El minotauro según la leyenda

Sábado 23.08.2009


Minotauro, mitad hombre, mitad toro ¿Diríamos un semi dios? ¿Un hijo del regente de las profundidades? La duda hasta hoy produce eso. Más dudas.

Encerrado en su laberíntico reino oscurecido, lúgrube, melancólico y sobre todo funesto, deambulaba este ser, adorado por unos, temido por otros y odiado por la mayoría de los habitantes del lugar, que debían alimentarlo y pagarle tributo entregándole a sus hijas, para satisfacer sus instintos animales, so pena de acarrear desgracias por la ira de su poderoso y temido padre. Era odiado, pero nadie había podido darle caza y menos matarlo.
Las muestras estaban en sus pasadizos, cantidad de esqueletos de los soñadores y arriesgados incautos.

Los ciudadanos más ilustres y poderosos habían llamado a todo valiente del Egeo, pero sin resultado. Unos no se atrevían y los con más coraje eran aquellos que estaban dentro, sin nombre y sin vida.

Teseo héroe, responde al llamado y tan pronto como arribo al puerto, comenzaron las apuestas. Decían en los corrillos: Pero si es muy flacuchento. Miren comentaban otros – Apenas se puede su escudo de bronce, ni que decir de su espada que la lleva arrastrando – Este se va a perder en el laberinto, y listo otro héroe menos para la historia.
Las apuestas eran de noventa y nueve en contra. Todos se preguntaban ¿Quién había votado a su favor? No lo supieron hasta que la persona ganadora de la apuesta, se presentó para cobrar su premio; era nada menos que una hetaira, de nombre Ariadna, que ejercía la prostitución, como parte de su labor en el templo de las hespérides.
Lo que nadie supo porque no le pagaron a Teseo, en vez de Ariadna. Solo ella sabía el secreto, pues había escondido el ovillo de su hilo, cortado con mano diestra, y el pobre Teseo no encontró nunca la salida.

Minotauro mapochino


Sábado 22.08.2009

Desde la perspectiva que se me presenta, en el inframundo de mi conciencia, puedo decir conversando conmigo mismo, que a pesar de todo he perdido parte de mi realidad presente, pero no olvido mi pasado oscuro e indeleble en mi conciencia.
Recorro los pasadizos lúgrubes, húmedos, sin luz natural, con su intrincada arquitectura que más parecen la mazmorra de mi encierro; que me alejan de lo real de mi existencia.

En mi juventud o mejor dicho, mi niñez, deambulaba libremente por las calles de la ciudad, sin temor, sin odios, solo me movía la curiosidad.

La ruina, mi ruina, la causó el conocer y darme cuenta que Dios no tenía en su plan el considerarme hijo de Él, como lo aseguraban los demás semejantes, felices de contar con su gracia; eso me lo repitieron una y otra vez con burlas, mofándose de la fealdad de mi cuerpo maltrecho.
El odio que me envolvió y la sed de venganza, dejo a mi paso una estela de crímenes y muertes, gritando: ¿Dónde estas Dios? ¿Acaso yo no soy también tu hijo? Al no obtener su respuesta me hundí cada vez más en el crimen y la drogadicción.

Su respuesta llegó junto con mi final, cuando la policía invadió mi reino, sacándome de mi encierro, que ellos llamaron mi guarida. Mi fin llegó rápido casi indoloro, mientras perdía la conciencia al fin escuché su voz diciéndome: Todos son mis hijos y todos vuelven a mí.

El policía conversando con un colega decía: A este asesino degenerado, nos costo sacarlo de los tubos del drenaje, de las aguas servidas de la ciudad, que desembocan en el Mapocho. Y pensando en esa historia antiquísima de Teseo el cazador del minotauro, en donde según la leyenda tenía un solo fin, la muerte, se retiraron del lugar.

Nomade: Hoy en día la realidad va de la mano de la leyenda