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DE LA LUCHA AL DESPERTAR.

Vi lágrimas deslizarse por tus mejillas sonrosadas. No eran de felicidad. Quise cortarme la lengua por si mis palabras podían causarte daño y cercenarme las manos si acaso las melodías de la guitarra que acompañaban mis cantos te parecían tristes. Recuerda que la desolación es un camino rectilíneo, que ataja a los atajos, hacia la desesperanza. Caer y levantarse, amor mío. ¿Qué sería de la lucha sin solidaridad? ¿y de la solidaridad sin el amor?. Cuando asaltan mi mente esas historias que siempre acaban en un meloso happy end, recobro la esperanza, pero no tardo en darme cuenta que eso solamente le ocurre a la estrellada y cocainómana estrella de Hollywood de turno. Es el eterno dilema, ¿quién dispara la primera bala? ¿El mundo o nosotros? El humo del cigarrillo embriaga los últimos suspiros de ilusión. Se esfuman con él hacia el techo gris y circulan por la habitación libremente y atendiendo solamente a las leyes de la física, las últimas ideas dignas que me dijeron tuve en un arranque de lucidez. Aquellas remembranzas de la niñez se difuminaron como esos reflejos e imágenes borrosas que en el agua cristalina se desvían en círculos concéntricos. Recuerdo un arroyo en cuya ribera verdosa yacíamos a expensas de los impulsos. Caricias y regocijo en el frescor de la hierba. Oía tus gemidos y atendía tus deseos. Recorría tus piernas buscando la liberación mientras acometías con tu boca el placer de mis sentidos. Por favor aclárame si son recuerdos o solamente fantasías.
En ocasiones quiero gritar y no encuentro las palabras; los argumentos se convierten en filosas dagas que se entrometen en la pesadumbre y provocan que solamente se oigan ruidos abstractos sin sentido. Balbuceos que denotan falta de fundamentos son, llanamente, la banda sonora de la humillación. ¿Recuerdas aquel sueño en el que intentabas defenderte, no podías golpear al doberman que te atacaba y el puñetazo te lo diste tu misma?. Incongruencia. Falta de lógica. Pero ¿qué es lo lógico? ¿Es la eterna y deprimente melodía que acompaña nuestro devenir por el mundo?, ¿el golpe que debíamos haber dado y que nos dimos nosotros mismos porque pasó el momento de haberlo dado?, ¿verdugos que se disfrazan de niños inocentes con la cabeza cuadrada y con gafas de culo de vaso vidriosas por rotas?, ¿acaso lloran las gafas?, ¿datos que no pueden ser procesados a la velocidad que esperábamos?, ¿oportunidades desaprovechadas?, ¿caos u orden? Como este orden está basado en el caos, Aristóteles también se confundió.
Mientras me cercioro de mi descubrimiento, busco denodadamente los hilos que manejan mi existencia. Me obligan a recorrer caminos cuyo final no se vislumbra. ¿También lo has soñado? Ese camino blanco que nunca termina y, que mires donde mires, está siempre rodeado de los mismos cipreses. Me pregunté una vez que habría detrás de esos cipreses, me salí del camino y nada vi, mientras comenzaban a sonar sirenas. En ese momento cejé en el empeño de proseguir, pues mi mente sucumbió a ese conglomerado de estrépito insoportable. Ruidos agudos, histriónica musicalidad, alarmas, los gritos del guardián, ladridos, los ruegos de los torturados. Caí de rodillas y juré no seguir nunca el camino. Más tarde encontré los hilos. ¡Qué penoso fue encontrar los alambres que me manejaban como a una marioneta! Solamente recuerda que si caemos debemos levantarnos. Si las cosas tienen un principio deben tener un final. Eso es indiscutible, científico y empírico. Atiendo a voces que me susurran lo que debo hacer en cada momento, me han robotizado y mis movimientos comienzan a ser torpes. Tan torpes como lo que la cibernética nos vendió hace treinta años como las chachas del futuro, es decir, del hoy. Vamos desacompasados y no encuentro el porqué. La diacronía que padecemos es similar a la que lleva aparejada el mundo. Dime que no vamos al son del mundo. ¡Ah no! Solo fue otro sueño. A veces confundo los sueños y la realidad. Mientras comienzo a tirar de los alambres que controlan mis movimientos, mis manos sangran y continúo oyendo esa unión de despropósitos que hay en mi cerebro. ¿Caos buscando el orden? Brotan de los alambres puntiagudas espinas que siguen atravesando mis manos ya desgarradas. Para provocarme una brizna de esperanza, y a la par una sonrisa, me pregunté si me habría convertido en un nuevo mesías. No obstante sigo estirando del alambre de espino que me tiene sujeto y me afano por pensar que solamente será una alucinación. Pero el dolor comienza a ser tan intenso que mi materia gris ebulle y dilucida que debo soltar. Aun así, otro sueño me dijo que estaba cerca de descubrir lo que existía al otro lado del ovillo que había formado estirando decididamente. Cuando desperté volví a estirar de lo que me convertía en un títere. No encontré los hilos esta vez. Me sentí libre hasta que volví a salir al caos de la cenicienta composición mundana. Mientras caminaba por el empedrado quebradizo del barrio antiguo, me preguntaba incesantemente si quizá los encontraría esta noche y resolvería el misterio.
Amor mío no se puede vivir de los recuerdos ni de los sueños. Aquella verde pradera, prolongado manto de verdor inmaculado, que se extendía hasta donde llegaba la vista y que nos vio nacer, nos espera. Existen cristales opacos que nos impiden ver parte del trecho y alambres de espino que nos imposibilitan avanzar por las veredas que nunca descubrimos. Sécate esas lágrimas, coge mi mano y ven conmigo.

Texto agregado el 18-05-2004, y leído por 134 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-10-2007 Es lo que siempre he buscado ismaela
18-05-2004 Buen relato... espero subas más... La_Pachamama
 
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