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Inicio / Cuenteros Locales / zaga / Los ojos de Ariadna (viaje mítico contemporáneo)

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Tomás veía algo que le movía el pecho,
¡Aquella mujer lo miraba como su madre!
Esos ojos… pronto harían que los suyos lloraran,
Le preguntó si la conocía,
Le preguntó por su madre,
Ella había muerto hace ya meses
Casi un año, sabía de sobra,
Pero no entendía cómo la sentía viva
y no podía dejar de mirar aquellos ojos.
- No se si deba decirte- contestó al fin la dama
-he enfrentado a la ceguera y tu madre ahora ve por estos ojos-
¿Pero qué cosa dijo?, Tomás no cabía en la emoción,
Buscaba cada día una parte de ella…
-Tomás, cuéntame de tu madre- pidió la mujer- dime qué es lo que buscas,
por que la amas tanto… cuéntame de su vida…

Ariadna tuvo su nombre de quien auxilió a Teseo
con un hilo de oro, salvó su vida por amor
Ariadna cambiaría su destino
Porque a la antigua Ariadna se la abandonó.
Su infancia fue veloz
Tempranas sus palabras,
La escritura la siguió desde los cuatro o cinco,
Y así como este hito marcó el comienzo de la historia universal
Principia también el camino de Ariadna.
Su voz desde niña fue muy escondida
De noche cantaba,
y por el día imaginaba el sonido de su voz danzante
por las notas de una cancón
Ariadna escribió su primer poema a los cuatro
Aún sin saber tomar un lápiz
Comenzó su búsqueda existencial preguntando
Muy curiosa, como toda niña,
Más a los seis se la entró a una sala y se le dijo
“este es tu destino, te quedan muchos años”
Su interés por las personas crecía,



Le importaba saber qué pasaba en su cerebro,
cómo se forma un sentimiento,
Se preguntaba a menudo ¿opinarán las plantas, los animales?
¿Se sentirán mal al no poder hablar?,
y aquí creció aún más su amor.
Ariadna amaba la vida y quería surgir,
Leía todos los días y escribía,
Su vida la puedes ver leyendo en cierto cajón
Que, bajo su cama, escondía, en clave de prosa,
Los versos más secretos, su cerebro, su corazón.
Pero continúo esta historia tan bella,
La de mi madre, la dueña de tus ojos
Tu alma hoy está, de seguro, cambiada,
Porque la mirada de mi madre purifica y sana a quien ella ve.
Mi madre soñaba con ser feliz como lo era entonces,
Pues sospechaba las cosas que se vendrían encima,
Y aprendía, todos los días algo nuevo,
Y comprendió que su misión era ser y hacer feliz,
quería estudiar una carrera anhelada,
ser la mejor en su labor, superarse, y no autolimitarse,
quería una familia feliz, inseparable, llena de amigos,
encontrar sus dones para usarlos, ser justa y sabia,
la mejor madre… sí, la mejor
Muchas cosas la angustiaron en adelante,
Mas su vida prosiguió,
Ariadna jamás dejaría entrar
Ese mal circundante que tantos años la angustió,
Su casa era el limbo de su vida,
Quiso irse, y no sin razón,
Quiso hablar, y sus padres
Oían su cerebro y no su corazón
Su padre de voz fuerte,
la madre de pesada mano
intratables ambos, agresivos, prepotentes y gritones
juntos o separados,
Ariadna temía ser injusta
Por lo aprendido aquellos años,
Temía por sus hijos, soñaba con amarlos,
Temía algún día, de algún modo maltratarlos,


Pero su meta estaba hecha, y no habría decepción,
Se fue entonces de su casa,
Viajó y llegó hasta el mar,
Se sentó en la orilla y le dijo:
”tú eres mi vida,
Cada día tiene su marea,
Cada ola su dificultad,
¿Por qué no te calmas un momento?
Descansa y me dejas descansar”
La voz de Poseidón resonó no en el aire,
Parecía llegar de las rocas, bajo el agua:
”aprende a querer mis olas, mi espuma, mi brillo,
Ama la vida que en mí vive,
Ama las rocas y la profundidad,
Ama lo oscuro, lo luminoso,
Ama la apariencia de mi superficie,
Pero ama, aún más, la vida de mi profundidad,
Y no me intoxiques con cosas ajenas,
Sólo arrójame lo que conmigo va.”
Así pues, maduraba Ariadna,
Y maduró también su corazón,
Y aprendió a querer cada parte de la vida
Y caminó más firme y más decidida.
Su carrera, psicología, estaba terminada,
Hizo postgrado y magíster lejos de su pueblo y su ciudad
Había logrado algo,
Pues amaba su trabajo, lo hacía con afán,
Su mente ahora era más clara, más amplia,
de acuerdo con su edad.
Bien, amaba lo que hacía,
Pero, ¡cuidado! que aún quedan tareas,
No sea cosa de pasar la vida entera
Embobada en la primera.
Un paciente estaba mal,
Depresivo y estresado,
no salía de un cuartucho de planchar,
mi madre salió de su consulta,
y, atravesando la ciudad y en su apuro en la llegada,
chocó con un auto que no vio pasar,


“¡rayos! ¡Siempre yo, por qué!”
Supongo que pensó,
Pero la verdad es que todo se aligeró
Cuando, por su ventanita,
asomó el rostro el otro conductor.
Pasó el destrozo a segundo plano,
Y mi madre se prendó,
No era amor a primera vista,
Pero lo que fuera, le pasó a los dos,
El asunto del pago fue otra excusa
Entre distintas que nacen en el momento,
Ciertamente, el hombre no era feo,
pero tampoco un monumento.
Fue más profundo lo que sintieron,
Más duradero que mero amor,
Eso ya no tenía nombre,
Inmolaban de lealtad
Se casaron, pues al tiempo,
Como era de imaginar,
Mi madre, vestida de blanco,
Con un ramo de rojas rosas
Y un peinado otoñal.
Galopa mi sangre cuando hablo de ella,
Fue muy amante de la vida, la verdad,
Amó cada patada que le di a su vientre
Y cada mirada que mía o de mi padre,
Detenía nuestro tiempo y nos hacía cómplices.
Si nací, fue por que quise
Me adelanté, para ver a mi madre,
Y descubrí que su voz era más dulce si me veía, más tierna,
Y su rostro lloraba de alegría si papá me hacía reír.
Nuestra familia fue muy bella,
Es mi fuente de paz, de calma, de cariño,
de ternura y de consejos,
De retozar en el regazo de mi madre
Y de hablar y abrazar a mi padre.
De jugar y reír, de estudiar y pensar,
Y, a pesar de la muerte de Ariadna,
Ya cerca de un año atrás,


Mi hogar ha vuelto a ser mi hogar
Y mi madre… siempre ha sido mi madre,
Aquí hacen falta sus caricias, sus palabras,
Pero la tendremos, mi papá y yo,
Siempre cerca de los latidos,
muy dentro de cada capa de piel
entera y por partes, si citamos sus versos,
dispersa o concentrada, según cuántos la necesitemos.
Sí, mi madre cumplió su misión,
Nos hizo felices, nos cobijó,
Encontró sus dones y los usó,
Abrió sus brazos a quien la necesitó,
Ejerció su carrera por muchos años,
Hasta que el tiempo la descansó,
Terminó su vida muy sabia y culta…
Terminó su vida… lo dicen por ahí,
Pero sólo su cuerpo dejó
Y heredaste sus ojos
Los ojos del valor, la perspicacia y del amor.

Texto agregado el 09-05-2007, y leído por 1463 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-12-2008 Qué relato tan lleno de intimidades que el mismo lector hace suyas ¡excelente! ronaldhao
22-10-2007 me emocionó tu relato gracias por haberme invitado a esta aventura hacia tu interior. elestupidodesiempre
 
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