TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / AashajuiJekechi / CARTA MÀS ALLÀ

[C:43555]

Esto de mirarte por horas y no tocarte no me está gustando. Este limbo frío y solitario en el que permanezco está acabando conmigo poco a poco y no sé que hacer. Estar en esta dimensión es peor que permanecer en una cárcel. Me siento como una nube encerrada en un mundo sin rejas donde el ambiente es más liviano que el aire, pero que me provoca una angustia de piedra.
Soy un soplo helado cerca de ti, pero aunque esté tan cerca que puedo ver tus ojos indiferentes brillar, no consigo encontrar el calor de tu cuerpo. Pensándolo bien, concluyo que no estoy en el paraíso. En el paraíso estuve sin saberlo, cuando en tus pechos cálidos encontraba tu aroma neutro, ese olor que se iba directo a mi alma pasando por los instintos más animales que poseía. Ahí, en tus senos, es en donde quisiera estar. Y no aquí. Tan cerca pero tan lejos como dicen por ahí.
El estar aquí y que no me mires me parte el alma y siento que no corre sangre por mis venas, como cuando llegaba a tu casa a convencerte de lo imposible, en las ocasiones en que cualquiera te decía que yo andaba con cualquiera, y me ponías cara de lapida.
La sonrisa que le regalas a otras personas aumenta la sensación de vacío en el vientre que en realidad no tengo, y produce los mismos celos elementales que sentía antes, porque no soportaba, en silencio, que alguien me “robara” la facultad de hacerte feliz... necedad por la cual, estúpidamente, lamenté alguna vez no ser Pavarotti, y otra vez no tener alas.
Quiero que de nuevo me hables, me escribas al celular, que me beses... Cuando me tocó estar separado de ti, en el altiplano, en la villa o cerca al mar, pensaba que era lo peor. Sin saber que es peor verte y que no me prestes atención. Y no puedo hacer nada, la impotencia también es mi enemiga en este momento.
Quiero abrazarte, tenerte, y decirte lo mucho que te quiero. Al tiempo que pienso que me siento satisfecho porque cuando pude te lo dije... te lo dije muchas veces y hasta el día de hoy pienso que creíste en mí. También me demostraste que me querías, y para mi felicidad pienso que de hecho fuiste mía y yo tuyo, y que nos amamos sin reserva hasta donde se pudo.

Hice lo correcto, tú eres el amor de vida y eso no va a cambiar, será así eternamente. Lastima que en el momento no te lo pueda transmitir, me lo impide el destino, porque no me escuchas, no te puedo besar y tu tampoco. Siento como si estuvieras ciega, y por si fuera poco el frío me está matando. Siento mucho frío, y el frío me deprime. Aunque tus modos ajenos a mí me duelen más.
A veces lloro en silencio y derramo las lagrimas que no tengo, porque ahora todo es tan diferente que ni me puedo desahogar llorando. Pero eso sí, sigo aquí detrás de ti buscándote, a donde vayas ahí estaré, buscando el mejor ángulo para ver, martirizado, lo que haces sin advertirme. Te acompañaré aunque lleguen los días en que ya no sea nada para ti, te seguiré amando pese a seguir siendo, quién sabe por cuanto tiempo más, la misma bola fría, gaseosa y errante en la que el destino me convirtió el día en que me morí.

El día que me mataron no tenía la menor idea de que esto me pasaría, lo cual, vengo a saber ahora, es algo común entre las personas que hemos tenido la misma suerte. La historia la sabes casi toda. Salí muy temprano a vender una parte de la miseria de un aislado y estéril propósito agrícola, y en el camino fui víctima del absurdo colombiano: Personas que se enfrentan y dicen pelear por personas como yo, resultan matándonos. ¿Quiénes fueron? Todos saben pero no lo saben.
Nos obligaron a entrar a una trocha polvorienta para que el conductor les hiciera “una vuelta como la del otro día”, y a medida que avanzábamos el trato fue más hostil hasta el punto en que nos encontramos con otro grupo de personas que venían en una camioneta negra Toyota Land Cruiser de estacas, completamente vestidos de negro, y apuntándonos nos gritaban que bajáramos la vista.
Luego parado detrás de la carrocería de la camioneta, antes de montarme, con cédula en mano y la cabeza gacha, entregué mi pañuelo para que lo amarraran en mi cabeza, esa fue la última vez que vi con vida algo. Pero antes, sequé mi sudor. Estaba helado. Se apoderó de mi un frío de terror, desde ese momento sentí mucho miedo, pero no tanto como el que me esperaba.
Permanecimos un tiempo avanzando por el camino polvoriento, todos estábamos de piedra, nadie hablaba. Pasamos por lo menos tres veces por corrientes de agua de lechos pedregosos que mecían la camioneta y provocaban los únicos sobresaltos que había en esa camioneta, lo demás era silencio y quietud, de perplejidad para nosotros y de desidia por lo cotidiano para ellos. Hasta que la camioneta se detuvo y nos hicieron bajar. Supongo que por el miedo que sentía despertaron en mi los impulsos más elementales de conservación y para ese momento había afinado tanto mis otros sentidos, que hoy escribiendo esto siento como si todo lo hubiera visto, a pesar de que tenía los ojos vendados. Así que yo, que por mi despiste permanente entro poco en detalles, ese día por miedo podía asegurar que estábamos bajo la sombra de un gran algarrobillo.
Y fue en sus raíces donde al llegar nos ordenaron uno al lado de otro, maniatados con una pita de fique. Repasaron nuestros nombres y dijeron que esperáramos un rato, al cabo del cual se acercó lo que parecía algún mando medio, lo escuché condenando a cada uno de los que nos encontrábamos allí, hasta que se acercó a mí y dejo caer la palma de su mano abierta sobre mi cabeza. “Usted es sapo”, sentenció en un claro y crudo acento paisa. Comencé a sudar y contrario a los demás que reventaron gimiendo defensas de colegiales tras una triquiñuela, estuve atónito. Ya había empezado a entender que estaba en problemas.
El comandante llegó minutos después, escoltado por varias camionetas que irrumpieron en el lugar con un ronroneo abrasador. Nos hicieron comparecer uno por uno ante él. Yo fui el primero. Me preguntaron pormenores de las demás personas que, con excepción de mi socio en el negocio no los conocía, para mi solo eran un vendedor de pescado, uno de arropillas y el conductor de la camioneta que nos transportaba. Mi socio en el cultivo era también mi amigo de colegio. Les dije lo que sabía de él y les expliqué que no sabía nada de las otras personas, pero el comandante Braulio después de advertirme que no tratara de salvar a mi amigo y que no ocultara nada de lo que supuestamente sabía de los otros, me notificó mi destino en el tono más grave, aterrador y cruel que recuerdo haber escuchado en vida. “Están en problemas y los vamos a matar” Su disposición salió como una tufarada de alcantarilla que penetró en mi ser hasta la fibra más profunda de mis entrañas. Una gota de sudor helado salió de mi axila y rodó hasta donde pudo por mi cuerpo, tuve que apretar en no sé que parte para no orinarme, y reventé en un llanto suave que no paró hasta que me sentaron de nuevo en la raíz del algarrobillo.
Y ahí hecho un manojo de miedo, indefenso y amarrado con la mente puesta en mi muerte tus recuerdos llegaron como ráfagas. Es indescriptible la angustia y lo que diga sobre mi amor por ti y lo que sentía en ese momento es insuficiente, además de desnudar mi incapacidad de describir con palabras sentimientos tan fuertes.

Lo que vino después fue el proceso de calmarnos, nos dijeron que fue una equivocación y que regresaríamos a nuestras casas sin problemas. Aunque nos mantenían vendados, según ellos para que no los reconociéramos y evitar futuros problemas. En el viaje de regreso decían que no podíamos decir nada de lo que había pasado, que nada de denuncias, que nos mantuviéramos al margen de cualquier acción contraria a ellos, que olvidáramos lo que pasó y que el que hablara se atenía a las consecuencias... Y esas estaban cuando sentí el disparo. Debí ser el primero porque no recuerdo haber escuchado más. Entro en mi cabeza y sentí calor en la abertura que produjo, aunque después lentamente mi conciencia se fue enfriando al compás de las imágenes de mi vida en las que tampoco faltaste tu amor. De esta manera entré a este mundo frío en el que estoy.

Yo no sé que más va a pasar. Aquí la gente es amable y estamos más cerca de ustedes los vivos de lo que se imaginan, más cerca de lo que uno mismo se imaginó cuando era uno de ustedes. No sé bien pero aquí estamos todos como esperando algo, no sé qué exactamente, pero no tengo miedo porque que más me puede pasar. A veces me da risa que te da frío cuando me acerco, como en las películas.
Para salirte tengo que hacer un curso intensivo de dos meses y ya me inscribí. Tengo ganas de hablarte y contarte un poco de cosas que nos preguntábamos cuando estaba allá, porque aquí a uno le resuelven las dudas, esa es una de las pocas cosas que me gustan de estar aquí... Quiero decirte, por ejemplo, que la respuesta a si alguien sentía el amor como nosotros es no. La gente se quiere bastante, pero no en la forma en que nosotros nos queremos. Aunque ya me dijeron que en el curso le indican a uno que no compartamos este tipo informaciones. Sin embargo yo no creo que vaya a cumplir con eso. Voy a terminar ese curso porque te quiero decir lo que pienso... que te amo con todas las fuerzas de mi alma, incluso después de muerto.

Texto agregado el 15-06-2004, y leído por 1593 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
06-02-2013 Excelente narrativa. Atrapa y empuja hasta el final, o lo dos finales. Yo leí dos cuentos, con el mismo personaje. Me quedo con el primero. El segundo, el asesinato del personaje, pudo quedar con un mejor remate. Felicitaciones. raladiv
01-02-2008 despues de todo tu tambien cargas tu corazon de intensidad emotiva mas que darte una critica constructiva de tu texto quiero decirte que de este escrito se puede deducir el maravilloso ser humano que eres, y que este es un pedacito de tu buen corazon, por eso te doy 10 estrellas y todo el cielo. sharick
23-01-2007 muy linda y bien narrada historia ....amor aun después de la muerte ,como pocos ...5***** para tu obra erika_00
20-01-2007 Es una historia muy bonita, dentro de lo trágico. Describes muy bien las escenas y eso, a mi parecer, es necesario. Enhorabuena. Galathea
19-01-2007 ¡Vaya, y me sentía con dificultad de valorar el anterior!. Creo que ya estás perdiendo tú tiempo aquí en esta página,deberías estar, si ya no lo has hecho, en una Editorial, publicando escritos tan extraordinarios como estos. Claro que de ser así, más de uno, incluida yo, no hubiésemos tenido el placer de deleitar tus textos. luciernagasonambula
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]