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Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / El privilegio de integrar el equipo del 10 (Especial Maradoniano) –Por El_Galo

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Complicado: así ha sido para mí comenzar la columna de este viernes. Como si de eludir a medio equipo inglés se tratase, he meditado casi en silencio, y durante más de 10 jornadas, el trascendente motivo que ahora da sentido al presente texto.

He vivido momentos de desconcierto: guardan relación con estos 12 días de internación que sufriste en una clínica de Buenos Aires. Porque sí, este escrito te pertenece desde el comienzo. Y ha sido tan difícil este exordio como cuando, durante mis años de niñez, intentaba con mi grupo de amigos imitar alguna de tus genialidades. Bastaba un taco malogrado, una pisada temblorosa o un pique, que en contadas ocasiones era tan eficaz como el tuyo, para sentirnos satisfechos. Practicábamos rabonas, tiros libres, gambetas (porque vos “gambeteabas”; nada de “dribbling” u otra palabra ajena al sentimiento) o como mejorar la visión de campo: anticipar el movimiento de compañeros y contrincantes siempre fue la clave de esta pasión. Pero no lo lográbamos. Llegaba el frío de la noche y, con las rodillas lastimadas, terminábamos abandonando la cancha (un potrero de pastos maltrechos) sin poder cumplir con la tarea de parecernos más a vos y menos a nosotros.

Los años pasaron, y con ellos nació la absoluta certeza de que el único que podía transformar a un conjunto de once hombres en una orquesta sinfónica de melodía perfecta eras vos. Y que ese era un privilegio que te pertenecería para siempre. Sólo se trataba de una cuestión de aura; la fantasía de, como dijera un conocido relator, “un barrilete cósmico” surcando el firmamento de los consagrados hasta volverse el único sol posible. El poder de un mago rebelde de pantalones cortos, camiseta número 10 y cabello enrulado burlándose del viento. Por el contrario, a mí sólo me tocaba ser un espectador que todavía adeudaba materias del secundario.

Pero no dejé de soñar. Porque bastaba verte dar dos pasos con la pelota para comprender todo lo que significa esa otra expresión artística denominada “fútbol”. Porque a tu lado fui parte de todas las formaciones que integraste. Y eso significaba estar en presencia de un momento que siempre sería irrepetible. Significaba una camiseta de listones blancos y celestes, y el orgullo de saber que siempre jugarías en mi equipo. La seguridad resultaba obvia: con vos nunca podíamos perder. Y eso era muy simple de explicar: el fútbol, tras deambular durante años, finalmente se había hecho cuerpo. Su nombre no era otro que el de Diego Maradona.

Ahora, en estos días, veo las noticias y espero con avidez a que termines otra jugada. Aguardo con el grito en la garganta otra genialidad, y el eterno festejo de la sonrisa radiante y los brazos en alto que siempre fue tu sello. Palpito tu mejor conquista.

Pero, lamentablemente, no es lo único que puedo presenciar. Percibo también a una multitud de necios e improvisados, de esos que esgrimen teorías torpes en pos de disimular la mediocridad que proyectan sus horizontes teñidos de ignorancia, dándose el lujo de tratar de entenderte. Esos que de tanto comprender las cosas, terminan por no saber nada. Los mismos limitados que creen que un fenómeno social es una llovizna intensa cayendo sobre el techo de un club enclavado en un barrio carenciado. Que hablan de cultura sin tener una mínima noción de lo que eso significa, y que ni siquiera sospechan que su estupidez también forma parte de ese caudal de formas simbólicas, ideológicas, artísticas; normas y valores que distinguen a todo estamento social.

Ahora te condenan, pero se olvidan que, en otro tiempo, muchos de los que ahora empuñan la daga de la insensibilidad llenaron sus bolsillos y corazones elevándote a ese Olimpo frívolo del que nunca quisiste formar parte. Como dijiste una vez: “A mí me sacaron de Fiorito, de la villa, y de una patada en el culo me mandaron a Europa”. Pero eso no siempre importó. Por el contrario, otros se dedicaron a explorar distintos modos de “agradecer” tu sencillez y humildad: merchandising, televisión, publicaciones varias, dibujos animados y discos. El tintineo de las monedas fue la banda original que durante años musicalizó a esta película de final incierto.

Hoy llega el tiempo de los verdugos, mi querido artista de la redonda. La Santa Inquisición ahora dispone de modernos lanzallamas para hacer de toda ejecución un asesinato rápido y efectivo. Porque ni siquiera en una sala de terapia intensiva podrás descansar en paz ¿Qué importa una respiración asistida si la foto furtiva vale 2.000 dólares? Nada cobra relevancia, sólo la hipocresía de poder señalar con el dedo a todo héroe caído antes de que la fuerza de la incomprensión y la responsabilidad elija a nuevos destinatarios. Porque es muy sencillo argumentar como debe sobrellevar su vida el otro, más aún si uno no es Maradona o carece de toda aptitud que lo diferencie del resto del mundo.

Pero ganaremos. Claro que sí. Si bien es cierto que ya no suelo correr ni pegarle a la pelota con la violencia de mis años de centrodelantero, nunca dejé de integrar tu equipo. Jamás. Y en este momento, en esta madrugada de otoño, aún te sigo con la mirada a la espera del pase impensado. Persigo tu cinta de capitán inclaudicable y me dispongo a abrazarte cuando el referí se decida a ponerle fin a este partido. Expectante, redacto líneas que pegan en el travesaño y te veo caer golpeado una vez más por rivales que ya no poseen una misma camiseta. Pero te he visto desplomar mil veces, y levantarte otras tantas. Lo grandioso es que tus alas continúan intactas.

En este momento pienso en una alegría que nunca se irá. En ese tiempo que te perteneció y que siempre será mío. Pero ya debo terminar este escrito. La razón es sencilla: es tarde y mañana debo madrugar para reunirme con mis amigos. Tengo que seguir, pese al cigarrillo y mis 26 años, con los ejercicios de siempre: tirar sombreros, caños y tratar de copiar esos poemas imborrables que una vez compusiste con tu pierna izquierda. No quiero que a tu regreso me digas, con esas metáforas que tanto te envidio, “Fiera, se te escapó la tortuga” y me dejes afuera del picado. Porque en ese momento, triste, culminaría por darme cuenta que, como tantos otros, no he aprendido nada todavía. Y esto, con lo mucho que ha girado la pelota bajo tus pies, sería una falta digna de una tarjeta roja eterna...





Patricio Eleisegui

El_Galo


Texto agregado el 30-04-2004, y leído por 666 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
17-05-2004 lo que has escrito es lo mejor que leído en toda mi vida referido a Diego, es una columna llena de sentimientos, de verdades, de magia, es realmente dictad por un corazón noble , te felicito sinceramente, te doy las 5 estrellas porque más o puedo y también estoy segura que volverá a brillar con su luz otra vez, ganará este partido con la garra que lleva muy profundo De necios está plagado el mundo. cariños y una constelacion para ti. india
02-05-2004 Buena tu columna, sólo que nunca he creído en ídolos, ni en fanatismos. Él fue un muy buen jugador, que lamentablemente eclipsó su carrera y su vida con la droga, un saludo. AnaCecilia
02-05-2004 Maradona como mito, trasciende todas las definiciones; fue un artista, no un deportista simplemente y como tal, excéntrico. Único con la pelota; otro-as, las tocan mal y sin gracia. Saludos Nomecreona
02-05-2004 Que está en Gral. Rodriguez, es cierto. Que no era tan grave su cuadro respiratorio, también. ¿Si juega al golf? No lo sé, aunque creo que eso no reviste importancia a esta altura. La drogadicción en los famosos ha sido siempre tema de discusión, no por la enfermedad en sí, sino por lo que la leyenda de esos personajes únicos encierra, como si con el mito la fatalidad de su sino apuntara a cumplirse sin remedio. De Maradona ya ni el ejemplo se busca, y más que un ídolo para imitar, da la impresión de que a la gente, a sus admiradores, una gran mayoría entre los argentinos y bastantes no argentinos, necesario es reconocerlo,le basta con que siga estando allí. Para esa gente, Maradona será siempre Maradona, y lo quieren vivo, como sea pero vivo, más allá de su enfermedad, más allá de sus yerros que impiden sea un ejemplo para nadie. Un fenómeno sociológico argentino, que no se agota en sus errores que él sólo, y carísimos, los paga. albertoccarles
02-05-2004 Es verdad que maradona, ya está jugando golf?? me lo contó un amigo, anoche. escritor_desilusionado
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