Un día, hace dos minutos, descubrí que no tenía el talento para escribir. No sentí nada. Fue sólo una percepción que llegó a mí sin darme cuenta. Como si una realidad paralela a mi me hubiera acompañado durante toda la vida pero tan sólo en este momento se hubiera acomodado a mi con la facilidad que lo hacen las cosas que siempre han convivido juntas. Como la estatura, o el tono de la voz, o el lunar de la espalda que nunca sabremos que existe, pero que no por eso deja de ser tan nuestro como lo que podemos ver de nosotros…