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Hola Laurita.

El argumento del libro “Shatranj El juego de los Reyes”, es el siguiente:

La historia cuenta que la princesa Deyazad, una joven de 16 años, luego de convencer a su padre, logra salir del palacio para visitar la Ciudad de los Domos, un emporio comercial. Pero la princesa sin embargo cede su lugar a su criada Alisha para tomar ella el rol de esta. Así, de criada, llega a Domos. Allí conoce a un artesano de quien se enamora. El príncipe Prashan desea pedir la mano de la princesa Deyazad y al acercarse la fecha la princesa se las arregla para verse con el artesano y entre los dos inventar el juego del ajedrez. El día señalado para la petición de la mano aparece el artesano Bermiz, explica el juego al padre de la princesa, el sha Amir, y este al quedar fascinado por el juego se ofrece a darle lo que quiera. Bermiz pide un grano de trigo por la primera casilla del ajedrez, dos por la segunda, cuatro por la tercera y así hasta completar todas las casillas. El sha Amir accede, pero al hacer el cálculo se da cuenta de que la cifra es astronómica y el número de granos imposible de recolectar. Le dice entonces al artesano que pida otra cosa y él pide que la princesa Deyazad sea su esposa.

El capítulo adicional tratará de lo que sucedió al príncipe Prashan que
originalmente pretendían la mano de la princesa pero que con la aparición del artesano se quedó sin princesa…

(Por si acaso el texto de abajo no sale con los acentos en forma debida, le mando de todas maneras un archivo anexo con la historia).

Chao:

Rubén


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Capítulo adicional

Prashan

La felicidad del artesano Bermiz y de la princesa Deyazad, según supe mucho después, fue mucho más larga de lo que mis esperanzas hubieran querido. Durante los días que estuve en el palacio del sha Amir, nunca imaginé el desenlace que tuvo la historia. Fue tan sorpresivo y rápido que cualquier intento por modificarlo estuvo lejos de lo que yo pudiera imaginar.

No contaré la inmensa tristeza que se apoderó de mi. El regreso al palacio de mi padre fue precedido por mis soldados que no se atrevieron a mostrar la pompa que siempre les había sido propia. Hasta mi propio caballo, el muy bello Eltanín, parecía darse cuenta de que mi vida nunca volvería a ser la misma. Todo el poder de mi padre, a quien se rendían vasallos de mil pueblos, no fue suficiente para curar mi corazón herido en su orgullo.

Los días pasaban y no podía olvidar el agravio de que había sido objeto. No dejaba de pensar en la princesa Deyazad y en la jugada que el destino me había hecho sufrir. Tampoco podía olvidar al artesano Bermiz y su endiablado Shatranj que llegó a convertirse para mí en el símbolo de la perfidia y la humillación.

Tan sólo las caricias de mi madre, la serena reina Suben-el-shemali, lograron aplacar las angustias de mi corazón con el argumento simple y poderoso de que todo pasa.

Los tiempos que vinieron fueron de calamidad para todos. Los reinos desde el Estrecho de Ormuz hasta Bactria, que antes se habían levantado con gallardía y hasta altivez, fueron arrasados por el poder inmenso de las hordas extranjeras que impusieron su dominio despiadado y establecieron su propio dios. Unos pocos años fueron suficientes para que viéramos desaparecer la grandeza del sha Amir. El reino de mi padre corrió la misma suerte como si mi tristeza por la pérdida de la princesa Deyazad no hubiera sido suficiente para mi, y como si el destino que me había sido trazado estuviera tapizado de amarguras y desilusiones.

Después de haber sido un príncipe de un reino poderoso llegué a convertirme en un vasallo más del furor extranjero. Los golpes de la vida me hicieron comprender que mi altivez de príncipe estaba sostenida en bases tan débiles que se derrumbaron sin que apenas me diera cuenta.

Siempre había sentido una inclinación especial por la religión de mis padres y mis angustias me hicieron acercarme más a ella. Aprendí la lengua de los invasores y conocí los textos originales de mi doctrina. Empecé a estudiar con más ahínco los textos sagrados y poco a poco comprendí que los eventos de mi vida se habían desarrollado de la manera en que los viví por la razón de que en algún momento de mi vida debía empezar a comprender la verdad de mi existencia.

Hace innumerables años que perdí el rastro de la princesa y el artesano. He oído que el hijo del que fuera el Librero del Imperio es ahora el librero de los amos que he aprendido a respetar. El shatranj ha dejado de convertirse para mí en señal de oprobio y ha llegado a ser una distracción para mi espíritu.

Si, fui un príncipe altivo de un reino fabuloso. Ahora las canas han invadido desde hace muchos años mis cabellos y mi larga barba. Camino apoyado en un bastón rústico. Y ahora que mi cuerpo se ha doblado por el peso de mis calamidades y mis desdichas, me veo obligado ver con mis ojos cansados el suelo que recorro con dificultad.

Y la paz ha llegado al fin a mi vida. Porque ahora comprendo con la transparencia de las frías mañanas que mi viejo cuerpo aun disfruta, ahora comprendo con la nitidez del canto de la lluvia, ahora comprendo que sólo Alá, el Misericordioso, es grande.

(Laurita, hay que decirlo, debió haber presentado este trabajo en el colegio pero de seguro ni lo leyó. Sus profesoras, si es que leyeron el trabajo, de inmediato se dieron cuenta de que Laurita no había tenido nada que ver con lo que estaba escrito. Yo, por mi parte, pienso que el capítulo añadido respeta el estilo del libro y me atreverìa a decir que es incluso mejor que los que debí leer por obligación para hacer el trabajo. )

Texto agregado el 29-08-2009, y leído por 198 visitantes. (0 votos)


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