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El primer día que echaron a Juanita Gutiérrez de la piscina le sentó fatal. No estaba haciendo nada malo, hombre quizás no estaba bonito mantener la respiración bajo el agua durante más de 3 minutos ante la atenta mirada de todos los niños pequeños que, con sus manguitos y flotadores, a su alrededor se habían congregado; de acuerdo, no era un buen ejemplo, pero ella no podía luchar contra su sentimiento pez, lo había tenido desde pequeña.

Aún recordaba como sus padres le gritaban -¡Juanita, salte del agua que llevas ya cuatro horas y tienes que estar arrugada como un garbanzo!- Juanita hacía caso omiso y continuaba chapoteando, ya en la playa, ya en la piscina, hasta que sus padres enviaban a Eduardo, su hermano mayor a que la sacara como fuera.

Creció viendo películas como Un, dos, tres, splash, La Sirenita o Liberad a Willy y aún ahora que ya era adulta, se entretenía viendo las nuevas producciones que hablaban de peces naranjas aventureros que se internaban en el océano…

Si a Juanita le preguntaran cuándo comenzó a sentir esta pasión por lo acuático, ella contestaría (yo puedo asegurarlo) que todo empezó un buen día que fue al mercado con su madre; su madre era una de esas personas a las que les gustaba comprar la comida fresca y Juanita disfrutaba acompañándola. En una de esas conversaciones, en las que su madre se extendía hablando con la mujer del pescadero sobre la nueva vecina y su escandaloso modo de vestir, la niña se quedó mirando uno de los animales recién llegados del mar, era un enorme besugo, que, como sabrán son de los peces con los ojos más grandes que hay. El besugo en cuestión era llamativo, con sus escamas anaranjadas bien relucientes y una enorme mancha negra en la axila de las aletas torácicas.

Juanita miró al besugo, el besugo le devolvió la mirada (quizás no, pero así le pareció a Juanita), en ese momento, una vibración recorrió el cuerpo de la niña, su cuerpo se balanceaba como si se encontrara entre las olas y un suave ronroneo se hizo con sus oídos. Un cachetazo de su madre y un tirón enérgico le sacaron de su ensimismamiento, cuando giró la cabeza para ver una vez más al besugo, ya estaba demasiado lejos.

La niña fue creciendo, se empeñó en que sus padres la metieran en clases de natación y, más tarde, de submarinismo, pintó las paredes de su cuarto de un azul mar en calma y lo llenó de pececitos multicolores…hasta ahí, el comportamiento de la niña no era algo por lo que sus padres pensaran preocuparse, al menos no hasta el día en que Juanita empezó a…a bañarse en el escabeche que sacaba de las latas de caballa; todos los días iba al supermercado a comprar dos kilos de atún o caballa en escabeche en lata, luego las vaciaba en la bañera y llenaba el resto con agua. Los días que por lo que fuera no podía ir al super, se bañaba en agua salada.

La familia no veía con buenos ojos esta actitud, la gente empezaba a murmurar que Juanita no andaba muy bien de la cabeza, pero a ella poco le importaba, sabía que había desarrollado el sentimiento pez y comprendía que siendo algo tan poco habitual la gente se asombrara.

No obstante, conforme habían pasado los años, la joven, notaba cómo el sentimiento se iba haciendo cada vez mayor, algo que se escapaba a su control. En el autobús sin darse cuenta desinflaba los carrillos y colocaba los labios en posición de succionar como los mismos peces, cuando pasaba junto a una fuente y, aunque fuera acompañada, se lanzaba sin más explicación dentro de ella, eso por no hablar de…

Los padres de Juanita habían tomado la determinación de internarla un tiempo, seguro que con algo de terapia, su hija comenzaría a ser una joven más de esas que se interesan por las grandes estrellas del cine y adoran ir a comprar ropa. En cuanto regresara de comprar, se lo dirían. Sin embargo, sus planes se truncaron puesto que la muchacha decidió ir a tomar un baño a la piscina, hacía un calor insoportable y, además, no necesitaba dar más explicación de por qué quería bañarse, simplemente su cuerpo se lo pedía. Sus pies la encaminaron al club y luego a la piscina, a la más honda de las dos. Eran las 3 de la tarde, hora en que el socorrista se tomaba su descanso para comer. Había visto entrar a Juana pero sabía que ella se desenvolvía como pez en el agua y no se preocupó por ella.

A las 4, cuando volvió, algo flotaba en la piscina honda: el cuerpo sin vida de Juanita. Lo que ocurrió nunca lo sabremos, quizás la joven sintió la llamada del mar, no recordó que pese a su sentimiento pez, en lugar de branquias, seguía teniendo pulmones y conteniendo la respiración, perdió el conocimiento, tal vez, ese besugo que aquel día vio, decidió que era el momento de volver a encontrarse con Juanita. Los médicos dijeron que probablemente se debió a un corte de digestión.

Texto agregado el 21-07-2004, y leído por 439 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
16-10-2009 Muy ingenioso y divertido. Me encantó el título. morganayorugua
02-09-2006 Lastima por Juanita, menos mal que no fui su compañero de carpeta cuando se bañaba en escabeche..´ Lo disfrute mucho. antonios
26-03-2006 Lo que está, está bien contado y además es tierno y simpático y triste... ¡Un saludo, mundo! LaranadeShalott
23-03-2006 Estoy sumergido. Las profundidades me han llamado, y he atendido su llamada. Estoy sumergido, y en mis entrañas no cabe más crudeza, ni más asombro, ni más... raes
13-04-2005 Esta muy bueno, tal vez, solo tal vez, -es muy personal- yo le hubiera dado otro final... por ejemplo que en un veraneo a la playa Juanita se internara en el mar convertido en un besugo hembra... Mis estrellas 5* peinpot
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