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El Gallo


Parte 4 - Personas Conocidas


El obeso alcalde caminaba con fatiga por la calle principal. Su corta estatura, conjugada con su peso hacían de su caminar un bambolear constante, un de aquí para allá que recordaba al andar de un pingüino. Subió agitado las escalinatas de la alcaldía, hurgó en sus bolsillos hasta encontrar el llavero. Abrió el enorme candado y empujó el portón con todo su cuerpo. El crujir de los goznes era su bienvenida matutina. Quince años ya de gobierno y en la época más próspera de la ciudad, por más que no todo andaba como hubiera querido.

-Pss, que sería de este hueco si no fuera por mí- meditó en voz alta. -en este tiempo he creado el puerto más grande de toda la costa este, he creado empresas de transporte de pasajeros, de cargas, los comerciantes tienen satisfechos los bolsillos.- se sentó tras su escritorio, mientras seguía vociferando.

- Maldito ese Duque y su falsa preocupación... poner en duda mi cargo... yo que he...- su cara se transformó, una ráfaga de preocupación se instaló en sus ojos, el temor de ser escuchado lo hizo olvidar su enojo y temer, temer como siempre en su vida. Esta reacción dejó ver un rostro regordete y casi sin facciones propias, años y años de comidas poco sanas y poco mesuradas impedían contemplar la sabiduría de las líneas de la vejez. Su respiración silbaba producto de la agitación de dos cuadras cuesta abajo desde su casa hasta la oficina.

Firmaba unos papeles, cuando ruidosamente un hombre se estrelló de cabeza contra su escritorio.

-Hombre, pero qué es lo que haces...- el sobresalto lo espantó, y se echó contra el respaldo de la silla.

- Disculpe, senio’ alcalde- dijo un hombre vestido de chaqueta y gorra azul, tomándose la cabeza. Le faltaba uno de los dientes del frente y al parecer no era muy lúcido tampoco.

- ...eso’ ejcalone’, siempre me hacen tropieza’, ¿me mandó a llama’ senio’?- el hombre tomó una repentina forma solemne, llevándose la mano a la sien, enseñando la palma. Este era Gualberto Fuentez, nacido afuera pero criado dentro, su familia vino en el primer barco en llegar al puerto de Hadián. Como hombre joven y fornido, fue el primero en presentarse al requerimiento del alcalde para formar la Guardia de Hadián, de la que ahora era su flamante Jefe, con sus cinco subalternos y sus seis iniciados. Al mirar fijamente al estoico hombre, el alcalde comprendía de a poco algunas palabras del Duque, especialmente cuando dijo aquello sobre un “Capitán especializado“. Si bien Gualberto no iluminaba con su inteligencia, era el anillo en el dedo del alcalde, por su extremada obediencia, sin demasiadas preguntas. Hacía tiempo ya que lo utilizaba para presionar a ciertos comerciantes a pagar el impuesto o para apretarle el cogote a más de un “capitansucho de barco” prepotente que se negara a cumplir tal o cual encargo.

-Fuentez, estará al tanto de la visita del Duque,...- Gualberto intentó contestar, pero un gesto del funcionario le indicó que aún no era el momento, -no está conforme y nos ha amenazado de quitarnos nuestro trabajo. El mío, y por ende el suyo Fuentez. Me ha conminado a ordenar la inseguridad en la ciudad y hasta se ha atrev... - el sentimiento de temor volvió a ocupar su lugar en el pensamiento del alcalde y recomenzó con voz calma, pero dejando su asiento- y hasta me ha anunciado que mandará un Capitán venido de la Guardia del Rey. No son buenas noticias, ni para usted ni para mí. Este capitán de seguro será un espía del Duque en nuestra ciudad- Se pasó una mano por la nuca, secando la traspiración bajo los últimos pelos blancos de su cabeza.

- Y qué vamo’ a hace’ senio’ alcalde- El recio hombre se hamacaba en su posición firme para un lado y para el otro. El alcalde se detuvo en él un segundo, se dio media vuelta y mirando por la ventana dijo muy suavemente, talvez para que nadie lo escuchara ni siquiera el otro hombre en el salón: -Quebrarlos-

Texto agregado el 05-12-2007, y leído por 152 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-12-2007 Esto finaliza con una inquietante sensación de que las cosas se van a poner violentas para alguien. ¿Quizás de que cosas será capaz este alcalde para conservar sus prebendas. Ya lo sabremos... gui
 
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