Gracias a todas mis compañeras del secundario que me hicieron vivir un momento inolvidable.

Empecé la organización del encuentro unos diez días antes. Estaba todo previsto, el día, la hora y el lugar. Jueves 15, 21 hs, en Milano, Pellegrini al 1900. Y allí comenzó la odisea de encontrar a las 46 compañeras que habíamos compartido 5 años de nuestra adolescencia. En una vieja agenda encontré varios teléfonos y buscando en la guía por los apellidos de soltera, fui encontrando a unas cuantas. Algunas se habían mudado, de otras no tuve noticias.
Una hermosa tarjeta con la foto de los Beatles, un dibujito de Mafalda y palabras alusivas a la ocasión, sería mi regalo como recuerdo del reencuentro.
Llegué primera, ansiosa porque me encontraría con muchas ex compañeras cuya mayoría hacía 40 años que no veía, y ellas tampoco a mí, lógico- Me verían más vieja? Me verían gorda? Por supuesto, no había mucho que imaginar!). La moza me indicó el lugar que nos habían preparado y allí fue mi disgusto cuando vi que una larga mesa dispuesta para unas 22 personas, estaba prácticamente amontonada contra la pared, entonces le digo, de ninguna manera, no quiero esa mesa, a usted le parece que 22 mujeres grandes, destartaladas, podremos estar allí incómodamente aplastadas?, no querida, seguramente van a querer ir al baño, la mayoría víctima de incontinencia senil y cómo harán para salir de ese lugar tan arrinconado? Después de una pequeña discusión, logré que nos prepararan una mejor ubicación y mandaran al rincón a otros comensales que sin dudas serían más ágiles de cuerpo y podrían saltar o pasarse por debajo de la mesa en caso de urgente necesidad.
Ahí nomás apareció una señora que para mis adentro pensé ésta quién es. Griseldaaaaaaaa…Virginiaaaaaaa dijimos al unísono y ahí nomás vino el abrazo esperado. Una a una fueron apareciendo, Cristina, Anahí, Adriana, Amanda, Olga, María del Carmen, Alicia, Mariana, Claudia, Liliana y Silvia. Abrazos van, abrazos vienen, besos van y besos vienen, enseguida empezaron a aparecer las fotos de los hijos y los nietos hasta que el estómago nos empezó a hacer ruido mientras el mozo brillaba por su ausencia, hasta que apareció. Yo empanada de champiñones y pollo!!!!, pedía una… a mí no me gustan, quiero de jamón y queso… a mí me dieron una que yo no pedí!!! En menos de un minuto ya no quedaba una sola empanada a la vista y el vino y la cerveza corrían como río alborotado.
No faltaron tampoco las fotos del grupo sacadas en el patio del Normal y las del cumpleaños de 15 de Claudia donde las “chicas” lucíamos unos modelitos que dejarían con la boca abierta al mejor diseñador de modas del momento.
No estábamos las 22 previstas, pero sí fuimos 13 que gritábamos como las originales 46. Te acordás de la vieja de matemáticas? Era la mejor profesora decía Anahí y yo me acordaba de la muy desgraciada que me había mandado a rendir en diciembre y en marzo. Y la de Economía Doméstica?, nos había enseñado muy bien cómo sacar las manchas de grasa y cómo hacer una bombachas de tela que jamás en nuestra vida usaríamos. Hoy las más diminutas tangas habitan los cajones de algunas, y enormes calzones de lycra, los cajones de otras, mientras la famosa bombacha de esa especie de lienzo áspero y grueso, quedó en el olvido.
De pronto comenzaron a pasarse las direcciones de correos electrónicos y las muy atrevidas, llenaron de arrobas la hermosa tarjeta que yo había hecho dedicando tiempo y esfuerzo. No me acuerdo si era Yahoo o Hotmail, decía Amanda, mientras Griselda tenía que preguntarle a su hijo cual era la dirección. Saquemos fotos!!!! , decían todas y no tuvieron mejor idea que darle todas las máquinas al pobre mozo, que no sabía cuál disparar primero. Anotaron teléfonos y celulares, correos y direcciones mientras mi preciosa tarjeta finamente decorada pasaba por delante de mis narices. Esa es la mía!!! gritaba Cristina, nooo es la mía, gritaba Liliana y tarjeta va, tarjeta viene se fue pasando la noche.
Todo iba estupendo hasta que comenzó Anahí a contar sobre sus problemas óseos. Metatarso vencido, culpa de los dos embarazos, el segundo 4 kilos 600. Ahí fue cuando se pudrió todo. Empezó entonces la seguidilla de enfermedades y aquellas que parecían ser unas diosas, modernas, rejuvenecidas, atractivas damas, comenzaron a confesar sus nanas:
-Virginia, artritis reumatoidea….qué lo parió.
-Liliana, esofaguitis erosiva….lo qué???????
-Anahí, el antedicho metatarso vencido…todo por ser madre!
-Griselda, hemorroides…( perdonando)
-Mariana, una pequeña várice…casi no se nota, viste?
-Cristina, asma y un fibroma acota Liliana…chusma!
-Adriana, lumbalgia y un pinzamiento en las vértebras lumbares…eso ya es cosa de viejos chéeeee!
-Amanda, la pata loca, según palabras de la susodicha y agrega que es una vieja historia y lo contará en una próxima ocasión…menos mal!
-Olga, pinzamiento…no se sabe de qué vértebra.
-María del Carmen, escoliosis…columna torcida que le dicen.
-Silvia, operada de los ojos, por el Dr. Ferroni…(está hecha un primor, ésta seguro que tiene algún liffting escondido)
-Claudia, insomnio… lo cura con unas clases de gimnasia y un pucho.
-Alicia, reflujo esofágico, hernia de disco y pinzamiento lumbar…me parece que ésta es la más destartalada.
Y así entre risas y recuerdos, nos comimos un suculento plato de carnes rojas asadas con sabrosas verduritas y papas fritas. Lamentablemente tuvimos que engullir un postre abundante e hipercalórico porque la cocina del restaurante no tenía preparada una rica gelatina Light.
Cuando ya todas estábamos con la panza llena y exhaustas, nos tomamos un cafecito y pedimos la adición. ( qué término fino…!)
Ahí fue cuando comenzó el problema. Tuvieron la mala idea de darle a Virginia para que hiciera las cuentas, sin considerar que la pobrecita es maestra jardinera y las matemáticas no son su fuerte. Conclusión, le dejamos al mozo una abundante propina como para que tenga y guarde.
Otra vez besos y abrazos y promesas de encontrarnos. La noche fue inolvidable, nos fuimos todas felices por el reencuentro, menos mi dedo martillo que quedo aplastado por un pisotón de Anahí, pero bueno…hay cosas peores y la alegría de haber compartido una noche especial, supera cualquier pisotón.