A veces nos pasamos toda una vida agonizando sin siquiera darnos cuenta de la realidad...


Estar sin vos es sólo un atisbo de lo que los días me delatan; son esos instantes pujando para verte; las mañanas solitarias de esperas bajo un paraíso errante... Estar así me convierte en la depositaria de toda voluntad ante el conjuro de tu reino, como un inseparable compañero de códigos distantes... Y te veo llegar agazapado; cómplice; durmiente; tremebundo; mi hombre de letras hecho figura; distancia de los Dioses; manantial de eternas almas...
El tiempo nos aísla en distintas latitudes sin llegar a concretarlo: al norte tu mirada se dilata ante los sueños; debajo el continente de esa piel doblega mi emoción; de este a oeste unos brazos extendidos me poseen en interminables fugas. No hay manera, aún sin estarlo seguimos perteneciendo a ese equidistante desenlace espiritual; compartiendo milenarias penas; vibrando al son de pareceres... Entonces canto; río; lloro; me resigno a olvidarte; crezco; te sigo amando; desaparezco; me aferro a esos otros mundos transitados, mientras insistes ser un espectro destinado a repetirte; ilusión atemporal; plegaria de mi sed hurgando el mundo de las venas...
Vivir sin vos sólo refuerza este deseo de tenerte y no vagando un paradero sin retorno...

Ana Cecilia. ©