TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / zorin / EL DIARIO DE UN HIDALGO

[C:405579]

El arco iris señalaba

La ruta hacia el oro

El Perú ya esta conquistado

El Marqués Francisco Pizarro

Edifica una ciudad con los atavíos

De una urbe que nace

Para los conquistadores

Los grandes Adelantados

Pronto el Perú será como España

El que posea oro

Ambición y posición

Será un ilustre gran señor





Lima con sus jazmines y sus mozas

A orillas del rió Hablador

Con una corriente de aire fresco

Que viene arrastrada desde el mar Pacífico

Y esa brisa me hizo recordar

Al Señor cura decir:

El mundo es de Dios

Y solo deben leer en él

Los vicarios del Señor

Vi Fanatismo y esclavitud

Y un gran ardor en el celo religioso

También quemarse a miles de indios

Por rechazar la cruz

Por negarse a ser cristianos





Observe al Fraile Valverde

De pie en la plaza de Cajamarca

Enardecido de indignación

Y con espuma en los labios

Cuando un salvaje tiro el misal

Por no entender los símbolos

Y no lograr entender nada en él

Por el insulto a Dios

Y a las sagradas escrituras

Decirle a Pizarro

No veis que los campos

Se llenan de indios

Atacad en el acto

Yo os absuelvo

Murieron miles de indios

Encerrados como conejos

En el corral de su propia plaza

Y hombres que no conocían el acero

Ni la religión, morían inmolados

Entre el fuego y el metal

Dentro de los muros de sus propias fortalezas



Mientras haya españoles

Habrá interrogantes

El hispano puede sin desdoro ni baldón

Ofrecer en sacrificio un ser viviente

Como lo hacían los Incas a sus dioses

Y reducir a la esclavitud una nación entera

Para que adoptasen su fe

Puede también invocar la intersección

De la sagrada madre y doblegar

A su capricho a una niña inocente

También con una plegaria en los labios

Estafar, robar y ser adultero

Y con una señal de la cruz

Redimirse de todos sus pecados



En otros sentidos, también se siente

La contradicción de la sangre Española

En el campo de batalla, oteando la presa

Ser despierto astuto, infatigable

Disciplinado e invencible

Pero pasada la contienda, una mujer

Una guitarra, un par de dados y un buen vino

Y ser el mortal más degenerado, obtuso

E indolente de los reinos del señor

Consecuencia de los muchísimos años

De turbulento guerrear, contra los Moros

Por el dominio de la España misma




Generaciones de hombres abrazaron las armas

Y el saqueo fue un modo de vida

Las guerras contra los Moros

Fueron cruzadas santas

Se pedía la ayuda de Dios

Contra los infieles

Estuvieran en sus casas

O fuera de ellas

El ejemplo disoluto del clero

Dio motivo para que se observara

Las formas, más no la esencia

Para obtener la gracia bastaba

Con respetarla al pie de la letra



Tanto tiempo duraban las guerras

Que había que tener alguna

Satisfacción, entre batalla y batalla

Si había de vivirse la vida

Y de los Moros aprendimos

A los lujos refulgentes

Indomables en la guerra

Y pésimos administradores en la paz

Medito a menudo en el temperamento

Peculiar de mi raza



Pero solo en el hombre había peligro

En la naturaleza todo es predecible

Y todo peligro puede eludirse

Solo el hombre es inescrutable

Solo el hombre es artero y mutable

Solo el hombre puede carecer de sentimientos

Al punto de odiar como odian los Pizarro

Y ser tan vengativos como ellos

La comida despreciada por nosotros

Fue comido por los indios

Y lo despreciado por los indios

Fue comido por los negros

Los cerdos y las aves



Buscamos el Dorado

El rey del Oro

Este monarca Indio

Que se cubre todas las mañanas

Con polvo de Oro

Y por la tarde se lo quita

Bañándose en el estanque ritual

Los grandes señores del Dorado

Con sus ropajes estampados en oro

Que renovaban cada día

Que los diferenciaba de los demás mortales

Aseguran que la casa del monarca

Esta cubierta de láminas de oro

Y sus mujeres poseen esmeraldas

Con las que se adornan a diario

Y no las repiten durante años


El oro busca dueño, cuando los débiles

Ambicionan poder, canturrea un mozo

Mientras a mis pies veo

El esqueleto de un caballo

Con los huesos limpios

Y un cóndor gigantesco

Revolotea por encima de mí

Avechucho fuera ¡Exclamé!

Amenazándolo con mi espada

El cielo es de un color turquesa

Pusimos cara al viento y avanzamos

Un indio de las tierras bajas

Bajo la influencia de la tos

Puso su carga en el suelo y murió

Yerto de frío, de el se encargara el cóndor



El caballero Blas de Medina

Lleva enfundada una preciosa espada

Cuya vaina tiene incrustaciones

De finas piedras preciosas

Y es envidiado por el pobre Alonso Márquez

Capa y espada por valor de miles de ducados

En esta búsqueda del Dorado

No se puede volver

Como Córtez cuando quemó sus naves en México

Como Francisco Pizarro en Tumbes

Al trazar con su espada una raya en la arena

Y decir, del otro lado está la muerte, y la grandeza

Quien quiere compartirla conmigo

El hombre que se embarca en un sueño

Debe llevarlo hasta el fin

Los sueños jamás retroceden

Aun en esta horrenda montaña

Y enmarañada selva


La honradez de los hombres

Debe pesarse, en una balanza

De suma precisión, el valor también

Cosas que gracias al señor

Y a la bendita compañía de los santos

La sangre Española tiene

En esta lucha por la vida

Y esto requiere conductores

Con esta ceremonia de elección

En medio de la selva

Parecía una ridícula vanidad

Pero los españoles necesitamos

Tanto este aparato, como el calor del sol

No os detengáis cuando un hombre no pueda avanzar

Mantened la fila en movimiento

Solamente mirando por los vivos

Los muertos Dios mediante

Deben mirar por sí mismos

Palabras del capitán general Gonzáles


Delante una niebla color cobalto

Y árboles que abarcan gran extensión del bosque

Cubiertos con una capa de neblina y espesas nubes

De la cual irradiaba una densa cortina de vapor

Mi padre me dijo una vez, procurando reír

Que si no aprendía a leer me haría leñador

Y entonces pensé que eso seria lo peor

Y ahora miren que resulta que es lo mejor

El destino juega a veces bromas muy pesadas


La esperanza es para los españoles

Lo mismo que el beso de la mujer amada

La noche se cerró con presteza

Como siempre ocurre en la selva

Y caminamos en el bosque

Tal como cuando se entra

En una catedral por la noche

¡Gloria patri! dijo Illanes

Impresionado por el anochecer repentino

Estamos todos, cantad vuestros nombres

Dijo el capitán general, empezad vos

Ordeno a la primera sombra

Alonso Márquez respondió

Diego Matamoros de Badajoz

Diego Moreno no de Badajoz

Gracias a Dios, pero sí de Medellín

Cristóbal Palacios de Ayamonte

Blas de Medina cuya patria es su espada

Y así prosiguió la compañía

Cantando sus nombres

Los españoles somos muy amigos

De escupir ingenio de cara al miedo


Un arcabucero provoco un fogonazo

Y Hernández de rodillas avivo el fuego

Pronto se advirtieron las sombras

Que proyectaban escenas como de demonios

Huyendo de un crucifijo

En la quietud del amanecer

Fuimos atacados

Aullando los indios

Se echaron sobre nosotros

En la primera envestida los paramos

Y estuvimos atareados como una hora

Antes de ponerlos en fuga



Brillo en la lucha

Don Cristóbal de Segovia

Más conocido por su apellido

Materno, Maldonado

Estuvo en Nicaragua

Y también con Benalcazar

Temible espadachín

Y muy buen jinete

Y no se quedo atrás

Diego Lozano

Teniente de la retaguardia

Cuya mirada confiada

Y serena de sus grandes ojos

Muy hundidos en las orbitas

El corte impecable de barba y perilla

Y excelente soldado

Once habían muerto

En la escaramuza con los indios

Y ocho, con malaria, desinteria y parásitos

Las tres plagas del hombre blanco en la selva

Que no mino la fortaleza

De los que aun permanecíamos vivos

Y llenos de brillo y coraje


Esta pradera se extiende

Hacia el norte y un poco al oeste

¿Sabemos hasta donde?

No ha sido inspeccionado

Respondió Martín Pineda

El jefe de guías

La pradera ofrece pastos

La floresta solo peligros

No puede estar muy lejos

La Canela, el Dorado de nuestros sueños

El núcleo debe estar cerca

Comentamos alrededor del fuego

Los hombres se sienten más cómodos

En pequeña compañía y seguro abrigo

El hablar es un bálsamo para el cuerpo

Y un sedante para el cerebro cansado


Durante la guardia nocturna

Empezó la lluvia, con un retumbar

De truenos sordos

Como sí un saludo militar a los muertos

Se hubieran unido cien tambores

Arrebujado en un poncho

Oigo el repique adormecedor

De la lluvia sobre la lona

De mañana me levanto temprano

Con botas y armadura nueva

Y al salir a dar una vuelta

Veo a Juan de Illanes

Vendada la mejilla herida

Y profundamente absorto

En un partido de ving-et-un

En el cual ganaba un apetecible botín



Deciase misa en una pequeña arboleda

Contigua a los corrales de llamas

Vi al pasar que la única concurrencia

Eran cinco soldados y el señor cura

Fruncí el seño y seguí mi camino

Hacia la tienda del desayuno

Llegue temprano y renové

Amistad con algunos compañeros

De viejas campañas realizadas

Durante la conquista del Perú

Antonio Rivera de rostro apergaminado

Y astuta mirada se me acerco

Cojeando y me hablo con voz melosa

¿Tenéis todo cuanto necesitáis?

Si gracias don Antonio respondí

Saludándolo con una afable inclinación de cabeza

Estoy a vuestro servicio en cualquier momento

Dijo Rivera y se alejo

Como dejando sus pasos intermitentes en el camino



Al avanzar unos metros me tope

Con el padre Gaspar de Carvajal

Destinado a representar un gran papel

En esta búsqueda del tesoro Inca

No era un hombre capaz de causar

Buena impresión, parecía algo enfermizo

Se le notaba débil de cuerpo y pálido de rostro

Con ojeras producidas por la fiebre

Y su túnica pendía algo indolente

Hasta sus pies grandes y chatos

Por de pronto asomaban recias botas

En vez de sandalias, bajo los pliegues de la sotana



Después de esta primera impresión

Y al verle la cara pensé

Es la de un hombre enérgico

La oscura cabeza rapada

Calva en la coronilla

La barba desaliñada

La recia mandíbula

La nariz aguileña

Y los pómulos salientes

De aquel ministro del señor

Entonces reflexione

Sobre el enceguecimiento del hombre

Que los fanatiza y les hiela la sangre

Fue cuando sorprendí su mirada

Hice frente de lleno a la contemplación

Tenía algo peculiar

No pude advertir que era

En un primer momento

Y tuve que aguzar la mirada

Antes de advertir

Que las pupilas del padre Carvajal

Tenían el mismo color dorado

Que el trono de los Incas

Cosa sorprendente en un español


El fraile bajo la mirada, y yo lo imite

Carvajal tenía las manos

Cruzadas delante del cuerpo

Y entre sus dedos largos y blancos

Sostenía un breviario

Advertí un ligero temblor en una manga

Producto quizás de la irritación

Provocada por la larga contemplación

Y al fijarme más experimente una sorpresa

Pues el puño y el antebrazo del sacerdote

Eran los de un hombre acostumbrado a las riñas

Un hombre que sabía empuñar el acero

Y capaz de salir airoso de una emergencia

Después de esto me agrado más



Concluyo la lluvia

Y apareció en la selva

El calor estival

Febril de humedad

Que portaba emanaciones

De vegetación fresca

Él rió desbordado volvió a su cauce

Dejando charcos llenos

De mosquitos y malaria

De día caía una lluvia

Intermitente y nada se secaba

El cuero se deterioraba rápidamente

Los alimentos se echaban a perder

Y billones de hormigas voraces

Atacaban hombres y bestias


Frenéticos los hombres

Volvieron a privar de comida a los perros

Y luego lo llevaban al bosque

En la noche, a cazar agutíes

Era un deporte brutal

Los perros casi deshacían a las presas

Pero la persecución enardecía a los cazadores

Carranza era el más despiadado

Y no había concurrido a misa una sola vez

Lo cual por si mismo fue causa de comentarios

Y motivo de aislamiento

Pasando el tiempo, dos de los más viejos

Del campamento, fueron

A compartir la soledad de carranza

También ellos se sentían solos



García de Soria

Veterano de las guerras del Perú

Fue el primero

La cabeza no le funcionaba bien

Tenía la simplicidad de un niño

Y el cariño de un perro de aguas

Musitaba acerca de inmensos

Tesoros de oro que había escondido

Y era el centro de las bromas

Que ocurrían en la compañía

Y su cara estirada reflejaba su aversión a las chanzas

Y se podía contar reírse a sus expensas un buen rato



Y el segundo en pegarse a carranza fue Soria

Solían ir juntos a pescar al rió

Mirando desde lejos al mejor pescador

Grabiel de Contreras

Como los compinches holgazanes miran a los que trabajan

Un día se les unió Antonio Hernández

Un portugués entre caballeros castellanos

No había sitio para él

Trabajaba como establero

Entre los caballos de reserva

Trabajo que se considero apropiado

Para un hombre de su nacionalidad

Y este busco la compañía

De otros parias, el senil y el judío

De ahí en adelante fueron

Inseparables los tres



Estaba por finalizar junio

Y desde un promontorio

Observe el movimiento

Indolente del campamento

Las tiendas Españolas de alegres tonos

Clavadas y ordenadas

Los pendones de santos y caballeros

Indiferentes a la humedad

Las hogueras hediondas

De los cocineros

Donde la leña mojada

Se enrojecía de vergüenza

Al ser soplada por fuelles



Los corrales de los caballos

Los cercados de cerdos y llamas

Los mil movimientos de los perros

El rápido y sordo desplazamiento de los indios

Y más allá la confusión

De la selva fétida

Mi mirada se volvió hacia el sur

Y observe a los batidores

Con sus leves movimientos

Y un jinete que galopaba

Veloz hacia el campamento

Probablemente un guardia

Que hacia relevo

Y venia desde el oeste


La lluvia empezó nuevamente

Y ceso bruscamente

Poco antes de la caída del sol

Lo que disipo la densa humedad

Y el humo de las hogueras

Quedaba flotando en el espacio

Sin una brisa que lo impulsara

Los hombres al volver de la cena

Se congregaron en grupos

En torno al fuego y lo mas cerca del humo

Que los protegía contra moscas y mosquitos

Vi. al comandante Mora

Hacer recorridos, parecía solo

Pensé con tal de matar el tiempo

Lo vi, Caminar entre los hombres

Tan poco bien venido, como siempre

Lo ha sido un comandante entre soldados

Se detuvo frente a un grupo

De hombres de Guayaquil

Estaba allí el caballero

Blas de Medina, y el jugador Juan de Illanes

Que hablaba en ese momento


No, no es así lo oí decir

Esta bien Medina, vos sois noble

Decidme en verdad

Que preocupa a una muchacha

Cual sea la naturaleza

De vuestra sangre

Con tal que tengáis

Sangre caliente

Medina se echo a reír

Depende de lo que desee contesto

La mayoría de las mujeres no quieren amor

Dan lo que tienen a cambio

De lo que quieren

Siempre ha sido así

Cuanto más quieren

Mejor uso aprenden a hacer

De lo que tienen



No es esa mi experiencia

Expreso el jugador Illanes

Quieren exactamente lo que queréis vos

Algunas ni siquiera lo saben

Una vez que le enseñáis

Demonios no hay manera

De librarse de ellas

Eso solo puede suceder entre campesinas

Aclaro Medina, yo hablo de las mujeres de mundo

De las compañeras de los grandes

Capaces de escalar las alturas

Mediante el uso prudente

De lo que dios les ha dado


No todas son calculadoras

Comento Illanes

Conocí una vez en Sevilla

Una mujer que tenía

Tanto dinero como cualquiera

Pudiera desear

Su marido era casi tan rico como Pizarro

Tenía todo lo imaginable

Lujos posición en la corte

Dinero y carruajes

Todas las cosas excepto una

Y era precisamente lo que

Ella necesitaba

No importa como la conocí

Después una noche consintió

Dirigió la mirada en torno al fuego

Y sonrió picarescamente

Con aquello desperté su amor

Intente librarme de ella

Pero fue inútil

Por su culpa me encuentro

En esta maldita floresta

Tuve que huir de España


Vagando al azar

Llegue hasta los humos

De una hoguera

Algo más grande que las demás

Donde se oía

Una discusión seria

Allí estaba el padre

Carvajal y Maldonado

Conversando con Alfonso Robles

Y otros andaluces de cutis blanco

Que según pude observar

Eran los más sabios del campamento

Sin casco al descubierto

Su frente ancha y recia

Con una fina mata

De cabello rubio

Robles era aun más simpático

Y su hablar castellano

Era el idioma culto

Y cuidado de los andaluces

Acentuado por modismos moriscos

Como todo hidalgo Andaluz

Robles era inteligente

Y de espíritu cultivado

Y el clérigo Carvajal

Lo tenía sometido

A un intenso interrogatorio


Para hombres que faltan

Diez o más años a su patria

Sin más noticias

Que las pocas que traen los barcos

Sin correspondencia de amigos o parientes

Aquellas novedades de pocos años atrás

Eran frescas, y Robles hacia

Solo tres años que había llegado de España

Por el momento España esta en paz

Decía Robles o por lo menos lo estaba

Cuando yo partí, pero decían

Que la paz no seria duradera

Mientras Carlos I, retenga a Europa

Y Francisco de Francia este vivo

La historia sórdida

De intriga continental

Resultaba confusa

Carvajal era el único que prestaba atención

Tratando de adivinar

A través de los recuerdos de Robles


Las celosas maniobras

Del ambicioso Francisco

Del celoso Enrique VII

En Inglaterra, y la tortuosa

Diplomacia de Maquiavelo

En Florencia

El avance de los infieles Turcos

Desde Oriente

Carlos I monarca de medio Europa

Sacro emperador Romano

Germánico rey de los países bajos

Rey de Castilla y la península Ibérica

Gobernador de Sicilia y Nápoles

Protector de la Santa Sede

Y hermano del rey de Bohemia

Y Hungría, poderoso y expuesto

A las depredaciones

Por todos lados

Como es posible

Interrumpió Carvajal

Que Enrique de Inglaterra

Este del lado de Francia

Cuando nuestra princesa

De Aragón, hija de Isabel

A quien Dios tenga en su santa gloria

Es la reina de Inglaterra



Robles sabia lo que debía contestar

Mas le costaba trabajo

Explicar la inquietud de Inglaterra

Y del continente a un dominico

Ellos gozaban del privilegio del santo oficio

Y su respuesta tomada como una herejía

Enrique la ha repudiado

Dijo con mucho cuidado

¿Y lo ha permitido el padre Clemente?

Pregunto anhelante Carvajal

La iglesia de Inglaterra

No reconoce la autoridad Papal

Contesto Robles

Es imposible clamo el clérigo

Elegid con cuidado vuestras palabras

Jovenzuelo, advirtió el dominico

Creo padre dijo Robles

Que convendría retroceder

Un poco en la historia

Y deciros cuanto sé


Narro todas las traiciones

De la década anterior

Como dentro del sacro

Imperio Romano

Aviase alzado un herético

Llamado Martín Lutero

Que tradujo la Biblia

A su manera, y había

Lanzado a circulación

Millares de ejemplares

Con la invención de la imprenta

Y quemado la bula de excomunión

Dictada en su contra


Como también en Francia

Un maestro religioso llamado Calvino

Había levantado los mismos contra la iglesia

Como Suecia y Dinamarca se apartaron

De la fe santa, volcándose al protestantismo

Como los herejes protestantes

Bajo la dirección de príncipes

Presentan batalla contra la iglesia

En Suiza y los estados Alemanes

Y como el caos continental

Se apoderaba del mundo


Enrique de Inglaterra se casa

Con una cortesana ramera

Y manda decapitar a tantos eclesiásticos

Que sus obispos tuvieron que ceder

Y rebelarse contra el Papa

Proclamando la adhesión a Dios y Enrique

Es imposible fue todo cuanto pudo decir

El padre Carvajal

Sin poner en tela de juicio

La exactitud de las afirmaciones

Formuladas por Robles

Pues se trataba de un erudito

No lo entiendo, se concreto

A decir meneando la cabeza

Esto sobrepasa el poder humano

De entendimiento convino Robles

Naturalmente debéis saber que él

Vaticano fue asaltado y saqueado

Por nuestros propios soldados Españoles

Dando lugar a que tenga que huir

El santo padre Clemente VII

Y que nuestro Emperador

Tuviese al Papa prisionero

Siete meses en la montaña


¿Carlos hizo eso? ¡Misericordia!

Exclamo el padre Carvajal

Pensar que e escuchado

Semejantes insensateces

Desde entonces la autoridad Papal no es igual

Quizás padre, el ejemplo dado por algunos

Eclesiástico no sea del agrado de Dios

Dijo Robles con mucha cautela

Aunque también hay muchas publicaciones

Escritas en latín, por ejemplo

En Inglaterra un tal Tomas Moro

Aboga por la reforma de la iglesia

Con el fin de dar mayor voz a los legos

Pero fue decapitado

Bien merecido lo tuvo

Dijo el padre Carvajal

Que otras herejías hay

En Rótterdam continuo Robles

Rogando en silencio que Carvajal

No adivinase que había leído algunas

Un tal Erasmo, hombre de gran ciencia

Y sacerdote sostiene que hay

Muchos errores en las traducciones

De las escrituras y deben cambiarse

Dios lo castigara a su debido tiempo

Dijo Carvajal

La matanza debe ser aun mayor

Dijo Robles


Calvino en Francia esta organizando un templo

¿Una iglesia? un perro renegado

Si padre, sus sermones están inspirados

Directamente en la Biblia

Sus seguidores se forman su propia opinión

El padre Carvajal dio un salto y se santiguo

Es pecado el solo pensar estas cosas

Ese hombre ¡cómo lo habeis llamado!

Ese que quemo la bula de excomunión

Se llama Martín Lutero padre

No entiendo como no es aplastado

Es monje agustino, profesor de witemberg

Aun después de su excomunión

Siguió predicando y enseñando

Que predica hijo, yo os absuelvo

Pero esto que os digo

Me contaron sacerdotes de Sevilla

Sonreí entre las sombras

Este Robles no es ningún tonto



Lutero cree que las indulgencias

No fueron creadas por Jesucristo

Si no por la iglesia y por lo tanto

No-solo son indignas

Si no además sacrílegas

También dice que el Papa no es más divino

Que cualquier otro príncipe

Y por consiguiente la iglesia

No tiene autoridad sobre el poder civil

Y la iglesia no puede hacer nada

Dijo el padre Carvajal

Es demasiado tarde dijo Robles

Los hombres han aprendido a leerlas

En las publicaciones salidas de las prensas

Me habeis hecho cambiar de humor

Hijo dispénsame y se alejo contrariado

Se retiro a su tienda y lo vi hincarse

De rodillas en la tierra como castigo

Por haber participado, no solo

En una conversación herética

Si no alentarla también


Entonces pregunte a Robles

Que más ocurre en el mundo

Una colonia llamada Buenos Aires

Ha sido establecida en la costa

Oriental de nueva España

Se encuentra a dos mil leguas de Cuba

Debe haber mucha tierra debajo del Perú

Lo oí decir en Santo Domingo, cuando salí de allí

Y cuentan que un sacerdote Francés

Llamado Cartier, ha hallado el camino

Al océano del oeste, por un rió situado

Muy al norte en la latitud de Dinamarca

Si es como Nicaragua bienvenidos sean los Franceses

Los presentes rieron

Muchos de ellos envejecieron

Rápidamente en Nicaragua

Y les alegro pensar que los afectados Franceses

Pasaran esas vicisitudes


Como esta Sevilla pregunte

Yo me embarque allí

Igual señor contesto Robles

Pero más grande, la he visto crecer

Bajo mis propios ojos

Por real decreto es el único puerto autorizado

Para la entrada de mercaderías

Provenientes del nuevo mundo

De manera que se ha engrandecido

Y enriquecido, atrayendo hombres

De muchas naciones


Jamás olvidare Sevilla, dije

Atragantándome con los recuerdos

Tañían las campanas de la giralda

Mientras navegábamos rió abajo

Y lo último que vi de la ciudad fue

La torre brillante de la nueva catedral

Y el Alcázar indolente recostado

En lo alto de la colina, no es fácil

Olvidar lo último que se ve de España

Vosotros los andaluces sois afortunados

Le dije a Robles, teneis de todo

Me hubiera gustado nacer en Cádiz

Porque habría aprendido ha sonreír

Leer y escribir en su gran plaza

Adormecido por el sol


Tengo una prima dijo Robles

Con maliciosa y amplia sonrisa

Que es capaz de enseñar a cualquiera

Cuando volvamos a España

Os presentare ¡ah! exclame vosotros los andaluces

Prodigais demasiadas dotes

A vuestras mujeres

Pero sonreímos señor y ellas sonríen

Reímos y nuestras mujeres ríen

Amamos y nos corresponden con su amor

Saben vivir las mujeres Andaluzas

No se encierran tras los muros de ladrillos

Mantillas de encaje y avinagrados rostros de dueñas

Como hacen las vuestras en Extremadura


Esta charla acerca de las mujeres

Nos ponía animados

No de las mujeres como las concebía

Y usaba el jugador Illanes

Illanes no era amado, solo consentido

Cuando un hombre se encuentra solo

En un mundo nuevo es cuando llega a reconocer

Una verdad incontrovertible

Que cada hombre debe tener una mujer

Considerada por él

Como un dechado de perfección

Que se ampara en la fuerza protectora de su brazo

Que responda con su fragilidad a su fortaleza

Con su calor a su frialdad

Con su aprobación a sus ambiciones

Con su aplauso a su arrogancia

Con su pecho a su hambre

Y su deseo de sucesión con el hijo

Uno necesita el recuerdo de un perfumado cabello

Acaricie sus sueños en lejanas tierras

Y que el anticipo de su satisfacción

Le sirva de acicate para regresar presto

El hombre sin mujer es un caballo sin rienda

Un brazo sin espada, por eso la mujer

También debe ser de una cierta comprensión


¿Como se llama tu prima? Robles

Ana de Ayala respondió

Pasaba apenas de los catorce años

Cuando partí dejaba atrás la inocencia

Hermosa de la niñez

Para convertirse en bellísima granada

Es alta y esbelta como un junco

Y sus ojos tan firmes

Que al verla por primera vez

Se la puede creer un poco osada

Más no es osadía, sino curiosidad

Estaba la última vez que la vi

De pie con un cántaro al hombro

Junto al pozo común

Tenía los brazos sobre la cabeza

Mientras que el fruto maduro

Parecía querer saltársele por entre la blusa

Y sus caderas y piernas jugueteaban

Como un viento retozón en un mar sereno

¡Dios mío! le dije, yo volveré a buscarte

Entendió lo que quise decirle

Y volvió hacia mí su hermoso rostro

De madona, con ojos que abrazaban

Y dientes que refulgían

Como cinceladas piezas de marfil

Se rió y me contesto

No me reservo para distraer los ocios

De un pariente pobre

Me casare con un Hidalgo

Tal vez con un Adelantado

Y rió como si supiere

Que cuanto podía ofrecer

En aquel momento, era como

Para que cualquier Adelantado

Se arrastrara por el fango

Ante su falda roja


Y ese dechado de virtudes

¿Donde vive?, y Robles dijo

La encontrareis en casa de su padrastro

Cosme de Chávez, en una casa de tejas rojas

En la avenida Teresa, con flores de lirio

Precisamente en el sitio

En que por las mañanas da la sombra del Alcázar

No podéis equivocaros, pues hay junto al portón

Un olivo nudoso y una campana de plata

Para quienes llaman a su puerta


El campamento se desplazo hacia el norte

Atravesando tierras que los indios llamaban Capua

Caminábamos con demasiadas cosas

Y los porteadores sobrecargados

Consumidos por las fiebres

Morían rápidamente en la selva

La preocupación es un obstáculo

Y el camino del hombre

Tiene ya bastantes problemas sin él

El temible verano de la selva

Con su calor, su desinteria y sus insectos

Fue con los indios más cruel

Que sus amos Españoles

Sin los indios teníamos miedo de comer

Las cosas halladas en la floresta

Hasta entonces dábamos de probar a los indios

Y si el experimento fallaba

Todo era cosa de enterrarlos


La selva sé hacia a cada paso más impenetrable

No dábamos un paso sin que

Tuviésemos que despejar la vegetación

Con los machetes avanzábamos poco

Y el general Gonzáles se enfurecía

A medida que nos parábamos para descansar

Por la tarde llegamos a un pobrísimo

Campamento indígena donde había comida

Los indios nos atacaron con lanzas

Y sus cuerpos desnudos pintarrajeados

Que refulgían, al sol resplandeciente

Sus flechas nos produjeron siete muertos

Tres heridos de gravedad

Al anochecer los aniquilamos

Y los supervivientes indios

Quedaron como prisioneros



El general los hizo meter en la casa

Y ordeno que salieran de uno en uno

En la oscuridad les preguntaba por el Dorado

Pero nada decian, y el traductor indio insistía

Luego eran muertos a machetazos

Trajeron un hombre viejo con cosas

En la cabeza que le caían hasta los ojos

El cuerpo lleno de adornos y abalorios

El indio viejo fue extendido

Con brazos y piernas abiertos

Donde los indios encendían el fuego común

Y el traductor indio preguntaba dónde esta el Dorado

Donde se encuentra el Oro

Mientras mirábamos como se quemaba la espalda del viejo

Al no confesar nada, el general ordeno

Darle la vuelta y así se hizo

Hasta que el humo de la hoguera termino por matarlo

El general sonrió complacido, eufórico

Lo juro por la honra de mi madre

Cuando le trajeron al indio siguiente

Solo le formulo una pregunta

Y como no obtuvo respuesta

Le echo los perros en el acto

Los animales desgarraron al indio

Mientras las mujeres y los niños

Contemplaban la escena despavoridos

A la entrada del bohío de cañas

Su silencio encolerizo más al general

Quería que gritasen y confesaran

Donde podía hallar el Dorado, el Oro

Pero seguían silenciosos

Con los ojos desmesuradamente abiertos

Entonces el general ordeno

Incendiad el bohío en el acto

Murieron mujeres y niños

Ni uno solo lloro o grito

Madre de Dios, que agonía, que hedor

Pero los gritos que ellos no lanzaron

Resuenan en el interior de cada uno de nosotros


A la mañana siguiente avanzamos a través de la floresta

Cruzamos bordeando unos fétidos pantanos

Y como a un día de camino, encontramos un rió

Cuyo viento era limpio, el primer halito fresco

En tantos días, me calmo y ablando la voz

Descansamos tres días junto al arroyo

Armamos el campamento

Y el recuento de las fuerzas

Llevado a cabo el día de la transfiguración

Fue desalentador para todos nosotros

De los doscientos Españoles

Noventa habían muerto y quince heridos

De los doscientos treinta caballos

Quedaban solo ochenta, y dos asnos

De los veinte esclavos negros

Vivian solo cinco enflaquecidos

De los quinientos indios Quiteños

Solo quedaban diez hábiles

De los sesenta perros, solo quedaban ocho


Por ultimo el General Gonzáles

Dio orden de levantar el campamento

Y marchar corriente abajo

A los cinco días la expedición

Llego a la confluencia del rió Coca

Donde había un poblado indígena

Los indios habían huido en sus piraguas

Y estaban recorriendo él rió en botes

Empezaron a lanzarnos piedras

Con hondas que hacían girar sobre sus cabezas

Tres ballesteros fueron muertos

Repelimos su ataque y caminamos varias leguas

Hasta llegar a un claro cercano

A un manantial de agua cristalina

Donde surgió la idea de hacer

Un bergantín, ciertamente madera había en abundancia

Todos se entusiasmaron por el proyecto

Enseguida nos pusimos a trabajar

Mandando un destacamento que talara árboles

Mientras otro grupo buscaba hierros para hacer clavos

La tarea prosiguió apresurada

Y al cabo de tres meses quedo concluida

La mañana en que la barca completamente estibada flotaba

Algunos capitanes levantaron el pendón

Luego el padre Carvajal con la hostia muy en alto

Hiciera una procesión hasta el borde del agua

Don Gonzáles con sus mejores mallas y su mejor capa

Y yo un paso detrás, como cumple al segundo en comando

Siguió una misa solemne y el bergantín

Fue bautizado con el nombre de San Pedro


El bergantín se comporto airosamente

Comandado por Juan de Alcántara

Valeroso y galante caballero

Del maestrazgo de Santiago

En las montañas de Extremadura

Y entonces pensé que la lealtad

No se demuestra con palabras dichas

A espaldas de un hombre, sino con actos

¿Que velocidad creéis desarrollar?

Alcántara, se puso rápidamente en pie

Y miro detenidamente la corriente

Hacemos unos diez nudos más o menos

Señor contesto el contramaestre

En la noche cayo una lluvia torrencial

Y fue necesario destinar a algunos

A achicar la bodega del bergantín

La corriente aumento en velocidad

El timonel Veles advirtió sobre un posible naufragio

Y todos los hombres se miraron impotentes

Ante la fuerza arrolladora del agua

Entonces se me ocurrió un pensamiento

Creo que el hombre recibe exactamente

La compensación de lo que da de Dios

De los humanos, de su trabajo

Creo que el hombre que reza

Cuando lo que se requiere es acción

Es un tonto y Dios lo tiene por tal

Creo que Dios contesta las plegarias

Del hombre que realiza su propia labor


La presencia de mareas

Hizo forzoso el disminuir la velocidad

Pero la fuerza de la corriente

Nos arrastraba como una astilla

El timón no obedecía

Y chocamos contra una gran roca

Y la madera del bergantín

Se quebró con un ruido espantoso

El agua ingreso a raudales

Y arrastro a los hombres a su antojo

No se como logre ganar la orilla

Y el amanecer me sorprendió

Con una luz intensa

Que tiño de azul el cielo

Al caminar por los alrededores

Encontré a seis de mis compañeros

El resto había desaparecido

Posiblemente la mayoría ahogados


Nos reunimos cansados

Sobre la angosta orilla

Y decidimos avanzar a pie

Y como a una legua de camino

Tropezamos con indios feroces

Pero más feroz, era el hambre y la sed

Una flecha dio en el hombro de carranza

Que murió en el acto traspasado

Otra flecha dio en mi pierna

Note como manaba sangre

Y el olor de la misma

Me hizo retroceder espantado



El envenenamiento no dejaba dudas

Sabía lo que me esperaba

Escalofríos intensos

Fiebre alta y delirio

Que valor tenía entonces

Codiciar el Oro y la riqueza

Con ellos era imposible comprar sueños

Era imposible comprar vida

Mis amigos ya no estaban

A Robles y Ana de Ayala

No los vería más

Entonces creí escuchar una voz

Que me decía quedamente

La riqueza del hombre

Es el valor de su propio corazón

Tesoro inagotable que crecía

En proporción a su consumo

Joya de veinticuatro kilates

El Oro es un amigo inconstante

Maleable, desleal, traicionero

Solo el corazón mantenía su pureza

Aun con su último latido.

Texto agregado el 20-05-2009, y leído por 172 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-05-2009 Podría darse un diario a diario, todo junto está uff bn largo. De todas formas el ritmo q das es elegante. mitsy
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]