TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / cuenteros_descerebrados / La fábula de Nicolás, el gusano infecto y Saavedra (una historia a 13 pares de manos)

[C:48560]

He aquí la primera creación de los Descerebrados: un cuento colectivo. Como tal, reúne todos los defectos y virtudes de un cuento así: a veces puede parecer incoherente, pero siempre sorprende. La falta de un argumento bien planeado se suple a base de frescura e imaginación. No hay que olvidar que el cuento se ha construido como un “cadáver exquisito”: un Cuentero Descerebrado comenzaba unas líneas y otro continuaba lo que quería, y luego seguía otro, y otro, y otro... Así, hasta llegar al final. Eso sí, el cuento hace justo honor a nuestro nick colectivo y todos hemos disfrutado de lo lindo escribiendo esta extraña fábula que, contra toda lógica, acaba teniendo lógica. Aquí van, por orden de aparición, los cuenteros participantes: LoboAzul, Anapolar, Moebiux, Luna-Lunera, Nomecreoná, Mi_mundo_paralelo_y_yo, Barbas, Barrasus, Airedevalencia, Onanista por palabras, Cimodaré, uRaNiA y Burbuja.

*****************************************************




Estaba morado, aunque su mujer le dijo que estaba moracho, y que si se empeñaban buscar enfermedades donde no las había, que contratara una enfermera, pero que con ella no contara, desde luego...
“Desde luego”, pensó él un instante, admirado de esa diminuta porción de piel de color del morapio...Justo en el centro, un cráter, formado por pieles nuevas y viejas arremangadas unas con otras, se empeñaba en mantener encerrada una cápsula donde se entreveía un líquido amarillento, denso y misterioso. Ella le había dicho que debía ser una simple espinilla, un barrillo...
”¡Inepta!¿Qué sabría ella?”
Pero él creía...¡Sabía!...De la terrible enfermedad a la que todos expondrían sus vidas si él no extraía semejante monstruosidad.

Echó la vista atrás… quiso recordar el día que todo aquello comenzó. Cuando una leve marca amarillenta a penas se distinguía entre ese pedazo de piel, aún sana.
Saavedra le había acusado de algo horroroso. ¿Qué clase de mente retorcida sería capaz de elaborar semejante estrategia? Él no. Era cierto que no le daban aprensión los cadáveres, y por eso, entre otras cosas, se decidió por la especialidad de medicina forense, pero de ahí a lo que su compañero había dejado entrever había un abismo… Sí, era cierto que las piernas de aquella joven fallecida por envenenamiento eran lo más suave que jamás había visto, que su vientre sonreía, y su pecho, incluso después de ser bordado en el centro, guardaba unas redondeces feroces, difíciles de olvidar. Es verdad que la acarició, pero como quien toca algo sagrado. Sutilmente. Despacio. No quería despertarla. Ni hacerle daño. Sólo saberla. Que sus dedos engomados bebieran parte de ese roce. Ni siquiera la paladeó con sus células. Pero sí con sus ojos. Sí con su tacto sin manos…
Acabó todo. Conciencia en blanco, y sólo en recuerdo de Saavedra. Gritando.


Esa noche, Estela –su esposa- le preparó hervido y filete. Engulló y, antes de dormir, se cepilló los dientes.

En el espejo algo comenzaba a palpitar justo en el centro de su mejilla. Algo de un color extraño.

El problema es que esa... "espinilla" empeoraba con los días. Una noche, cuando se levantó medio dormido para ir al baño, descubrió espantado que la mancha se estaba tornando negra. Alarmado por lo que parecía un comienzo de putrefacción -no se le ocurrió otra explicación-, removió nervioso entre los potingues de su mujer buscando algo de maquillaje. Era impresionante lo que había empeorado en horas “joder” se dijo. Pero un rápido vistazo a la hora -eran las seis de la mañana, una hora después tendría que levantarse- le hizo desistir de acudir de urgencias. “Maquillaje, maquillaje, eso es, que Estela no se dé cuenta, en cuanto salga de casa me voy al médico, pero no voy a asustarla inútilmente, no, no, si no será nada, ya verás, puro susto, nada más”, se repetía una y otra vez.

Finalmente se echó un manchurrón de algo que sirvió para aclarar lo más oscuro.

Pero no sirvió para tapar algo que notó mientras se maquillaba.

Creyó notar, aunque culpó a sus nervios, que "algo", ahí dentro, se movía.

Los nervios, ... eso era, los nervios de maquillarse, una acción tan típicamente femenina.... nunca antes había pasado por la experiencia de extender maquillaje sobre su piel.... sí, claro,...pero no, no,... no era eso. Sentía una creciente angustia; algo bajo la pústula negra palpitaba vertiginosamente, lo notaba acelerado, desbocado, como su pulso al hacer el amor, batiendo por salir, por romper la pequeña pero ya dura coraza que se había formado en su mejilla. Abrió los ojos desmesuradamente, se miró con horror en el espejo... pensamientos terribles cruzaban su mente. Cerró los ojos con la fuerza que otorga la desesperación, apretó fuerte los ojos cerrados, sintió un violento estallido en su mejilla, y cuando los abrió ya todo había pasado, y bajo su mirada, en mitad del lavabo y ante sus atónitos ojos; cubierto por una especie de moco viscoso había algo que se removía y pugnaba por librarse de tan asquerosas flemas sin conseguirlo. Inmediatamente, en el fondo aliviado por haberse librado de aquello y con movimientos rápidos y reflejos, tapó el desagüe y cubrió a la sabandija con un vaso del revés a modo de jaula. A través del cristal pudo observar que era una especie de gusarapo alargado y de color sanguinolento; vio sus innumerables patitas peludas librarse una a una de los humores que las cubrían y como después, muy despacio, con una espeluznante tranquilidad se volvía a mirarle y comenzaba a observarlo… como si el encerrado dentro del cristal fuese él mismo. Aquella mirada, que no parecía en ningún modo animal le incomodó; cayendo entonces en la cuenta de su propia desnudez. Sin perder de vista a la repulsiva alimaña se cubrió con un albornoz y se limpió y desinfectó el enorme agujero ensangrentado que había quedado bajo su pómulo izquierdo.

Poco después sacaba un bastoncillo de algodón de un cajón y buscaba el insecticida para las cucarachas y un guante de goma en la cocina. Pertrechado con estos aparejos se decidió a investigar la naturaleza del extraño espécimen, al salir de la cocina…pudo oír sonidos que provenían del baño; se fue acercando al lavabo con cuidado y presto el bote de insecticida … El vaso solo cubría ahora unos restos verdosos de pus…


El bicho había huido cagando leches pues veía que en ello le iba la vida; despotricando sobre lo que se avecinaba salió partiéndose el culo pensando que en cualquier otro agujero volvería a hacer su morada. Sin pensárselo se introdujo en una zapatilla vieja del lavadero, la humedad le daría vida y acogería a sus millones de descendientes que raudos y veloces cogían posiciones entre los trastos viejos del nuevo aposento...

El bichillo después de dar a luz a sus crías, abandonó la zapatilla. Mientras, el que antaño sirvióle de morada, siguiendo las manchas del suelo, encontró al pequeño bulto que se dirigía a la puerta de la calle.

- Oye, oye, espera ¡que tengo que matarte! - le dijo al bicho, ante esto, el pequeño bulto se detuvo en seco, dirigió su mirada al palo y al spray que llevaba en la mano y le espetó arqueando la ceja...

- ¿Tú qué te has creído, que yo soy una cucaracha o qué? – le dijo mientras movía sus patitas - a mí no me eches eso que luego me entra la tos y la liamos, además tengo muchísima prisa, tengo que averiguar porque la gente con los ojos más pequeños parece más feliz que la gente con los ojos grandes; tengo la firme sospecha de que es porque cuando se ríen consiguen que sus ojos se cierren por completo dando a quien los visualiza la sensación de que han llegado al colmo de la felicidad. - A continuación el bichillo giró sobre sus propias babas y continuó su camino hacia la puerta…

- ¡¡Detente!!, ¡¡no des ni un paso más!! - por primera vez en su vida, había ordenado un alto con tal energía, que aquél “insignificante” bichito se detuvo instantáneamente, no sin dar antes un par de virajes y tres vueltas de campana sobre sus babitas. Justo, en el umbral de la puerta, Nicolás (que así llamaban al susodicho), se tumbó boca para abajo, y mirándole fijamente a los ojos, (cómo queriendo intimidarle), le dijo - a ver… lo primero, y ya que son las horas que son, tomamos un café y me explicas qué coño hacías en mi mejilla, cómo cojones te metiste aquí (señalando el agujero mal camuflado por el maquillaje) y cómo leches estoy hablando contigo.
Con el mismo énfasis que había comenzado, cogió el reloj de cocina, inspiró fuertemente y le dijo:

- Tienes dos opciones. Opción A: respondes. Opción B: respondes más rápido o no soy responsable de mis actos - le dio de tiempo el justo para cocinar un huevo pasado por agua y con tono firme y tranquilo le inquirió - empieza a hablar.

El gusano se sentó sobre el taburete de la cocina y se quedó mudo, de patitas cruzadas. El hombre se puso rojo de furia y levantó el palo mientras apuntaba con el spray al extraño insecto.

- ¡¡Responde!! ¡¡De dónde has salido o date por intoxicado y aplastado!!

El gusano aumentó entonces de tamaño, sonrió y le sacó su viscosa lengua verde en señal de burla al hombre, que sin poder contener su ira lanzó un palazo al aire que pegó en el taburete. El gusano consiguió evitarlo dando un salto mortal hacia atrás con doble tirabuzón y cayendo al suelo con sus patitas inferiores, las superiores las puso en cruz como un gimnasta que acaba de clavar una salida al salir de las anillas y posteriormente las utilizó para hacer un triple corte de manga al hombre, que parecía que se le había descolgado la mandíbula inferior. Sacudió la cabeza y volvió a lanzar otro palazo en dirección al gusano, esta vez tan sólo se movió con rapidez hacia la izquierda para evitar el golpe y cuando le hombre avanzó por la inercia, le escupió en un ojo la saliva viscosa que parecía un chicle enredándole todas las pestañas y dejándole momentáneamente tuerto.

- ¡¡Gusano hijo de puta, te voy a reventar!!
- Es imposible que puedas matar tu curiosidad – le dijo el gusano mirándolo con superioridad.
- ¿De qué curiosidad hablas? Me tienes harto con tu misterio - dijo el hombre mientras apretaba el spray anticucarachas en dirección al parásito salido de su cara. El ascáride volvió a aumentar de tamaño, infló el pecho y de un soplido envió todo el veneno que viajaba por el aire en dirección contraria. El hombre empezó a toser y cayó al suelo de rodillas con la mano en el ojo inservible.

- ¿Pero que eres tú, un súpergusano? – le preguntó medio moribundo.
- Pobrecito, que lástima das. Ahora que estás más sumiso y que yo ya peso demasiado y me cuesta moverme un poco, voy a saciar tu curiosidad. Yo nací de una larva que depositó tu compañero Saavedra cuando sembró la duda en ti. Me alimenté de tu debilidad, de tus obsesiones, de tu curiosidad, de lo que se ha convertido en tu gran incertidumbre. Puede decirse que soy una mezcla, un gusano mestizo y recuerda que me alimenté de tu curiosidad. Es imposible que el hombre mate la curiosidad, antes matará la curiosidad al hombre.
En este momento de confusión, Nicolás recordó que Estela seguía plácidamente dormida en el dormitorio. Si ésta se despertaba, ¿cómo le explicaría aquello? ¿Qué haría Estela al ver semejante bicho atrincherado en su cocina? La última afirmación del gusano le había dejado en stand by, en punto muerto. El nombre de Saavedra había salido de la boca de aquel bicho, y de golpe revivió todas aquellas acusaciones que su amigo había vertido sobre él.
- Está bien. Deja que Estela salga de aquí y tú y yo arreglaremos el problema. Mientras, espérame en el despacho. – le pidió al gusano. Éste asintió y se quedó sentado en la butaca de Nicolás con las patitas cruzadas encima de la mesa.
Nicolás no podía creerse lo que estaba ocurriendo... Estela se despertó a las siete en punto, se dio una ducha y desayunó, intercambiando pocas palabras con Nicolás. Éste, por su parte, no se atrevía a mirarla de frente, por el temor a que descubriera ese horrible agujero que había quedado en su cara. A las ocho menos cuarto Estela había salido de casa. Nicolás, con un nudo en la garganta y las piernas temblando caminó hasta el despacho, sin saber bien qué le esperaba allí. El bicho había aumentado de tamaño desde que atravesó su piel, podía haberse hecho más fuerte, así que pensó que lo mejor era ir armado. El insecticida podía llegar a parecer ridículo ante un animal de mayores proporciones, así que también cogió un cuchillo, la cuerda del tendedero y cinta aislante. Así pues, se encaminó hacia lo incierto...

- ¡Ah! ¿Ya estás de vuelta? – dijo el gusano mirándole de reojo – Ya estaba a punto de irme, como te dije antes, tengo cosas que hacer. Nicolás se lo quedó mirando desde el umbral de la puerta con el cuchillo temblándole en la mano derecha y la cuerda y la cinta aislante en la izquierda. – Uuuuuhhh... ¿qué vas a hacer con eso? ¿Aún quieres matarme?

- ¿Qué tienes que ver tú con Saavedra? – le preguntó con tono abatido.
- No, no, perdona, mejor pregúntate ¿qué tengo que ver contigo?
- ¿Conmigo? – alucinaba...
- Sí, contigo. Saavedra es un agente de tu conciencia... sí, tu conciencia, y yo me he alimentado de tu curiosidad asquerosa por los muertos... ya sabes de qué hablo, ¡¡por supuesto!!
- Espera, (jajajaja, carcajadas nerviosas) ¿qué cojones estás diciendo? ¿Un agente de mi conciencia? (jajajajaja... ¿?¿?¿?¿?)
- Deberías estar muerto, Nicolás, no te mereces vivir.

El gusano entonces bajo de la silla, volvió a aumentar de tamaño, y aún sorprendiéndose a sí mismo, se acercó a Nicolás, se le abalanzó al su cuello, le mordió, succionó y tragó de su líquido rojo mientras el cuerpo de Nicolás se estremecía y temblaba entre sus patas. Poco a poco se fue debilitando su resistencia hasta caer al suelo. De su boca sólo salían gargajos y ruidos extraños propios de quien se está ahogando y pidiendo auxilio a la vez... A Nicolás sólo se le pasaba por la cabeza la cara de Estela cuando volviera del trabajo y lo viera tirado en el suelo del despacho, envuelto en su sangre y más tieso una roca. El gusano chupaba y chupaba sintiéndose a cada trago más energético. Al fondo de la casa, se oyó el ruido de la puerta de la calle al cerrarse. Unos pasos decididos y firmes inspeccionaron toda la casa hasta ver al pobre Nicolás acorralado en el suelo por el dichoso gusano en el suelo del despacho. Era Saavedra que corriendo se abalanzó sobre el gusano y pegándole un puñetazo le dejó medio K.O. junto a las patas de una silla. El gusano le miró sorprendido, mientras Saavedra inspeccionaba el cuello y el pulso de Nicolás:

- ¡¡Bestia inmunda, le has matado!! ¿Te dije yo que lo mataras? ¿Eh? ¿Estás tonto o qué te pasa? ¡Sólo tenías que darle un susto!

-¡Quítate inmediatamente de mi vista, conciencia de pacotilla¡ ¿Cómo que sólo un susto? Lo mejor es quitarle del medio, su muerte nos hará libres, o ¿acaso no deseas ver su cuerpo putrefacto? Ya olvidaste como te traicionó al acariciar ese cuerpo sin vida con tanto pudor? – mientras escupía esas palabras, el bicho se volvía por momentos rojizo, morado, amarillo, cual bandera republicana alzándose por momentos como la voz del pueblo, ese pueblo que habían creado pacientemente con la unión de tripas, huesos, conciencia, remordimientos y todo tipo de componentes humanos.

-Pero tengo miedo... sin él no estaremos completos... -sollozaba Saavedra señalando el cuerpo inerte de Nicolás.

Los tonos del bicho ganaban en intensidad al tiempo que gritaba:

-¡Nooooooo! Olvidas lo esencial, nosotros le creamos, el ser humano sólo es una noción ¿te das cuenta? Él, sin nosotros no existe. ¡Necesitan de ti, la conciencia, y de mí, tu agente, el remordimiento! ¿Y cómo nos pagan? Sometiéndonos a todo tipo de torturas, enfrentándonos entre nosotros. ¿Acaso olvidas aquella vez que, en contra de tu voluntad, engulló cientos de donuts aun sabiendo del destrozo intestinal y te hizo creer que las papilas le obligaban a ello y aquello se convirtió en una lucha a muerte entre el placer y el deber? ¿O acaso ya lo olvidaste?

Saavedra se desmoronaba por momentos, dejándose llevar por la comodidad de un cuerpo donde alojarse, momento en que un grito estruendoso le hizo saltar: era Estela que, abalanzándose sobre ese cuerpo semideshecho, comenzó a acariciarlo con el brillo de la lujuria en sus ojos. El grito no tardó en tornarse carcajada al tiempo que depositaba en manos del bicho, ahora grisáceo, un fajo de billetes.

Saavedra se encamina hacia la puerta con la mirada perdida en sus sueños mientras susurra: utopía, utopía...



Texto agregado el 21-07-2004, y leído por 1280 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
26-06-2009 Las historias a 13 pares de manos son las mejores!!! si son a 12 o 14 no salen igual de excelentes que ésta...5* miranda_obispo
08-09-2004 ¿Este gusano es el que salía en el anuncio contra el consumo de coca? A ver si vamos a tener que consumir... aunque creo que no, sólo nos faltaba eso, tendríamos que cambiar el nombre al grupito y llamarnos "Coqueros Descerebrados Desbocados Destruidos Desdelueeeegoooo..." onanista_por_palabras
07-09-2004 ¿Como lo hacen para seguir con la misma idea? Mu bueno, 65 estrellas lunitaeneclipse
01-09-2004 Yo ya me intuia que dentro e las espinillas habia algo raro pues cuando reventaba una hacia "plof, plof" y asi como un "ayyyy" en tomo muy bajo. Me he divertido con vuestro "descerebramiento colectivo" Un sal... Muchos saludos pa'tos franlend
18-08-2004 Y ahora me fumo un pitillo, QUE WAAAAAAPO!!!!!!!!. mi mas grande felicitación a los descerebrados!!! pokara
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]