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HOTEL PETIT PALACE
Para qué diablos había hecho esa llamada? Con lo sencillo que hubiera sido dejar las cosas por la paz. Que se acabara
la relación, porque después de casi dos años de acostarse con Hernán y múltiples vivencias que habían sido estampas de pasión, algo le decía que era tiempo de terminar. Y qué mejor ocasión que esta, en que a río revuelto de
pensamientos y culpabilidad cualquiera de los dos podría aceptar ser el causante de la ruptura.

La noche anterior había experimentado nuevas y excitantes sensaciones pero, por otro lado, el profundo malestar de sentir que se había faltado al respeto le resultaba insoportable. Lo mismo le sucedería a él, porque se jactaba de conocerlo y por lo menos así lo escuchó en el teléfono: un hombre herido y arrepentido. Pero, y Jimena, la intrusa, la pinche chilenita que propicio el trío, cómo se sentiría en ese momento. Tal vez estuviera feliz, sin ninguna carga de conciencia y dispuesta a seguir con el juego de ayer.
Porqué no telefonearle, o mejor, caer de improviso en el hotel donde se alojaba. Era domingo, y por tanto habría poco tránsito. A lo sumo, podría llegar en media hora y en otra más despejaría todas las dudas que la inquietaban.
Además, y muy importante, tal vez así podría superar la tentación de volver a telefonear a Hernán.
No había tiempo que perder. Se introdujo, no sin esfuerzo, en los ceñidos Levi´s, se calzó unas botas y cuando emprendía la
partida, anudándose el cabello, que esa era la forma en que inconscientemente se preparaba para las más cruentas batallas,
se miró de reojo en el espejo, percatándose de la desnudez de su torso. Se enfundó rápidamente y sin cuidado un jersey la Coste, sin hacer mayor caso al ardor que le provocaba la prenda sobre la piel. Salió de su piso solamente con las llaves del Seat en la mano y la decisión de pelear. Contra qué, quién y porqué?. No lo sabía con precisión. Solamente percibía que la adrenalina ahogaba su cuerpo.
Como en sus mejores momentos de juventud, sentía la fuerza de las piernas al bajar las escaleras y el orgullo de haber recuperado de golpe el espíritu de lucha.
El auto brindó reverencia a ese huracán de mujer, salió destapado del estacionamiento con estruendoso chirrido de
michelines al impulso de los caballos de fuerza, porque Zara no soportaba las pequeñeces en tres cosas muy precisas: los
autos, los perros y el amor.

Llegó directo y casi sin saber cómo al aparcamiento de fuencarral y de ahí enfiló por la Gran Vía hasta llegar al número 32. Al entrar en la recepción del Petit Palace Italian -¿porqué el idiota de Hernán le recomendó a la chilena justamente “su” Hotel, el que había sido de “ellos”?-pudo constatar el extraño ambiente entre familiar y gay, tan disitinto al que privaba antes de su remodelación, cuando las parejas casuales cruzaba el lobby con más miedo a ser descubiertas que verguenza.

Pero sin apenas detenerse en estos pensamientos y ante la sorpresa del sempiterno somnoliento gerente, subió al primer piso, se dirigió en automático al cuarto 101, y cuando estaba a punto de tocar cayó en la cuenta de que pasara lo que pasara, encontrara lo que encontrara, su amor por él no podía ser sacrificado.
Estaba en esas cavilaciones cuando apenas terminó de llamar a la puerta, Jimena abrió de inmediato. Era como si esperara
su llegada. Se encontraba recién bañada a juzgar por el cabello mojado y la falta de maquillaje. Cubierta apenas por una bata de baño color blanco que anudada fuertemente a la cintura tenía por efecto abrir la parte superior mostrando buena parte de unos senos que definitivamente no correspondían a su edad, un muestrario de las maravillas del bisturí y la silicona.
Con una muy estudiada parsimonia le ofreció una taza de café, y sin mediar ninguno tipo de saludo tomó la palabra.

-Se a lo que has venido, sí, Hernán está conmigo, mejor dicho se está duchando con Mohameed, un turquito muy mono y bien dotado. Pero dejáme que te los muestre en lugar de platicar, no te tomará mucho tiempo animarte y vas a superar los complejos que no te dejaron terminar ...de disfrutar ayer. Te aseguro que cambiarás la idea que tenés sobre la vida y sobre la relación que mantuve y no tengo más con tu compañero, que tuviste y ya no vas a tener con Hernán, y de ti misma. La tomó suavemente por los hombros y la dirigió a la ducha, donde Zara comprendió que en efecto, su vida no sería más la misma, que había entrado a los terrenos de la globalización, que no era necesario luchar, sino dejerse llevar, que en estos tiempos el amor carece de carta de exclusividad y que bien puede tomar forma excelsa en cuatro extranjeros frotándose los cuerpos en un hotel de 100 euros.

Texto agregado el 02-07-2008, y leído por 349 visitantes. (18 votos)


Lectores Opinan
03-12-2012 El final como que tropieza en la forma en la que lo describe, no la situación. Delirium
04-02-2009 Te perdono marxtuein, no es mi a quien ofendes con tus groserias, sino a ti mismo, y cada insulto hace crecer en ti la maldad, espero y deseo que recuperes tus valores. con aprecio chongero
25-07-2008 Dinámico. Un beso. Marta, monotonia
15-07-2008 Un hilo conductor estupendo, permite ir y venir con la protagonista desde sus pensamientos a la calle, a donde quiera que vaya. Un tema muy actual, muy de nuestros tiempos que hay que decir, que debe dejarse ver. Felicitaciones por la estructura y el tema. FaTaMoRgAnA
14-07-2008 Tu forma de narrar es excelente. Es una historia que no es muy común,un argumento que por tu forma de exibirlo no choca je,digo eso pues de otra forma tal vez a mi me habría dejado plop Está bien******** Un abrazo Victoria 6236013
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