Esperaba tranquilo y con fe, sabía lo que significaba ella en su vida, había pasado tanto tiempo desde entonces, pero el tiempo no sirvió para nada más que azuzar el fuego que llevaba dentro.
Los recuerdos se agolpaban en su mente, ahora que se estaban por ver otra vez no pudo menos que sentir como un temor desconocido que lo hacía estar ya no tan seguro, se notarían los años?, estarían viejos para intentarlo de nuevo?.
Era marzo de aquel lejano año, el la estaba esperando en la esquina a que saliera del canal de TV donde trabajaba como oficinista, vio que se acercaba y sintió como el calor fluía en su cuerpo, Beatriz era hermosa, morocha, alta, era inevitable que las cabezas giraran tras su paso, como siempre subieron al Fitito y se fueron a aquel café del puerto, charlaban y reían hasta que la hora avanzaba y la acercaba a su casa, un par de cuadras antes detenía el auto y se perdían en besos y caricias lujuriosas, y allí a punto de explotar se despedían hasta mañana.
Dos veces por semana iban al departamento de Mary, una amiga en común que les dejaba el lugar un par de horas, y allí si daban rienda suelta a toda esa pasión contenida, y las horas volaban y las palabras cantaban la gloria de ese amor.
Beatriz se casó con Roberto y ya no hubo encuentros ni salidas ni amores, él sintió que el mundo se terminaba, que sin ella no había motivos para seguir, pero la vida sigue.
Ella se había quedado viuda hacía como un año, a él
las cosas no le fueron bien con su pareja, por eso los nervios invadieron su cuerpo y ya casi dudaba de lo que estaba esperando.
De pronto apareció por la vereda, sonriendo se acercó a el, estaba increíblemente bella, se saludaron como si se hubieran visto ayer, caminaron, recordaron esos años, fueron a un café parecido al de ayer, las horas pasaron, la noche llegó, un tímido beso y un adiós, hasta mañana.
Algo no cerraba en su mente, sintió un frío extraño, caminó lentamente y se perdió en la oscuridad.