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Inicio / Cuenteros Locales / Darkyharry / Cap. eLeven - Volar de Vuelta

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D. respiraba hondísimo mirando el televisor, bebiendo un café y fumando. Némesis de H, la única y favorable cosa que los hacía parecerse era la marca del cigarrillo que fumaban. Estaba tranquilo, fuera del país, reemplazando cosas de su vida pasada con otro nombre, otra faceta y por sobre todo, lo que más disfrutaba: estaba libre. El D. de ahora era un tipo tranquilo, no hablaba mucho de él, pero tampoco le preocupaba que le preguntasen por ello. Recordaba a su hijo, detective, a su mejor amigo, también detective y a su hermano, también asesino. Un capítulo más de una serie que parecía ser el boom del momento era lo que lo acompañaba además de su café y el cigarrillo en su boca. Algo encorvado hacia adelante sentado en la orilla del sofá café en medio de esa ciudad donde todo le parecía normal. Reposaba después de un almuerzo que mandó a pedir a local del frente de su departamento arrendado. Lo podía ver desde su balcón y a veces veía al tipo repartidor y le gritaba lo que quería. Un segundo piso no era mucha diferencia entre moverse y comprarlo él, pero como se sabe D. jamás fue un tipo que activo en lo que a caminar respecta. Concientemente terminó su cigarro al terminar la serie. Se levantó y fue a limpiar las cosas que había utilizado. No era mucho, pero se demoraba en los quehaceres cotidianos de casa, cosa que también le hacía recordar a su esposa, fallecida. Normalmente daba unas vueltas a la cuadra cuando estaba aburrido y allí, en esas instancias, conoció a algunos tipos que le ofrecieron trabajar remuneradamente unas horas a la semana en una bodega. Extrañaba realmente su país, sin reconocerlo. Pero no quería volver a ver a "los viejos", ni a su hijo, ni a su mejor amigo, ni que lo estuviesen aún persiguiendo por un asesinato. No fue hasta que se dignó a botar algo de basura encontrarse con una carta, sin remitente y sellada con lacre color amaranto. La sorpresa no fue más que soltar en caída libre la basura y coger la carta. Notó que sus manos temblaban, que su cabellera sudaba un tanto y que si se hubiese visto al espejo, sus pupilas estarían completamente dilatadas. Giró una mil veces en su lugar con la carta en las manos. Palpaba y la ponía a contra luz tratando de descifrar qué contenía. Buscó su mascarilla anti gases, los guantes para lavar, agua y algo de papel higiénico. Botó todo lo que tenía en la mesa de centro, cerró ventanas y cortinas, y con un mantequillero comenzó a hacer palanca en el sello tratando de no romperlo porque quizás en él había algún veneno. Logró safar sin ningún riego el sello y lo puso en agua para ver si contenía algún ácido también. Nada ocurrió, pero aún faltaba el contenido. Estiró las manos y vio que en su interior había un papel y algo que parecía ser dinero en efectivo. Tomó una lupa que tenía en su navaja de bolsillo y verificó el número de serie de los billetes. Eran genuinos y ordenados con la forma DF0001 hasta el DF0100. Un millón de pesos tan espectacularmente pegados y prensados entre sí que el sobre no se levantaba más de dos centímetros horizontalmente. D. estaba nervioso, tomó el papel grande y lo comenzó a abrir esperando que fuese algo bueno.

Sabemos, D., que nos debes un favor, pero para ello necesitamos que vuelvas a nuestro país, tú país. Por ello te enviamos este dinero y este comprobante de identidad para que mañana a primera hora, estés en tu casa, de vuelta, y nosotros te iremos a ver. No queremos que vaciles ante nuestra decisión de matarte si no cumples con lo que te pedimos. Así que no pretendas jugar con nosotros como lo hiciste hace 4 años. Con todo aprecio, sabemos que aún tu hijo y nieta viven y a pesar de que no tienes una relación directa con ellos, no es factible que quieras que ellos también mueran por un error tuyo... otra vez. Así que D. estás cordialmente invitado a volver. No lo olvides. El Abuelo.

"Otra vez". Fue lo peor que pudo haber dicho, pensaba D. Pocas veces se reafirmaban cosas entre "los viejos" y sus secuaces. Pero cuando las rememoran y hacen que el "funcionario" se sienta por ello, es cuando las cosas realmente van en serio. Ese "otra vez" hacía referencia a su esposa.

D. contó el dinero a la mañana siguiente, se levantó, duchó, vistió, peinó y salió. En el primer piso en la puerta del departamento del dueño, dejó 3 billetes y una nota que decía: "Gracias, vuelvo con mi familia, volveré a verlo y a agradecerle personalmente lo que hizo por mí, señor." Cruzó al local y pidió un sandwich con una bebida. Al salir de él, como si todo estuviese realmente programado, un taxi pasaba con dirección al aeropuerto. Lo hizo parar, miró al cielo y vio como una gaviota graznaba como lo hacían en el puerto de su ciudad natal. Él volvía, pero ya no era D.

Texto agregado el 06-01-2009, y leído por 88 visitantes. (0 votos)


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