No entiendo que pasa, acaso son sus pequeños glúteos en mis manos, o el suspiro suplicante que llena la habitación… El caso es que otra vez jugamos a inventarnos todas las formas posibles de hacer el amor en perfecto silencio. Pero en esta ocasión no nos detiene la razón del hacinamiento, ni la cama que resuena al vaivén de un terrible: - “sssssssssssss, tranquilo amor que nos van a escuchar”…
Y ante la certeza de que todos pueden oírnos, disfrutamos del amor más dulce, más pleno, para que valga la pena mañana, cuando se nos caiga la cara de vergüenza.