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Llegaste un día de cierto, en cierto país, en cierto planeta, tus padres te esperaban ansiosos y cuando abriste los ojitos eran tan brillantes y llenos de fulgor, tu carita dulce y sonrosada, eras hermosa niña.

Fuiste creciendo poco apoco en justa medida, y tu cabello ya largo y rizo que se desplegaba hasta tu cintura, tus ojos más expresivos, y tu cuepo dejaba ver la silueta de tu madre y el rostro de tu padre.

Artística, novedosa, intelectual, curiosa, vanidosa, todo aquello tan grandioso que rodea a un infante. Eso decía tu tío, el que murió, el ladrón de tus secretos, tu protector, tu casi padre Alejandra tu nombre así como la piedra preciosa.
Aprendiste a caminar sola, a leer sola, fuiste tu maestra no necesitaste ir al preescolar ya sabias más de la cuenta, hasta aquí todo era bello y normal.
Hasta que un día el monstruo verde que vivía en tu casa, te ataco y te empezó a robar parte de tu tesoro, de aquella fantasia deslumbrante que todos los bebes tienen al nacer, el maldito te amenazaba con matarte si decías algo y te quedaste muchos días llorando, sin hablar, sin reír, sin jugar, empezaste a enfermar y los doctores decían que estabas bien pero aquella bestia te atormentaba y te seguía haciendo daño, y tu sin musitar palabra tragabas tu dolor sola.

El monstruo verde se alejo porque huiste de él, te cambiaste de casa, pero no contabas con que en el nuevo lugar serias la carnada de la sardina roja, mas desalmada aun, que aquella bestia verdosa.
La sardina roja era un ser más grande que tu, pero la inocente abuela le pedía que te cuidara y ella se aprovechaba de ti y lo que hacía era dañarte el corazón y lo mas intimo de la envoltura.
Intrigante, perversa, pécora, así era ella sembró en tu vida la semilla negra de resentimiento y del temor y como todos saben no es bueno sentir eso.
La querida Aleja de nuestro cuento quería destruir a sus verdugos pero con nostalgia en el pecho espero a la justicia divina.
Y aunque se demoro en llegar, hubo tal destrucción, con el tiempo a la hermano gemelo del monstruo verde lo ataco el sabañón, y le hirió parte de su estomago,
Y a la hijita de la sardina roja se la comió el pez martillo, ella pensó el que actua mal termina aplastado o muerto.

Alejandra no se sentía orgullosa de eso porque su corazón era noble y grande. Pero si vio la majestuosa mano de Dios apoyándola.
Pudo perdonar a estos demonios.
Y nunca más volvió a dudar de él.

Todo esto lo dibujaste mi Alejandra en el cuentito que pedi que me hicieras en la clase

Texto agregado el 28-05-2009, y leído por 314 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
06-02-2012 Los niños son los mejores maestros...Si nos dieramos el tiempo para escucharlos!!! pantera1
18-02-2010 una triste historia pero con un final en q ganan los buenos , alcemos todas las manos para q siempre triunfen los buenos .- hombrenuevo
22-08-2009 Bien krumita...a ratos el cuento me llevo a mi infancia, con esos miedos a la oscuridad y esas cosas...ahora la oscuridad me agrada y hasta me acompaña...salud por eso ...mis***** beto1963
13-07-2009 Qué bello y tierno relato, me ha conmovido, muy bien logrado********* JAGOMEZ
 
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