Recuerdo el pasado mirándome a la cara. Como si fuera aquel insecto que se filtra por la ventana y choca con las lámparas. Recuerdo el pasado desatendiendo mis palabras. Ahuyentándome de los logros, de las buenas cosas, las memorias y la vida de infancia. Recuerdo el pasado, donde éramos menos los presentes, eramos más amenos, más unidos y fogateábamos las cervezas en el bosque. Recuerdo demasiado el pasado, pero hace poco, vivo el presente. Lo vivo cada vez más. Me acerco cada día más. Me nutre. Lo respeto y me hace sentir bien. El presente me acompaña siempre, como fiel amigo de andanzas. Me dice siempre que haga lo que haga lo haga con el corazón, con la convicción y con la mente clara.

Veo también el futuro a veces. Y me aterro sabiendo que no lograré muchas cosas. Pero que lograré otras a cambio. Miro hacia adelante y veo un sendero, pero jamás me gustaron las aventuras sin adversidades. Veo un desvío, me adentro en el bosque y te encuentro. Cuántos árboles sin verte. No logro unir suficientes pensamientos y desapareces. El futuro me deja deseando cosas que no debería.

Despierto agitado, intento ver la hora en la oscuridad de mi pieza y el viento sopla afuera. Doy gracias nuevamente, digo tu nombre en mi mente y vuelvo a dormir plácidamente. El sueño me relaja. También recuerdo sueños. También vivo sueños, también veo sueños. Mi línea de tiempo se basa en ellos, y ayer te vi en uno de ellos.