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Algunas semanas atrás asistí a una representación del musical Cabaret que en Buenos Aires puso en escena el conocido dúo de producción teatral Cibrián Mahler.

La obra, que a mediados del siglo XX fue representada en Broadway, Nueva York, con gran éxito y luego llevada al cine, en 1972, por Bob Fosse con Lisa Minelli y el impagable Joel Grey, está basada en la novela Adiós a Berlín de Christopher Isherwood y compone un fresco muy convincente del Berlín desprejuiciado y alegre de los años treinta.

Quedé impresionado, quizás porque durante mi infancia la segunda guerra mundial resonaba en los oídos de la gente. Luego me alquilé la película y la miré por tercera o cuarta vez. En el Kit Kat, cabaret del tema, sus personajes centrales cantan, metafóricamente, una despedida al mundo de las copas, las canciones y la frivolidad ante la inminente llegada de un orden, beligerante, segregacionista y dictatorial.

La asociación inmediata se establece con la década anterior, la del veinte, en la cual y en ese mismo escenario no se vislumbraba la tragedia y la fiesta berlinesa, la Babel del mundo, diría Stefan Zweig, se desarrollaba eufóricamente entre bombos y platillos.

Y por esas calles, deambulaba una jovencita, hija de militar, que había abandonado sus estudios de violín para dedicarse al teatro y al vaudeville. Se llamaba María Magdalena Dietrich y su nombre artístico, Marlene Dietrich.

La historia de Marlene es apasionante pero muy larga para contarla Basta con decir que nació con el siglo XX en 1901 y que murió a los noventa años, tras una vida plena de éxitos artísticos y un listado interminable de amantes de ambos sexos. "En Berlín importa poco si se es hombre o mujer. Hacemos el amor con cualquiera que nos parezca atractivo", dijo alguna vez.

Lo que no se puede dejar de mencionar, es que un día la descubrió el afamado director de cine austriaco Joseph Von Stenberg, la convirtió en su amante y luego de pulirla física e intelectualmente, en la más famosa estrella alemana de todos los tiempos. Ya en la ruta de la fama, en 1930 protagoniza El ángel azul, film antológico que la llevaría a la cima y que sin duda tiene mucho que ver con el Berlín de Isherwood y de Cabaret.

Llegado a este punto, seguimos retrocediendo en el tiempo en busca de la otra Marlene. Tronaba la primera guerra mundial y en el frente ruso un joven soldado alemán escribía poemas, se llamaba Hans Leip. En uno de ellos, le cantaba a su lejana novia, Lili, la que solía esperar, bajo la luz de una farola, que él terminara su guardia en el cuartel. Claro, como buen poeta, apeló a lo que se denomina licencia poética y le endilgó a Lili un segundo nombre, que en realidad correspondía a una enfermera que también lo esperaba, aunque, seguramente, en otra parte: Marlene.

Así surgió un nombre que correría por las bocas de millones de soldados y civiles hasta el día de hoy, Lili Marlene Como suele ocurrir con los poemas de los soldados, o de cualquiera, los de Leip durmieron largamente antes de ser publicados, cosa que ocurrió en 1937.

Es en ese año, cuando aparece un tal Norbert Schultze, músico de bastante lustre por ese tiempo y muy pegado al régimen, de hecho, escribía regularmente para las campañas publicitarias del poder. Terminada la guerra y llegada la hora de rendir cuentas, dijo que se había afiliado al partido porque todos lo hacían y que mientras otros disparaban, él solamente escribía canciones. Sin duda muy coherente, pues ya todos sabemos por nuestra historia cercana, que cuando caen las dictaduras, nadie recuerda haber tenido algo que ver o haberse enterado de ninguna iniquidad.

Pero, abreviando, la cosa fue que le gustó el poema de Leip a su novia, Canción de un soldado de guardia, así se llamaba y le puso música, la tituló La chica bajo el farol. Yo agregaría que no se rompió mucho la cabeza buscándolo. Se editaron algunos discos allá por 1937, grabados por la dulce voz de la cantante alemana de turno, Lale Andersen, pero sin mayor trascendencia. Para 1939, nuestra primera Marlene, ya famosa y enemiga acérrima del nazismo, grabó la versión que adoptarían para toda la guerra, los aliados. Los alemanes se quedaron con la de Lale, obviamente.

Y aquí llegamos al punto, que a mí entender, es verdaderamente asombroso. Porque, al apoderarse los alemanes de Yugoeslavia, un joven teniente a cargo de radio Belgrado comenzó a difundir la versión de Lale para las tropas de Rommel en el Afrika Korps, con tal éxito que ni la opinión contraría del encumbrado ministro de propaganda nazi, Goebbels, pudo interrumpir su difusión. Por nombrar a dos famosos, la escuchaban embelesados, Rommel y Eiisehower.

Pero el caso es que la escuchaban todos, los ingleses, americanos, franceses, italianos, rusos y hasta los lejanos japoneses, más los guerrilleros de las resistencias, cada bando, acomodando la letra o cambiando el ritmo de su música. Y en todos los frentes de ambos lados de las barricadas o trincheras soldados con diferentes cascos, uniformes, idiomas y hasta color de piel, canturreaban en voz baja, en esos raros recreos de silencio que les daban la metralla, los obuses, el terror y la muerte, la dulce, nostálgica melodía de la Lili Marlene. Seguramente recordando a sus novias, es decir al amor, a la vida y con los ojos entrecerrados, tal vez fumando, fueran transportados por los acordes de la canción a un mundo lejano pleno de sol, flores, besos y estrechos abrazos. Muy lejos del horror, la locura del flagelo de la humanidad, jinete del Apocalipsis, que es la guerra.



Bajo la farola,
frente a mi cuartel
sé que tú me esperas,
mi dulce amado bien...
Y tu corazón al susurrar
bajo el farol, latiendo está...
Lili, mi luz de fe.
Eres tú, Lili Marlene

Cuando llega un parte
y debo marchar,
sin saber querida
si podré regresar...
Y sé que me esperas siempre fiel,
bajo el farol, frente al cuartel...
Lili, mi luz de fe.
Eres tú, Lili Marlene.


Si en el frente me hallo
lejos ¡ay! de ti,
oigo que tus pasos
se acercan junto a mí...
Y sé que allá me esperas tú
junto al farol, plena de luz.
Lili... mi dulce bien.
Eres tú, Lili Marlene.




Texto agregado el 09-01-2010, y leído por 445 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-01-2010 error: sobre todo, perdón marea-rioplatense
19-01-2010 Me gustó mucho éste ensayo, sobretodo porque rescata una historia que demuestra qué cosas pueden levantar las barreras y extender puentes entre los hombres, aún entre los enemigos. De calidad en todo sentido. 5* marea-rioplatense
18-01-2010 Que buena lección de historia, tomada y mostrada desde el arte. Muchos profesores deberían tomar esta forma de enseñar para enganchar a los alumnos y darle brillo a páginas de historia que, en el fondo, para suerte o desgracia, han marcado los andares de nuestro mundo. marfunebrero
09-01-2010 Muestra de que el amor y la poesía son universales. Un texto rico y entretenido. Saludos. Azel
09-01-2010 Impresionante escrito. He disfrutado cada palabra. susana-del-rosal
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