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- ¿Estás segura que podrás vivir sin mi?- Me sorprendió antes de poder salir de la habitación. Estaba ahí, y probablemente lo estuvo desde el comienzo. Volví para poder mirarlo entre la oscuridad y comprobar que efectivamente no era producto de mi imaginación. Permanecía parado ahí, tras la cortina que separaba la habitación de la sala, afirmando su dorso sin camisa en la pared.
- No lo sé. Ni siquiera sé si puedo vivir contigo- Confesé a punto de romper en llanto, mientras un nudo en mi garganta se apoderaba de mi voz sin dejar que saliera con fluidez.
- ¿Por qué te vas entonces?- Caminó hacia mí, noté que había bebido la noche anterior. Era la primera vez que se preocupaba del por qué de mis acciones, quién sabe si fue producto del alcohol. Me hizo dudar varios minutos, consiguiendo que mis lágrimas escaparan de mis ojos y rodaran por mis mejillas. Se sentó en el sillón, delante de mí, esperando una respuesta. No quise contestar, y me di la vuelta para marcharme por fin.
- ¿Me amas?- Me detuve antes de cerrar la puerta. Prefería arrepentirme de haberme ido aun sabiendo que me amaba, que sufrir el resto de mi vida por no saberlo.
- Si te digo que no, te marcharás con la excusa de que no te amaba. Y si te digo que si ¿Te quedarás?- Habló despacio, mientras se fumaba un cigarrillo- Pero no te lo diré, así que puedes irte con la duda. Después de todo estoy muy seguro de que, vallas donde vallas, me seguirás amando.
Le di un último vistazo antes de salir de aquella casa, cerrando la puerta de golpe y rompiendo en un desesperado llanto.

Volví a casa de mis padres. Me recibieron con la misma alegría de siempre, como si ninguna de las palabras ofensivas que les dije el día que me marché hubiese salido de mi boca. Seguí mi vida. Entré a estudiar pedagogía en la universidad, a mi padre le ofrecieron un trabajo mejor, nos mudamos nuevamente a la ciudad de donde veníamos. Aquel año de mi vida pasó a ser únicamente producto de mis recuerdos. Aquel pueblito olvidado que nadie sabe que existe, sólo los que han estado y vivido ahí, pasó a ser un recuerdo más. Recuerdos que sólo permanecen en mi memoria, que salen de pronto cuando me acompaña la soledad, y que, a veces, vuelven a hacer brotar fugaces lágrimas.
Y ahora soy mayor. Profesora de la universidad, a punto retirarme, cansada del trabajo y un poco de la vida. Envidiando a los jóvenes con su vitalidad, sus locuras, en donde promueven la libertad de expresión que en mis tiempos era tan mal vista. Luchando por las cosas en las que creen, sin tener miedo del rechazo, y haciendo algo tan común lo que en mis tiempos de juventud fue difícil de conseguir. Jamás me casé. No por que me faltaran pretendientes, si no porque nunca volví a enamorarme. Y es triste reconocer que he caminado sola durante tantos años, tratando de buscar su rostro en cada hombre de largo cabello negro que se me cruza por enfrente, y que ahora son tan frecuentes.
Pero aun así, soy feliz. Aunque parezca tan imposible vivir sin amor. A pesar de que en los finales felices no aparecen mujeres solteras, sin enamorados. Aun cuando se ha estado sola mucho tiempo, he sido feliz. Por que he vivido toda mi vida con la ilusión de encontrarme con él un día y decirle que tenía mucha razón.
Valla donde valla, lo seguiré amando.

Texto agregado el 20-03-2012, y leído por 240 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-05-2012 ". Y es triste reconocer que he caminado sola durante tantos años, tratando de buscar su rostro en cada hombre de largo cabello negro que se me cruza por enfrente, y que ahora son tan frecuentes." ME PASA LO MISMO :'( te entiendo lalalalove
20-03-2012 Una mirada serena al pasado y al presente. simasima
 
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