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“La pesadilla de un escritor”

Porque quería enamorar a Beatriz le escribí un poema. Yo sabía que no era un buen poeta (en realidad, no soy un poeta; tan solo un mero cuentista), pero puse tanto amor en cada palabra, tanto de mí mismo en cada verso y desnudé de tal forma mi alma y mis sentimientos más nobles y puros que el resultado me pareció aceptable. Por otro lado, yo confiaba en que, ante su escasa cultura literaria, mi poema le parecería extraordinario.
Para que el efecto de mis palabras llegara a lo más profundo de su corazón, se lo regalé en una cálida confitería durante un sereno atardecer frente al mar. Beatriz lo leyó con detenimiento y me respondió con furia:
-¿Cómo te atreviste a convertirme en un personaje de tu maldito poema? ¿Quién te creés que sos para condenarme a ver el amanecer a tu lado por todo la eternidad?
Su desmesurada e ilógica reacción me tomó por sorpresa. La miré sin entender lo que me decía y como nada logre responder, me gritó que era un estúpido y me dejó solo en la confitería. La vi caminar entre las mesas con paso furioso mientras en mi mente comenzaba a germinar la idea de mi venganza.
Saqué un cuaderno y empecé a escribir frenéticamente. Si antes había volcado todo mi amor y lo más puro de mí, ahora volcaba todo mi odio y lo más sucio de mi alma. El resultado fue un buen cuento pornográfico en el que Beatriz no era más que un objeto sexual y la esclava de mis placeres más enfermos. Motivado por el odio hacia su reacción (no hacia ella) y por el más puro y profundo dolor, la hice participar en todas mis fantasías sexuales, incluso algunas que ignoraba que tenía y aquellas que jamás me animaría a confesar.

Esa noche dormí mal. Mis sueños dieron imágenes y sensaciones a mi poema y a mi cuento. Empezó en el más suave amor y terminó en la más feroz sexualidad. Fue una pesadilla atroz porque yo realmente amaba a Beatriz. Me desperté empapado en un sudor frío, triste y acongojado. Me vestí rápidamente porque era temprano y podría ver el amanecer, no hay nada que me haga más feliz que presenciar el nacimiento del sol en el mar y ese día lo necesitaba más que nada en el mundo.
Caminé sintiéndome extraño, como un monstruo y decidí que en cuanto estuviera en casa destruiría ese cuento odioso. Al llegar a la playa la vi; estaba hermosa como en mi poesía y salvaje como en mi cuento. Me tendió con dulzura la mano y me dijo con una inocencia que me conmovió:
-Hola amor, hoy empieza la eternidad que soñaste. Seré tuya para siempre.

Mi tristeza y dolor se acrecentaron como en un vértigo infame, también mi infinito remordimiento.

Texto agregado el 12-09-2007, y leído por 332 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
26-02-2008 Una graata sorpresa fue leer en tu cuento todo lo que pasa por la mente de un escritor enamorado antes de regalar unpoco de si a el ser q ama....Precioso blustory
14-02-2008 El amor mismo es un vértigo infame. Podemos desnudar los sentimientos más puros y nobles, así como el odio enfermizo, o el dolor, o la tristeza. El relato es un canto al amor muy bien contado. aicila
13-01-2008 Muy bueno. me gustó Mis 5 * cerrense
17-11-2007 Las palabras crean el entorno que delinea nuestro el interior de nuestro ser, que buena descripción de un par de sentimientos ambiguos.5* mitsy
08-10-2007 muy buenoo! más allá de lo cotidiano el tema esta muy bien tratado... caeremos siempre en lo mismo? vivik
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