TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Mardion_Isiaco / Acerca del punto uno de puntillismos

[C:422388]

Pongámonos en el caso de que presenciamos a un virtuoso musical. Un pianista inaudito, salido de la cuarta dimensión o de otro planeta. Seguramente quienes lo oigamos y no toquemos pianoforte (desde ahora piano) hemos de admirarlo (por su sorprendente técnica, velocidad, las emociones que nos provoca, etc.), pero no querremos ser como él, porque consideramos que es inalcanzable, o porque nuestros intereses actorales (estos es lo que queremos hacer, cómo queremos actuar) son de otra índole que las del virtuoso. Pero ¿Qué puede sentir alguien que oye al músico en cuestión y sí esté vinculado con la ejecución musical, específicamente, en este caso, con el piano? Lo que me imagino que puede sentir es variado, y fluctúa entre las siguientes opciones (Es casi seguro que las posibilidades presentadas no son las únicas, pero sí suficientes para lo que quiero explicar): Admirarlo y querer igualarlo; admirarlo y querer superarlo; admirarlo, pero seguir otra "ruta musical"; admirarlo, repudiarlo y querer superarlo.
En todos los casos imagino la admiración, puesto que se reconoce el carácter virtuoso del pianista, es decir, su manejo excepcional con el instrumento -de cuerda percutida. Ahora bien, en el caso primero, la intención de "igualarlo" no la entenderemos como un "replicarlo", ya que una réplica de arte se considera algo así como una "falsificación". Por lo tanto, a lo que me refiero con igualar es, aunque parezca contradictorio, interpretar. ¿Porqué establezco una especie de sinonimia entre estos dos conceptos? Nada más ni nada menos que por referirnos a humanos (aunque dos cosas tampoco pueden ser iguales, salvo conceptualmente). Todos, creo, estamos de acuerdo en que nadie puede ser "igual" a otro. Y sin embargo muchos, creo, hemos querido ser "iguales" a alguien. Este querer ser igual a otro, es querer ser como otro, y este ser como otro, es ser ese otro pero a mi manera: interpretar al otro para llevar en mí "esencia", en mí "alma" o en mí "carácter", su contenido esencial que lo hace digno de mi admiración.
Relativo a los demás casos, diré brevemente que querer superar implica creer que hay un "fin absoluto" en la direccionalización de la música, y que aquél al que se desea superar, pese a ser virtuoso y digno de admiración, no ha llegado al límite de las capacidades humanas para explotar el piano. Casi opuestamente, desear seguir otra "ruta" es darle un valor múltiple a la música, donde un sinfín de caminos entreverados con influencias e interacciones permite un desarrollo amplio, inacabado en la esfera artística. Finalmente, repudiar junto con admirar, equivale a envidiar.
Baste con eso en el virtuosismo musical, y traslapemos esta característica (la virtud) al ámbito de la ética (entendiendo por ética la reflexión personal sobre cuáles son las formas adecuadas de desenvolvernos en nuestro mundo, ya sea individual o colectivamente). ¿Qué es lo que ocurre? O, mejor dicho ¿Qué digo que ocurre? Pues que transformamos los actos de un hombre virtuoso, de una mujer virtuosa, en paradigmas o modelos de acción admirables, dignos de ser imitados (interpretados), superados, elegidos, desechados o repudiados. Además, digo que con eso hay un problema, a saber, que cuando tales actos virtuosos de alguien particular llevados a un plano paradigmático. se establece a un sistema de valores que por más de una persona es llevado a un intento igualatorio (no interpretativo), sin tomar en cuenta que lo máximo que se puede hacer es interpretar un virtuosismo. Se crea un modo de actuar no sólo válido sino que también necesario para todos. Esto es lo que llamo "un producto improducible, una meta inalcanzable, una idea inimaginable, un concepto indefinible" por el hecho de que nosotros nunca, pero nunca, podremos ser Jesús, o Buda, ni siquiera Gandhi o Alberto Hurtado, pero nos torturamos con la idea de que sí podemos pero no lo conseguimos. Distinto es el caso de, digamos, Alberto Hurtado, quien seguramente amaba y admiraba a Jesús, e interpretó sus actos de manera coherente. Pero, como he planteado, el problema es que muy poca coherencia se presencia, y por lo general se impone un "modelo a seguir" invariable y exacto. Al no poder, en la realidad, ser idénticos al sistema valórico impuesto como "lo que debiera ser la realidad", nos encontramos ante lo que no sé si adjetivar de doloroso o inevitablemente fracasado.
Eso es lo importante del punto uno. Lo demás es fácil: intentamos moldearnos a lo bueno, aunque todo nos diga que lo bueno es irreal, inexistente o, si se prefiere, relativo.

Texto agregado el 16-09-2009, y leído por 107 visitantes. (1 voto)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]