TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / ximenaranda / OJOS TAPATIOS

[C:449296]








OJOS TAPATIOS

Ella tiene ojos tapatíos, largas pestañas y bien formadas cejas, como las mujeres de Guadalajara, en México. Su rostro tiene una expresión gatuna; su pelo es largo y con flequillo. Sus ojos son hermosos y fríos, destellan una luz especialmente helada y lleva en el cuello una argolla y una medalla pequeña, ambas de oro. Dicen por ahí, refiriéndose a dichos objetos que se pierden entre el canal de sus pechos, que formaban parte de una promesa " de un juntos para siempre”.
Cuando me lo comentaron, casi no lo pude creer; a mí más me parece la prueba palpable de que una de las partes involucradas no cumplió lo prometido...
Ella se ve más joven que los años que marca el calendario de su cuerpo voluptuoso y de generosas formas. Tiene a ratos ciertas reminiscencias griegas, en especial por una vida pintada de tragedias, enfermedades, muertes súbitas y fracasos sentimentales.
Es casi lo que se podría decir: “una mujer marcada” por el dedo de la sociedad y de la desgracia. Se acerca desesperadamente a la cincuentena, manteniendo un estado civil de independencia y sin compromisos aparentes, lo que asusta y pone en alerta a sus amigas que, casadas con hombres críticamente sesentones, la ven como una amenaza para su seguridad matrimonial.
En las muchas páginas de su vida hay algunas escritas con pasión desenfrenada por algunos amantes que le han servido para escalar social y laboralmente; hay varias hojas sueltas que ya deben formar un grueso tomo y si uno lo revisa con cuidado... puede encontrar muchas de ellas con tu rúbrica...
¡Sorpresa!... realmente no esperabas que lo supiera...
Ella tiene lindos y bien maquillados ojos, nariz aguileña y pechos generosos que atraen a tus manos para buscar el placer bajo su blusa y luego continuar hasta encontrar sus caderas, las que a la hora de hacer el amor te agotan con movimientos mil veces repetidos a horcajadas de otros amantes. Eso no es lo importante, afirmaste alguna vez..., porque tú te supones el primero, el más amado, y te ciegas obtusamente porque ella llena esos deseos de evasión de las responsabilidades que te invaden continuamente.
Juras a quien quiera escucharte, y en este caso a ella, que tu mujer es un compromiso desgastado por los años; que no la dejas pese a que nada los une porque aún no encuentras el momento apropiado para hacerlo. De igual manera le has dicho que el sexo entre ella (tu mujer) y tú... al igual que el amor, murió hace tiempo.
En tu última carta... ¡qué manía la tuya de dejar copia de lo que escribes!... le dices que ya no recuerdas lo que sentías en el pasado... y como eso lo has repetido tantas veces y te lo has aprendido tan bien de memoria, ya te lo crees a pies juntos! Entonces mientes descarnadamente, porque no puedes explicarle a tu amante que cuando estás con tu mujer en la cama y sientes la necesidad de su ternura, sabes cómo y dónde buscarla porque siempre ha estado allí en todos estos años, que si bien es cierto algunos fueron malos, otros desesperados y algunos buenos, siempre has cumplido con el ciclo de caer y de levantarte apoyado en ella, hasta llegar nuevamente a la cumbre. Momento que hoy vives, pero que descentra tu balanza y nuevamente olvidas a quién cobijó tu dolor y a las manos que calmaron tu fracaso.
Ella tiene ojos de muñeca, es cierto, y algunas cosas que solucionar, y por ello te involucras hasta la médula y echas mano a todo lo que tienes para salvarla del holocausto de las deudas y de las tragedias de su vida. Te yergues en la panacea de sus males y entonces la llevas a comer a los mejores restaurantes, para que de ese modo se distraiga y disfrute de una noche singular en la que prima tu sonrisa y tu hombría. Luego la invitas a ese viaje al que ibas a ir con tu mujer y con el entusiasmo te olvidas haber dicho: ¡Solos tú y yo! Cambias tus planes sin avisar y te despides una mañana, sin sospechar que una infracción de tránsito te obligaría a recurrir a la que habías dejado en casa y a la que nada te une, para que solucione tu problema y así puedas continuar con ese viaje de negocios...en su compañía.
Ella tiene piernas largas que se trasparentan bajo sus vestidos de buena marca, esos que tú pagas sin preocuparte del saldo en tu cuenta del banco o si la tarjeta de crédito tiene o no cupo suficiente, pavoneándote ante tus amigos de lo bien montado y alhajado que ha quedado tu piso de soltero.
Vives a mil por hora cada minuto de esa soltería que te has fabricado y mientes en cada jornada llamando a casa para avisar de nuevos compromisos, sin considerar que con los años tu memoria se ha puesto frágil... y cuentas dos veces el mismo cuento o bien lo cambias de la mañana a la noche, y al paso de los días ya no sabes lo que dices porque las excusas son tantas y tan variadas, que ya no sabes dónde está el sur ni dónde está el norte. Vives envuelto en una tela de araña de mentiras de las que no puedes salir, lo que te obliga a continuar mintiendo porque no sabes o no recuerdas las que has dicho anteriormente.
Ella tiene ojos tapatíos y tú un problema: pasaste el medio siglo hace mucho, mucho tiempo. Ella camina evitando sobrepasar los cincuenta y tú, ante sus carnes aún prietas, te excitas y la deseas intensamente, aunque en tu interior temes fallar en el momento justo, ese en el que cual un corzo, debes plantar tu bandera pirata en el interior de su nave y enfrentar la tempestad de su pasión. Es en ese instante en que casi suplicante ruegas por las caricias que salven y aseguren tu hombría hasta el final del acto, auto convenciéndote que aún puedes, que aún eres el de antes y que ella nunca sabrá de tus dudas ni de tus esfuerzos.
Ella es locuaz, te habla en una jerga casi juvenil y tu intentas seguir las ideas que se contraponen con tu madurez, pero no te importa; ella es como una campanita de cristal de Bohemia que repica y repica en el campanario del consumismo, y su sonido es tan placentero, que a pesar que no entiendes la mitad de lo que te dice, asientes pacientemente. Eres tan feliz, tan dichoso entre sus brazos torneados, que olvidas que los tuyos han perdido elasticidad, al igual que tus nalgas y tus piernas de atleta del pasado. Tampoco recuerdas que tu abdomen, además de abultado, ya no resiste un traje de baño brasileño, como el que ella te trajo de regalo, luego del viaje a Río que tú generosamente le obsequiaste.
Es curioso, ella podría ser casi la versión nativa de la Loren, tener ojos tapatíos y cabalgar sobre ti cual amazona, pero no te ama como alguna vez lo hice yo, y ya no vale la pena reiterarlo ni compararlo. Es tarde para todo. Cuando termines de leer estos apuntes no estaré para alcanzarte tus anteojos pequeños, salvadores de las letras espantosamente chicas de los diarios. Tampoco estaré para llevarte el desayuno a la cama, ni menos para tenderla después que la hayas usado. No habrá almuerzo que incluya el clásico popurrí de ensaladas que tanto te agradan, ni el coctelito de bienvenida en la tarde junto con tus pantuflas.
A partir de ahora tendrás que hacerlo todo tú solo: deberás cuidar de tus dos pisos de soltero o bien llamarla a ella para que hornee tu pollo asado preferido, a riesgo de dañarse el esmalte de sus bien cuidadas uñas.
Cualquier problema que tengas, tendrás que solucionarlo tú porque yo no estaré disponible. Luego de tanto tiempo he llegado a una conclusión: pierdo mis mejores años esperando vanamente que cambies y a que sin remilgos ni poses estúpidas me des un poco de ternura y compañía.
Esta vez la situación tiene un giro de 180º: ¡La que se va soy yo! Voy a emprender un camino nuevo y diferente, lejos de tu egoísmo, de tus deseos y de tus imposiciones. No quiero saber ni enterarme de tus fracasos ni de tus éxitos.... Sólo quiero y pretendo vivir en paz, egoístamente sola y ni siquiera me daré el trabajo de decirte que no me busques, porque sé que te las vas a ingeniar para encontrarme. Aún así, si nos volvemos a ver te repetiré lo mismo que te digo ahora: adiós y suerte con la de los ojos tapatíos...
Por cierto ¿recuerdas que una vez te dije que tuvieras cuidado si mi paciencia se agotaba, que lo sabrías de inmediato?
Pues bien, te he dejado anotado un recordatorio en tu agenda para que mañana te comuniques urgente y a primera hora con tu ejecutivo bancario… Te auguro una sorpresa que no te va a agradar y ruego al cielo para que la de los ojos tapatíos, con grandes y prietos pechos aún conserve el automóvil que le regalaste, el anillo de brillantes, la pulsera, el collar, la argolla y la medalla... porque ni siquiera quintuplicando sus valores, te podrá salvar del desastre que se te avecina...






Texto agregado el 11-04-2010, y leído por 294 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]