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Como era su costumbre, salió –al igual que todos los sábados- temprano en la mañana. Le gustaba ser de los primeros en llegar al mercado para llevarse las hortalizas más frescas que llegaban del campo. También, como todos los sábados, le fascinaba comprarse una botella de Champagne para beberla solo o en compañía. No importaba, igual, sus papilas disfrutaban del placer de sentir cómo cada burbuja se deshacía en su boca, al contacto con tan deliciosa e incomparable bebida.

Al llegar a los estantes donde se exhibían los licores, notó con cierto asombro que no había ni una sola de esas botellas que a él tanto le encantaba degustar. Arrugando el entrecejo, se dijo:
-¡Insólito! ¡No parece que estoy en la misma tienda!

Su entrecejo se arrugaba cada vez más a medida que miraba y buscaba lentamente en cada estante mientras pensaba:
-¿Se habrán acabado? ¿Estarán descontinuadas como las medicinas cuando ya las han probado en el tercer mundo, y los laboratorios descubren que curan y, por lo tanto, hay que retirarlas ya que eso no es ganancia para ellos?

En eso estaba, y su preocupación era real cuando pasó Sebastián, su amigo de la infancia, y lo espetó:
-¿Qué te pasa hombre? ¿Cómo que se te perdió la mujer y la estás tratando de rescatar? ¿O es a tu hija a la que buscas? ¿Se fue a vivir, finalmente, con el chico ése a quien tú odias tanto?

José hizo un movimiento, casi que de barrido, sobre sus pies porque no quería perder el lugar donde estaba aún tratando de encontrar una Champagne de las que él acostumbraba a comprar. Mirando a Sebastián, le contestó:
-Pero… ¡Habrase visto que cosa más increíble! ¡No hay ni una sola de ese Champagne que me gusta tanto!

Sebastián, en tono socarrón, le dijo:
-Pero… ¿Cómo que no hay?
- ¿No las ves? ¡Ahí, hay como moscas en ese estante!
-Sí… Pero… Son unas botellitas pequeñas y nunca las había visto.
-¡Para el caso es lo mismo! -Respondió Sebastián. Lo importante es que ese manantial llegue a tus papilas y lo saborees; y después, bueno… ¡Después es lo después!
-¿Sabes qué, José? -Agrego Sebastián. Te regalaré una; si te gusta, pues amigo, regresa y te llevas media docena. Ésas fueron hechas para beberlas cuando se está solo. Así que la idea no es nada mala.

Sebastián pagó por la botellita y José se la llevó a su casa. Al llegar a su hogar, la guardó en el refrigerador para que se enfriase muy bien, como a él le gustaba.
-Probemos, se dijo resignado. ¡Hay que estar en todo!
Al cabo de una hora, la extrajo del refrigerador con el cuidado más increíble del mundo como si se tratara de un valioso tesoro. No quería que un movimiento en falso, le impidiera el placer de escuchar el sonido tan hechizante que para él era descorchar una botella de Champagne.

Trató de quitarle el papelito que no era dorado, como en las botellas grandes, sino negro y que servía como sello de garantía de calidad, según rezaba la etiqueta. Cuando quiso seguir el mismo ritual que acostumbraba para descorchar las botellas grandes de Champagne y trató de despegar el papelito negro que recubría el pico de ésta, se dio cuenta de que aquél, a diferencia de las botellas que venían recubiertas con papel dorado, no se despegaba. Con sumo cuidado la observó y se dijo:
-Uhmmm… ¡Tal vez debo sacarla directamente con el sacacorchos!
Lo buscó y quiso clavarle el tirabuzón a la tapa de la botella, pero no entraba. Explayando los ojos, exclamó:
-¡Mierda, pero esta botellita me está jodiendo las ganas de bebérmela!
Hizo un nuevo intento. Nada pasaba. Comenzó a desesperarse. Agarró un paño de cocina y tiró del pico de la botella, pensando que era una nueva forma de abrirla.
-¡Nada! ¡Todo sigue impertérrito con la maldita botellita! Acotó.

Distanciándola de su cuerpo y temiendo que con la manipulación, la espuma burbujeante saliera y le bañara su camisa, la alejó lo más distante que pudo de su cuerpo y haló el tapón de la botella. Éste no cedía ni un ápice. Enfurecido y mirando con rabia a la botella como si se tratase de una persona, dijo:
-¡La puta que te parió! ¿Será que no me voy a beber esta mierda el día de hoy? Agregó, mientras su cara comenzaba a enrojecer.

La domestica que trabaja en su casa le dijo:
-¿Señor, será que se abre como las botellas de soda?
Él la miro con incredulidad y respondió:
-¡Eso sería un oprobio para el Champagne!
-Opro…, la mujer no supo pronunciar la palabra completa, o no, pues mejor, pruebe. No vaya a ser que termine lanzándola por el balcón.
-¡Retírate, retírate, por favor! No te vaya a golpear el corcho cuando por fin le dé la gana de salir. Dijo José, tratando de proteger a la doméstica de un ojo amoratado por causa del bendito corcho ya que él aún, no perdía la esperanza de que saliera como de costumbre. La muchacha hizo caso y se retiró como a medio metro de distancia.

José, con toda la cautela de la que era posible, giró la tapa, y ésta – finalmente- cedió. El pobre hombre como derrotado y mirando a la botellita como si ésta tuviera la capacidad de oír, le dijo:
-¿Ni un sonidito? ¿No eres ni siquiera capaz de derramar una espumita? ¡No me jodas!
Luego, con desilusión e impotencia, preguntó:
-¿A quién se le habrá ocurrido pensar que por el hecho de estar solo, no pueda uno ni siquiera disfrutar del embrujo que es descorchar una botella de Champagne?
La doméstica lo miró y suspirando con cierta pena en su corazón por la desilusión del hombre, respondió:
-Será a aquéllos que piensan que por estar solos, no se disfruta de un ritual.

Texto agregado el 26-11-2011, y leído por 1217 visitantes. (53 votos)


Lectores Opinan
23-02-2013 Las mejores fiestas las realizamos en la soledad, como esta. Más allá del ritual hay una forma de saborear la vida donde la amplitud del mundo abarca nuestra conciencia. Hay una cantina en mi tierra donde van los hombres solos a platicar con sus tristezas. La regla se respeta: solos felipeargenti
19-02-2013 Muy agradable de leer sofi.- rhcastro
15-07-2012 Magnífico de principio a fin. Mantienes el interés del lector, que espera un final a tanto descalabro con la botella, jaja! Demuestras un gran dominio del lenguaje, mis felicitaciones más sinceras. Un abrazo literario. D. Stromboli
10-06-2012 los rituales exsisten en todos nuestros momentos pero este es uno muy especial que ante la lluvia de inovaciones y creo que deben de conservarse ciertas cosas muy bien saludos y abrazos espero estes de lo mejor****** guero
29-04-2012 sofiama, conozco a alguien que abre sola botellitas como esas!!! Y las disfruta ja ja ja! Soberbio! efelisa
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