El hombre escribía cada una de sus ideas y cada uno de sus recuerdos. Empezó desde joven, anotando chistes o frases que le parecían graciosas, aunque con el tiempo se volvió algo frenético. Temía olvidar, temía los huecos en su memoria, así que con el tiempo desarrolló la extraña costumbre de escribir todo lo que le venía en mente.
El hombre desarrolló tal nivel de escritura, a fuerza de plasmar sus ideas en papel, que se convirtió en un brillante escritor, famoso por sus sorprendentes historias, todas diferentes, pero cargadas de imaginación y originalidad.
El hombre murió, y en su nombre se erigió un enorme monumento, y los científicos decidieron estudiar su cerebro para encontrar el origen de ese curioso comportamiento. Al cabo de horas y horas hurgando en ese cerebro, se dieron cuenta de que no eran más que meros personajes en una de las muchas historias del hombre.