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¿ENTENDES?

Ana Karina se auto titula una chica New Age. Hace meditación, Chi Kung, come solo alimentos naturales y camina entre bambulas hindúes que huelen a sahumerio.
Esa onda de pendeja liberada se contradice con las compras en el shopping, el mandar la ropa al laverap o tener cable y pasarse la noche haciendo zapping. De cualquier manera no es tan pendeja porque ya pasó los cuarenta y no tan liberada porque depende de los magros ingresos de Sergio, su compañero, como le gusta decir.
Ella asegura que ambos tienen la puerta abierta del departamento, pero resulta que cuando se agarran y empiezan a salir los trapitos al sol Ana Karina tiene que irse a la casa de sus viejos.
Ahí, mate en mano, tiene que masticar su liberación femenina escuchando los sermones de la madre.
Por eso tiene dos caras, dos facetas totalmente contrapuestas. Y como la agarres, vas en suerte. Yo la conozco de las clases de Tai Chi Chuan y nos consideramos mutuamente amigos.
- El taichi es rebueno – me dice – es mejor que un Prozac y un Lexo juntos, aparte pega con todo lo que yo creo y siento:conectarse con uno mismo, acceder con la energía a nuevos niveles de conciencia. ¿Entendés?
La miro y no le digo nada porque es tanto el cariño que le tengo que no me atrevo a opinar abiertamente, para no joderle más la vida.
Si abriera la boca, le tendría que decir que si entiendo.
Entiendo que se le pasa evadiendo problemas, que no busca un compañero sino un marido como la gente. Entiendo que vive del pasado recordando frustaciones sentimentales. Entiendo que disimule sus adicciones. Y entiendo hasta su ambigüedad sexual que la llevó a bancarse los arrebatos de María Fernanda, su amiga arquitecta.
- Vamos para casa a escuchar un poco de música –propone-
hasta que venga Sergio del curso de computación, dale…
Comemos algo así nomás…te prometo que no te hago arroz integral.
En el ascensor me ausculta la dureza de mis hombros y me dice:
- ¿Cómo andamos?. ¿Qué anda pasando?. Estas tenso: voy a
probar con vos una nueva crema de Just de Enebro.
Entonces charlamos de terapias florales, de Osho y escuchamos
Awankana, Vangelis o Soda. En verdad ella habla y yo la escucho. Ella me cuenta y yo la analizo. Ana Karina es transparente conmigo,
no quiere ni puede histeriquear conmigo.
Tarde o temprano sale el tema de Sergio o de María Fernanda. Sus dos Karmas como le gusta sugerir.
- Nunca debí dejar que me quiten los espacios. Un día fui de
curiosa a mirar a un grupo de estudio de La Novena
Revelación y me dijeron la justa: que lo mío es una lucha de
poderes y que la estructura me la marcaron mis viejos.
Yo nunca voy a poder con ellos. ¿Entendés? Entonces uno se
la pasa tratando de analizar a las otras personas para tratar
de cambiarlas según nuestros propios dramas de control.
Y la onda es lo contrario ¿Entendés?, buscar coincidencias.

- Suena demasiado simple eso de buscar coincidencias –le digo
- Quizás las cosas simples sean las que mas cuesten…
- Creo que no es fácil desentenderse del mundo que nos rodea,
de las personas que están a nuestro alrededor.
- Si es cierto. ¿Sabés en quien estoy pensando en este momento?, me pregunta.
- Si, en María Fernanda – le respondí rápidamente.
Pero ya conozco la historia de memoria: que la acosa con sus consejos, que le radiografía hasta el alma de sus parejas y que en la
menor oportunidad pega zarpasos “de buena onda” mandándole flores, invitándola al teatro o a ir a bailar.
María Fernanda, tiene veinticinco años, quince menos que ella.
Pero ahora Ana Karina está preocupada por otra cosa. Cada tanto mira el reloj y me explica:
- Se le debe haber echo tarde, no es que sea celosa, para
nada. Pero me preocupo cuando Sergio no me avisa.
- Ella lo conoce – le pregunto incisivo.
- No, por suerte. Esta vez no la dejé que se meta y eso la
debe tener medio loca. Por eso me manda mensajitos cada
media hora. No le cuento nada. Sergio viene del interior y
ella no tiene de donde sacar datos.
Abre un cajón y revuelve todo. Saca unos libros, recorte de diarios.
Finalmente con una sonrisa me muestra lo que buscaba.
- Esta es una foto de el – me muestra ¿no es un bombón?
Le digo que sí, pero no le presto demasiada atención. La dejo sobre la mesa. Ella la vuelve agarrar, la mira y se la lleva al pecho. Luego la guarda con la satisfacción de la propiedad privada.
Ana Karina prepara té de yuyos, vuelve a mirar el reloj.
A mi se me caen los párpados, amago con irme pero me retiene.
- Solo un poquito más, para que lo conozcas. No se que le
puede haber pasado porque siempre me avisa si llega tarde.
- Ya me lo dijiste, me tengo que ir…estoy cansado, en serio
Me da un beso en la comisura de los labios. La miro como intrigado.
-Vení te hago los masajes…
-Me voy a quedar dormido, mejor otro día.
Empieza a ponerse nerviosa. Reconozco gestos, nudos en el estómago, entonaciones de voz, olores que desprende y que me dicen que algo está pasando. Por suerte suena el teléfono.
-¡Hola Amorchu¡. ¿Dónde estás, qué te pasó?
El amorchu es Sergio y le dice que no viene a dormir esta noche.
Y empieza a excusarse como tantas otras veces.
Los ojos le empiezan a brillar a Ana mientras trata de convencerse de lo que dice:
- Hacé lo que quieras, vos sabés que tenés abiertas las puertas
del departamento…
-No quiero rollos, Sergio, en serio…
El poco maquillaje que tiene se le corre. Se recoge el pelo instintivamente. Me mira. Sigue hablando con Sergio pero ahora ya no es más amorchu, ahora es Sergio a secas.
Y a partir de ahí solo dice una cosa: Entiendo…
Abre un cajoncito y saca un porro, lo prende. Entiendo…murmura.
Exhala el aire para arriba, como tratando de encontrar explicaciones en el techo.
Me vuelve a mirar. Ya no puede disimular su llanto y se saca los pantalones. Entiendo…, le dice.
Me vuelve a mirar mas profundamente mientras se desabrocha la blusa. Entiendo…, le dice por ultima vez.
Y cuando cuelga ya está frente a mi desnuda y envuelta en lágrimas.
No puedo evitar que mi mirada se pode en sus intimidades. Ana Karina es realmente hermosa. Sin embargo apenas me muevo del sillón y le aclaro:
-No quiero locuras Kari, vos sabes que yo te quiero bien…
Se acerca a paso firme, me pone el dedo en la boca como para que no hable. Se pone de rodilla y hace un ademán como para desabrocharme el cinturón.
- Pará, para Karina. Pensá lo que vas a hacer – le digo y la
aparto para luego alcanzarle la blusa del piso.
-Mejor ponete esto que te vas a resfriar.
No es indiferencia ni compasión lo que siento sino, simplemente un acto de supervivencia.
Voy hasta el baño y busco entre la cantidad de frasquitos y cremas algo para calmarla. Los que veo peligrosos, me los meto en el bolsillo.
Cuando regreso esta llorando y masturbándose en el sillón como una colegiala que perdió su primer novio. Le dejo un Proxac y un Lexo sobre la mesa con un vaso de agua, apago las luces y me voy.
No tengo mas nada que decirle y aparte a Sergio no le gusta que lo hagan esperar.

Texto agregado el 12-04-2008, y leído por 309 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
09-06-2009 El mejor final qeu pudiste darle. Magnífico relato del principio hasta el final. Realmente me atrapó. betsyhaab
28-08-2008 ¡Qué atrapante historia y qué buen modo de contarla! 5* Susana compromiso
04-08-2008 me gusto tanto k se me hizo corto y el final muy bueno..........besote almaguerrera
02-07-2008 Muy buena historia, sorprende el detalle con el que describes al personaje, y el final es una guinda. Me gustó mucho yomismosoy
24-05-2008 el final imprevisible,esta bueno zarzamora
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