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SIENTE SU NUCA apoyada sobre un silente almohadón de sólo aire. El mundo se ha detenido, y Sebastián ve abrirse las puertas de su imaginación; habrán de conducirle hasta iniciar su creación próxima. Toma el lápiz grafito; y con el cartonero que guarda en su chaqueta, afila bien su punta para dar los primeros indicios de vida al esperado boceto.

Apenas si inclina su cabeza hacia el block donde dejará los rastros de esta madrugada, una ráfaga de aire invade su piel cual estridente ataque del vacío, desordenado más aún su cabello. Siente tal desconcierto al ver una figura apacible entre la helada brisa marina que arrasa con todo estigma de vegetación que envuelve las rocas, que un gélido temblor recorre su cuerpo entero. Repentinamente, la espalda del niño aprecia cual suicida divisa el asfalto metros abajo suyo. En un segundo se detiene el silencioso tránsito de la imagen que pobló la mente del pintor; se pregunta si la visión pudiera ser responsabilidad de las pastillas que consumió esa tarde, con el fin de distorsionar la realidad.

Tres meses atrás, vio publicado un anuncio sobre un certamen de pintura a realizarse el presente mes; sólo ha pensado en participar en él. «¡Ésta puede ser la oportunidad!», especuló entonces.

Suena un tango en la lejanía; se oye un abreviado escape del mundo actual, evocando nostalgias ajenas en el tiempo y el espacio.

—Niño —su voz abanica rastros de la soledad que impera en el ambiente.

Pero la silueta se mantiene fija e inmune cual albatros aguardase por su presa batiendo sus alas ante las constantes ventiscas resonantes y potentes como soplos de Goliat.

—Niño… —mediante un susurro casi inaudible, estira su brazo delicadamente, irguiendo su figura como si intentara pasar desapercibido por el tiempo.


En el preciso instante cuando se levanta por completo, intentando realizar su movimiento de manera prudente, el niño se deja caer al vacío, sin voltear la cara aún; y Sebastián se lanza para alcanzar su brazo. Pero el niño desaparece; y Sebastián sigue recopilando las huellas del aire con su piel facial. En un segundo que detiene la memoria, en su pantalla visual Sebastián reúne los cristales rotos por el tiempo; y ve la orilla marina de forma directa pero a muchos metros bajo suyo; no se puede detener. Con un ímpetu animal intenta sosegar el aire que le transporta hacia un sueño sin final. Pero repentinamente una nube de polvo envuelve sólo la mitad de su cuerpo; el resto es abrazado por el aire.

01-01-2011

Texto agregado el 02-01-2011, y leído por 325 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
20-06-2012 Tiene algo que te estremece. Solo_agua
15-10-2011 Buena narrativa, pero sigue sin gustarme, sólo le escribo, no lo califico, no me siento quién... Saludos y a la espera de algún título desopilante. purohumo
17-06-2011 Me gustó mucho. Saludos. kary-rv
30-01-2011 Sumamente interesante!***** MujerDiosa
25-01-2011 escribes muy bien, saludos Pelito
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