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I

Como acostumbraba hacerlo dos veces por mes en la mañana, ingresó a su portal financiero e hizo el giro quincenal acostumbrado. Por más de trece años desde su arribo a N. Jersey, Luisa aportó a las arcas de su distante familia peruviana. Su apoyo financiero logró sacar a cuatro jovencitos bachilleres, financiar dos universitarios y mantener el hogar paterno en más que decorosas condiciones.

Cada tres o cuatro años, en épocas navideñas visitaba su hogar y disfrutaba de sosiego, comida con sabor andino, regalaba a manos llenas novedades norteamericanas y japonesas y este año había decidido volver a realizar su visita acostumbrada. (La verdad, siempre tuvo momentos amargos en sus visitas, pero al final, al calor de la consanguinidad, éstos quedaban en segundo plano)

Habiendo concluido de realizar la transacción, sonó su teléfono y se enteró que era urgente que asista al consultorio de su médico. Dejó de pensar en Sudamérica, sus singulares familiares y sus planes navideños: hacía dos meses que notó mareos y molestias curiosas, que la impulsaron a buscar ayuda profesional; si la llamada era urgente, lo mejor era ir de inmediato.

Ninguna descripción literaria es plena al relatar un momento como el vivido en el consultorio de su médico; enterarse de ser una condenada a muerte sin gran esperanza es –o así se experimenta- una sensación inenarrable. El hecho es que con una expectativa de vida de seis meses a dos años, Luisa salió de la consulta tensa, triste, atontada.

El dinero sirve para innumerables ocasiones, pero no compra salud en todos los casos. Luisa realizó otras consultas, y al confirmar su desgracia, se vio forzada a enfrentarla: sin diazepinas, valerianas o licor alguno.

Detuvo toda inversión, se dedicó a monetarizar sus bienes y en dos meses, enfrentó su otra realidad, la financiera: hechas las transacciones finales, su cuenta tenia ocho cifras y entonces se le hizo evidente que había hecho fortuna en su nueva patria. Canceló todas sus cuentas, salvo dos en las que con plenas garantías depositó su capital forjado con esfuerzo, dedicación y sacrificio. Lastimosamente, saberse millonaria (su sueño de niña, joven y adulta) significaba ya muy poco para Luisa, la condenada solitaria.


II

Rechazo, negación, aceptación: ese fue el camino que tomó Luisa, pero lo hizo todo en cosa de cinco días. Enfrentar sola una sociedad ajena, extraña, indiferente, integrarse a ella y hacer fortuna, le había preparado el terreno emocional, era capaz de sufrir, pero más aun de superarlo.

Determinado momento, en medio de una cena solitaria, percibió que debía registrar su testamento y se comprometió a hacerlo inmediatamente.

Primero, consideró dejarlo todo a sus padres y hermanos. No necesitó esfuerzo para percatarse de las graves desventajas que tal acción retornarían (padres en eterno proceso de separación, hermanos enfrentados unos con otros, hermanas hostiles e indiferentes, relativos interesados y sombras afines, hacían prácticamente seguro que una cantidad tal de dinero (aun repartida entre todos ellos) solo precipitaría emociones negativas...

Resolvió entonces legar sus bienes a sociedades de beneficencia.

Su aguda percepción y desarrollada intuición se encargaron de decepcionarla profundamente respecto a la supuesta beneficencia de las ONGs que dicen dedicarse a tales nobles fines. En resumidas cuentas, no tendría nada de sorprendente que su fortuna sirva para engordar –aún más- las arcas de los gordos burócratas de la máscara benefactora de pobres y marginados del III mundo.

Descubrió que definitivamente legar millones no era tarea fácil, si se desea hacer las cosas bien.

Pero pese a los caros fármacos, ya era evidente que su verdugo interno seguía su nefasta labor y debía decidir.

III

La crisis de los mercados de valores fulminó a decenas de ambiciosos; si algo de bueno tuvo su desahucio médico, fue que antes del derrumbe de los valores, habiendo vendido todos su bienes oportunamente, las dos cuentas que guardaban su dinero no adolecían de problema alguno (sin llegar a consolarse, pensó que de no haberlo hecho, con seguridad la quiebra de sus administradores de fondos mutuales habrían dejado mucho menos capital a su disposición).

Por razones que no llegó a hacer del todo concientes, decidió informar a todos sus familiares que en la crisis de la Bolsa de NY (donde ella había invertido) había perdido absolutamente todo. Solo contaba con dinero suficiente para su pasaje aéreo de retorno, pedía que la disculpen pero como víctima del capitalismo irresponsable, no le quedaba más que volver a su patria tercer mundista y revoltosa.

A sus padres y hermanos(as) además les contó de su gravísimo problema de salud y dando a entender que pretendía “buscar un pecho fraterno para morir abrazada” se despidió de la tierra que la atrajo, sedujo y enriqueció. Les dio la fecha, la línea aérea y el vuelo y simuló un fin de crédito para colgar.

El día de su arribo (contrariamente a lo que en el pasado pródigo aconteció) nadie aguardaba a Luisa en el aeropuerto.


IV

Las noches de navidad en Peruvia solían ser una lluvia de papel regalo y abrazos salameros: todos hacían aspavientos ante los regalitos de Luisa la platuda de la familia. Pero esa navidad, la atmósfera no fue precisamente cordial. Luisa se acostó antes de media noche –en una incómoda cama armada en el cuarto de las niñas-, agotada, mareada y decepcionada por las actitudes hostiles, indiferentes, sarcásticas e interesadas de sus familiares.

Más decepción aún sintió cuando ante la visita de un sobrino de su padre en evidente pobreza y precaria salud, pese al discurso navideño sus familiares, despreciaron la visita y ni siquiera le abrieron la puerta. Luisa tuvo ganas de gritar la verdad: estaba condenada, pero el dinero le sobraba. Tuvo ganas de ver el resurgir de las caras sonrientes e interesadas de cuando ella regalaba pródigamente, solo para satisfacción suya. Pero no lo hizo, resolvió hurgar en la naturaleza de sus consanguíneos, decidió seguir la farsa.

Pese a las amarguras que tuvo que soportar, se abstuvo de hablar al respecto y trató de rescatar recuerdos de su niñez: la verdad eran tan pocos los recuerdos gratos, que vio conveniente cesar en su empeño.

Hasta que en su jugada maestra, con la cara más necesitada que pudo mostrar, en un almuerzo pidió que le presten algo de dinero para pagar una consulta médica que necesitaba con urgencia. Si bien podía esperar indiferencia y memorias frágiles, no se imaginó que llegase a armarse tal revuelo, que incluso le lleguen a reclamar por ¡haber vuelto para cargar a la familia con su cuidado y entierro...!

Reaccionando como cualquier humano, Luisa recordó a todos el apoyo desinteresado que ella había proporcionado en el pasado y amargada, les enrostró su egoísmo y ausencia de solidaridad. Solo logró que cerrando filas, al unísono se manifiesten : “Si no estas a gusto, puedes irte inmediatamente...” Ni un solo rostro mostró empatía, ni un solo gesto se hizo cuando ahogada en llanto, Luisa tomó sus pocas pertenencias y salió en silencio de la casa de sus padres (ampliada y refaccionada tres veces con recursos de la ex - pariente rica del norte).

Las lágrimas de Luisa eran de ira, amargura y profunda decepción. Ya en la puerta de la calle, no pudo más y decidió confesar la verdad, iba a hacerlo cuando sintió el más fuerte mareo que hasta el momento soportó, no atinó a nada más que a apoyarse en la puerta y salir a la calle.

A punto de desmayarse, arrastrando su maleta se dirigió a un punto en el que podría tomar un taxi, no pudiendo soportar mas el malestar se desplomó en una grada y se sintió desvanecer.


V

Despertó en un cuartucho oscuro y maloliente, se asustó mucho y trató de levantarse, pero la mano de Rolando (su primo desposeído) la retuvo.

“Shh... cálmate Luisita, estás en mi cuarto, te encontré desmayada en la acera y fui a avisar a tus hermanos, todos se rieron de mi y no hicieron caso, así que tuve que traerte aquí, perdona el desorden y la mugre, tu sabes en qué situación estoy desde que me accidenté...” –le susurró su primo, avejentado y extremadamente flaco, quien la cuidaba y preparaba un mate de manzanilla-

Luisa, casi sofocada por el olor condensado a pobreza, quiso incorporarse, pero imposibilitada, se desvaneció nuevamente.

Cuando volvió en si, era auscultada por un anciano médico; Rolando lo trajo aun sabiendo que sus honorarios liquidarían el pago de su alquiler. Al concluir, el galeno le entregó unas muestras médicas gratuitas y le recomendó buscar ayuda especializada.

Una semana de inconsciencia mantuvo postrada a Luisa en el cuartucho de su primo, quien se dedicó a cuidarla. Nadie se había preocupado por el destino de Luisa, excepto quien menos recursos poseía.

Cierta madrugada, ella vio en sueños a su abuelo paterno, quien siempre le enseñaba con refranes y consejos: “mueve la cola el can, no por ti, sino por tu pan”, “cría cuervos y te sacarán los ojos”, “por plata baila el mono, por oro el dueño y todo...” al despertar en la mañana, Luisa se descubrió recuperada parcialmente, pudo levantarse, vestirse y revisar su maleta, todo estaba en orden, nadie había tocado sus cosas.

Al llegar Rolando con un sachet de leche, la encontró levantada y se alegró de verla mejor. Tomaron juntos una taza de leche tibia y conversaron por horas. A medio día Rolando salió y volvió con algunas frutas.

Dos días después, levantada y en aceptable estado, Luisa no pudo soportar mas; era momento de concluir el teatro, acabar la tragicomedia. En ausencia de Rolando, tomó sus cosas y buscó un taxi.


VI

Disimulada en medio de una Biblia vieja, Luisa conservó una tarjeta de crédito (platinum). Con ella tomó una suite en un hotel cinco estrellas, se duchó y ordenó ropa.

Antes de anochecer, volvió con su primo y al encontrarlo apenado por su ausencia, le pidió que se siente y le escuchase:

“Rolando, serás el primero en enterarte de que nada mas alejado de la verdad, el hecho de que esté en la miseria... (iba a contar el tema de su salud, pero optó por callar ese tema) Todo lo inventé para descubrir los sentimientos de mis familiares, fueron los días mas amargos de mi existencia, pero sin duda me revelaron algo muy triste, como decía mi querido abuelo Jorge, es totalmente cierto que “mueve la cola el pan, no por ti sino por tu can....” al percatarse de su error, ambos estallaron en risas y tal hecho pareció consumir los malestares de Luisa.

“Escucha Rolando, por favor deseo que en este instante tomes tus documentos mas importantes y dejes toda esta pobreza para siempre, decidí legarte una fortuna, la misma que debía llegar a mis familiares si lograban mostrar algo de humanidad y afecto... mañana antes del medio día, serás propietario de una suma que espero no cambie tu bondad y calidad humana”

Poco valió la argumentación balbuceada de Rolando; en minutos, en un taxi ambos primos se dirigieron al centro de la ciudad.

Al día siguiente, Luisa transfirió suficiente dinero como para vivir en desahogo por cien años a su primo y cuidó que los periódicos de la ciudad publiquen el hecho con fotos y detalles suficientes.

Compró un pasaje de retorno a N. Jersey y conciente que nunca más volvería, cenó con Rolando y se despidió de él suplicándole que nunca deje que el dinero lo transforme. Un camarero se les acercó con un teléfono:

“Señora, está en línea su mamá que suplica comunicarse con usted” Luisa tomó el teléfono y respondió. Al reencontrarse con “mi amorcito querido, no se cómo se te ocurrió perderte de ese modo...” Luisa quiso colgar, pero conciente de ser esa una palabra de adiós definitivo, dijo “Pero mamá, no podía hacer otra cosa luego de su cordial trato y gratitud, de todos modos no me arrepiento de haber venido, tal vez con mi llegada llegó la oportunidad de Rolando para alejarse de su extrema pobreza, siendo noble como es, nadie mejor para contar con un mejor futuro, de todos modos, le mando un abrazo, adiós mamá” y colgó.

Luisa tendría sus días contados, pero, ¿quién no los tiene? Ella, se alejaba, y no albergaba ya pena, fundaría una sociedad de auxilio a perros de la calle (aún tenía la segunda cuenta bancaria a su nombre). No siempre los perros requieren excusa para mover su cola......
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Dedicado a Daysi Lourdes...

Texto agregado el 07-02-2009, y leído por 564 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
20-08-2012 Esta historia ocurre en muchas familias y has tocado el tema con mucha maestría. Ahi mi estrella. elpinero
10-06-2012 excelente, tanto tienes tanto vales!!!, bien narrado, exquisito!!! efelisa
12-04-2009 Me estremeci.. Lupisha
18-02-2009 Tan, tan real que uno se estremece al leerlo.Has hecho una minuciosa pintura de situaciones comunes a la mayoría de los mortales.******** almalen2005
18-02-2009 Es tan triste y tan real que emociona leerlo. Gracias a Sosha por llevarme de la mano para encontrarlo y a vos por escribirlo. meyergs
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