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Inicio / Cuenteros Locales / pablodeluna / Sobre el Cristo de Mayo.Parte II

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Entran piadosas mujeres a rogar al Cristo de Doña Catalina…nadie le teme, muchos la odian y reprueban, pocos la miran con piedad, pues su fama no es precisamente de santa, sino de satánica bruja de las estirpes santiaguinas. Tan amado Cristo, tan odiada la dueña del Cristo que Fray Pedro de Figueroa esculpiése a esta, su hija espiritual-según dicen- más ¿quién no quiere perderse el milagroso Cristo que tantos desvelos causó a causa de cismo impenitente que Dios enviáse por tanto pecado guardado a los ojos del altísimo?. Mirad que no existe piedad sin milagros, ni milagros sin fe. Ea que el Cristo, de ojos y rostro enloquecido en agonía latente, indaga en los muros de su presente lugar de culto y entre tantos orantes, una esclava, ataviada de araucanos atuendos, con una bandeja de bocados, más entra la ama y señora de la hacienda “Quintrala” decían a Doña Catalina por sus cabelleras de quintrales colores, pelirroja como la flor de tan espeso parásito, de árboles tan finos y nobles como el bravo Caupolicán y el astuto Lautaro. ¡Fuera de aquí!, chilla la ama, ¡idos a rezar a la Iglesia, ahí debeis rezar!-sentencia la señora- beatas asustadas huyen de su presencia, tal vez el mismo demonio se asustaría, pues él mismo teme a Dios Altísimo. Viene la esclava, ora al Cristo, se persigna en piedad y pide aprobación de su ama para sus manjares exquisitos que sólo una araucana sabe hacer… “¡esto sabe a…¿qué habeís puesto a esto?!...la mirada inocente de tan pobre y maltratada mujer mira rogando compasión, causa a su ama indignación, odio y airosa perversión ¿ tanta santidad enfurece al poseído?. Dios baja de los cielos…quiere prevenir a un alma perdida, anhela su amor creador salvar un alma de las penas del infierno…quiere salvar de Satán un alma tan querida…Cristo, el Señor, baja de los Cielos, a mirar un alma perdida, a amar a un esclavo sufriente, a disminuir sufrimiento inconciente…
Una vela encendida, ilumina el rostro agónico del Cristo, la esclava llora su equivocación, la ama condena a quemarropa al alma inocente, ¡ven acá, debes aprender a hacer las cosas como yo quiero que sean en mi casa!. Y quemando piel roida por latigazos impunes, con una vela encendida por manos beatas, ¡piedad, piedad!, grita la india, aturdida por tanto sufrimiento…Y vuelve Cristo su rostro al oprimido, mira fijamente el rostro del opresor ¡Santo Libertador!. Mira Doña Catalina el rostro de Cristo que la observa misericordiosamente, en santa ternura, más ni así el rostro del mismo Dios no sólo impide tamaño castigo a un pequeño, sino que frena al mal desde su pensamiento y elaboración dentro y fuera del intelecto. “Y vos ¿qué me miráis con esos ojos?-exclama el ama impía, sin un ápice de conmoción divina-¿acaso no puedo hacer lo que yo quiera en mi casa?-exclama odiosamente tan indevota alma, pues, a tanta misericordia y santa ternura el mismo demonio no entiende las divinas bondades- ¡tírenlo a la calle!, que se lo lleven los frailes si quieren –y en mirando al Divino Maestro con odiosos y rencorosos ojos, como un escupo a la cara dijo viendo el rostro aún vuelto: ¡Ningún hombre va a mirarme así en mi casa!”. Y mandó la tirana mujer que llevasen el Cristo a la Iglesia del Señor San Agustín donde fue recibido honrosamente por tan píos frailes y en donde los devotos fieles pudiesen rendir honor al Crucificado…¡Oh Cristo Bendito, ten piedad de tus penitentes!.

Texto agregado el 26-06-2008, y leído por 156 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-06-2008 Sí ten piedad, pero verdad es que ya no está crucificado. loammi
 
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