá tener el buen par que tú llevas arriba pero tiene un buen par de nalgas y dos hoyos en su baja espalda, sorry, creo que tú eres la que se lo está perdiendo) Si, lo sé, me lo pierdo pero yo te llamo esta semana.

Cuando estás bailando en la pista te dejas llevar por lo que sientes. No importa si él de la izquierda se mueve raro o la nena de más allá lo hace bien. Aquí, al parecer, nadie se fija en cómo bailas, en cómo te mueves. No importa. Lo vital es que cuando suene Superstylin’, My favorite game, ¿Are you gonna be my girl?, Seven Nation Army, Personal Jesus o cualquier otra, lo vital, es que te dejes llevar, que dejes que la música que entra a tus oídos pase de una a tu torrente sanguíneo. Que alucines, que pienses que ese instante es eterno y etéreo, que le des gracias al dios al que le rezas (si lo haces) por haber nacido diferente en una ciudad donde la salsa, el regueaton, el ballenato, la música de cantina y el merengue pululan y se reproducen en casi todos los parlantes de tu puto barrio. Das gracias porque eres joven y siéndolo quieres parecerlo. Das gracias a la sociedad de consumo porque le ha vendido a todos la idea de la juventud como el estado paradisíaco. Das gracias por no ser un jodido rapero que canta algo que para ti no tiene sentido; por no ser un salsero que brilla zapatos de charol con pandebono frío; por no ser un chico de bajo estrato que viste con camisetas de equipos de fútbol, béisbol, basketball. Y mientras oyes Light my fire, Rock in the Casbah, I was made for loving you, Welcome to Tijuana, Boys and Girls, Two Princess, Staying alive ó cualquiera de The Cure o de Beastie Boys te vas llenando de una energía etílica, alimentada por el humo, el olor a cigarrillo, el sudor de la gente. Y así alucinas, sin darte cuenta que te estás embriagando, que sin querer le metiste la mano en la axila a alguien, que empujaste a la flaca que está detrás de ti, que pisaste al gordo barbado que estudia arquitectura. Alucinas en una especie de furia colectiva, dentro de una masa amorfa que es la gente que baila, queriendo sentirte único al lado de otros que desean lo mismo. Por eso cuando el DJ que coloca la música dice “ A partir de este momento la cerveza será vendida por tan sólo...” corres a llenar tu vaso, para embriagarte más, para seguir alucinando. Por eso cuando se prenden las luces, se abren las puertas y todos salen te sientes feliz porque disfrutaste, porque viajaste en tu mente a un lugar al que la tradición cristiana ha llamado paraíso.

Ahora son las 3, ya encendieron las luces, todos están saliendo. Diana, la nena del buen par, se pierde entre los que van cruzando la puerta. Isabella, Jhon y el niña están bien podridos por la borrachera. Yo estoy medio – medio. Antes de salir voy al baño a orinar. El suelo está húmedo, ya sea por agua, por orines o por cerveza. Huele feo. No soy capaz de orinar aquí. Prefiero salir.

Ya en la calle Jhon nos dice que Felipe está solo en el apartamento que comparte con su hermano ¿La seguimos? En el apartamento tengo un vinito que nos podemos tomar ¿Y tu hermano no dice nada? (pregunto, porque es bastante maluco llegar a un lugar a seguir tomando, poder orinar y vomitar sin tener que hacer fila ni esperar mayor cosa, pero te hacen mala cara y te están sacando con el primer rayo de sol) Mi hermano llega el martes, está en Medellín haciendo no sé qué putas. Isabella está recostada en mi hombro, solamente dice “estoy muy borracha” y eso a duras penas se puede entender. Miro a Jhon, él pone cara de “listo, caminá, no hay nada que perder”. Ok, vamos.

En el taxi Isa va murmurando sobre su novio; reproches, quejas, insultos... el niña va adelante. Jhon va en silencio. El apartamento queda en un cuarto piso, subir con Isa en el estado en que está es algo muy tortuoso. Casi se cae dos veces. Al llegar ella se tira de una en el sofá de la sala, Jhon va al baño, yo me quedo de pie y el niña va hasta la cocina y regresa con el vino. Destapamos la botella, encendemos cigarrillos, no sé de qué puedo hablar con él (como sí en el mundo no pasara tanta cosa interesante, tanto enfrentamiento en Medio Oriente, tanta violencia en las calles, tanto para comenzar una conversación típica de borrachos). Jhon regresa del baño. Ellos comienzan a hablar de lo que vieron en Alterno: dos viejas que se besaron en plena pista, un tipo se cayó en medio del pogo ¿Viste cómo le pegué al malparido de buzo verde? Se ríen. Isabella se queja. El niña me dice que la lleve al cuarto del hermano para que duerma tranquila. Jhon se me acerca y me susurra al oído: “parce, si quiere hágale que todo bien”. Pica el ojo. Ajá, él sabe las ganas que yo le tengo, me pasa disimuladamente un condón. Hágale que es bien. Voy con Isa hasta el cuarto que el niña me indicó. Entramos y cierro la puerta. Ella se tira en la cama. Voy hasta donde ella, le quito los zapatos y las medias, me quito los míos. Mao abrazame... lo hago. Puedo sentir su olor entremezclado con sudor, cigarrillo y cerveza. Se pega a mí, siento que llora un poco, se calma, me mira, la miro. Silencio incómodo, aún a oscuras puede verte Isa. Acaricio su mejilla. Leo es un maldito. No piensas más en él, mira que no te merece. La miro fijamente, ella también. Me acerco más. ¿Por qué eres tan lindo? ¿Por qué no me fijé en ti en lugar de él? Tú siempre has estado conmigo. Lo hago porque me nace, porque tú lo mereces. Me toca la mejilla, continúo acariciando su rostro. No lo dudo más, la beso. Por un momento ella accede pero se retira. No, esto no puede ser, vos sos mi amiguito. Isa vos me gustás. Tú me pareces lindo pero... ¿Pero qué Isa? ¿Pero qué? Nada. Hormonas, alcohol en la sangre, un corazón herido, oscuridad, solos ella y yo ¿La ecuación da como resultado? Ella cierra sus párpados y me besa. Nos besamos. Le acaricio la espalda. Nos besamos. Me voy excitando, ella también. Me muerde los labios, me araña la espalda, enreda sus piernas con las mías, damos vueltas, se detiene. Alto.

¿Tienes condón? Me sonrío, meto la mano al bolsillo y los dejo sobre la mesa de noche ¿Eso responde a tu pregunta? Ella se quita la blusa, me quita mi camisera. Desabrocho su brasier, se lo quito. Le doy la vuelta; le beso la nuca, los hombros, la espalda y los dos hoyitos. Gira, me muerdes el hombro. Suspira, jadea, abre sus labios, inhala, exhala. Le quito el jean, me quito el mío. Adiós boxers, adiós tangas brasileras. Bajo por su pecho, me entretengo con sus pequeños senos (como a mí me gustan, pequeños, suaves, firmes), su ombligo. Siento el olor de su sexo, siento su sabor. Con sus manos se aferra a las sábanas, arquea su espalda, tensa las piernas. Me concentro en ella, me toma del cabello. Acaricio sus muslos, no oigo nada, ella deja escapar un pequeño gemido. Subo, le beso el cuello, ella gira, se pone sobre mí, me besa el pecho, me toma con sus dedos, baja... ahora soy yo quien se aferra a la cama, arquea la espalda, tensa las piernas y deja escapar un leve gemido. Se siente cálido, sube y baja, baja y sube. Sube... ponte ya el condón. Tus deseos son órdenes. La penetro hasta el fondo. Me clava las uñas, muerde mi oreja ¿Acaso se puede alcanzar el cielo en el cuarto de un desconocido? Sí. Estamos moviéndonos frenéticamente. Y yo que creía que no habría más alucinaciones esta noche. Me encanta tu sudor, tus uñas, tus senos, el olor penetrante de tu sexo, tus fluidos, lo sutil del momento, el aumento de tus gemidos. Aráñame más, lacera mi carne, tómame, déjame dentro de ti ¿Ya ves quién es la que se lo está perdiendo? Te aferras a mí, la oscuridad se hace más densa; no, soy yo que he cerrado los ojos, ya viene, ya viene, tú vienes, también vienes...

Creo que ya ha pasado una hora más o menos. Me duelen los muslos. Isabella duerme plácidamente. No se da cuenta de que me levanto, la observo, desnuda durmiendo. La veo muy hermosa. Aún en la oscuridad me parece ver que en sus labios se esboza una leve sonrisa. Busco mis boxers y me los pongo; verla dormir me sobreviene una erección. Tengo sed, quiero beber algo de vino. Abro lentamente la puerta para que Isabella no se despierte. Voy a la sala pero Jhon y el niña no están, tampoco la botella. El puto apartamento está a oscuras y tengo que caminar a tientas. Voy a la cocina: no están. No abro la nevera por pena, porque acá no tengo confianza. Regreso buscando el vino. En el cuarto siguiente, que es una especie de sala de estudio, tampoco están. Queda un cuarto, abro lentamente la puerta, alcanzo a percibir algo. Los veo. La erección se me va. Jhon y el niña están desnudos, su ropa está dispersa por el suelo, están teniendo sexo, el niña (lo reconozco por sus manillas) está sentado sobre Jhon, que está acostado. El niña sube y baja, gira su cabeza, alcanza a verme, no se inmuta, parece disfrutar mi presencia, le excita que los vea, se acomoda más, Jhon no me ha visto, tensa sus piernas...

Me quito de ahí, se me quitan las ganas de todo. Vuelvo con Isa, me acuesto a su lado, la abrazo, siento sus hoyitos, siento su cuerpo. Siempre soñé estar contigo Isa, ahora no sé que va a suceder, ante la incertidumbre del futuro prefiero disfrutar del encanto del presente. Cierro los ojos, sueño contigo, sueño en ti.

Hacia el mediodía nos despertamos. Ella evita mi mirada. Nos vestimos en silencio como dos extraños que se encontraron casualmente para pasar la noche. Voy hasta el otro cuarto, toco la puerta, Jhon ya nos vamos. Nos despedimos del niña, él me mira queriendo simular un gesto sexy, sensual. Bajamos las escaleras. Recuerdo que no boté el condón a la basura. Salimos a la calle y el sol nos da de lleno en la cara, tratamos de cubrirnos los ojos. Miro a Jhon, él me mira y adivino en sus ojos la vergüenza que está sintiendo, ojos que piden perdón, ojos que se saben delatados. Isa no me habla, evita mirarme. Los tres vamos distantes. No sé qué decir... el sol pica en la piel, en cada poro, sudo fuertemente, caminamos retirados, nos hemos distanciado para siempre, maldita alucinación, pica el sol, quisiera que se evaporaran los recuerdos de ayer.

Texto agregado el 28-12-2006, y leído por 1413 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-12-2007 Lenguaje crudo, directo, coloquial, sin adornos. Me agradó leerte. zepol
20-11-2007 ......ufffff......esi si es intenso!!.te felicito.-......me gusto..... magggica
04-05-2007 es bueno t entretiene PXNDX_GESA
03-03-2007 Me gusto mucho la forma como lo narraste y el lenguaje que utilizaste. Me atrapaste en la lectura***** gatubela40
 
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