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Catman

La casa junto al pantano

Capítulo 7

Pasar la noche sin dormir, contribuyó a que se presentase en su lugar de trabajo más temprano que lo habitual, cosa que alegró a Bernard Tyson, pues podía marcharse a atender sus “asuntos” con mayor antelación.
Acomodó algunos productos que se encontraban fuera de lugar, ordenó un poco el mostrador y se limitó luego a esperar la llegada de algún cliente.
Hasta sus oídos llegaron griteríos y discusiones, que aparentemente provenían desde el prostíbulo, pero no generó en él ningún tipo de interés. Solía suceder que en ese lugar, los altercados fueran de moneda corriente.
Muy pocas veces había concurrido a “la casa del placer”, su situación económica no daba para mucho y cuando la naturaleza golpeaba a la puerta del deseo, no le quedaba más remedio que satisfacer sus necesidades en la soledad de su habitación.

Más tarde, por medio del señor Tyson, pudo enterarse de que dos de las mujeres que trabajaban en el lugar, se habían enfrentado a golpes, rasguños, tirones de pelos que eran arrancados en manojos del cuero cabelludo y todo lo que concierne a una reyerta entre mujeres, incluyendo revuelcos sobre el empedrado de la calle, debido a que una de ellas acusaba a la otra de “robarle los clientes”.
Las riñas entre mujeres, de hecho son muy diferentes al enfrentamiento entre personas del sexo opuesto, por lo general éstos altercados, quitando el caso de que se produzcan heridas de consecuencia, provocan la hilaridad de quienes estén contemplando la disputa.

El corazón de John dio un vuelco de alegría cuando la joven Annette se hizo presente en el local.
-Buen día, señor Sanderson,- saludó sonriendo de manera tal, que el joven pensó que con esa sonrisa sería capaz de derretir todos los hielos del continente antártico.
-¿Cómo está usted, señorita Winston?- casi balbuceó. -¿Puedo servirle en algo?
-Espero que sí, estoy en busca de un bolso de mano de tamaño no muy grande.
-Aguarde usted unos segundos, creo que en la trastienda tengo lo que usted necesita.
El hombre avanzó hacia una habitación que se hallaba en la parte trasera del local y que estaba separada por un cortinado de color gris.
En ese lugar trabajaba Robert Shepard, el hombre que el señor Tyson había contratado en reemplazo del tío de Edward.
Shepard, que rondaría los sesenta años, de baja estatura, calvo y con algunas arrugas en su rostro, alcanzó a John el producto que estaba buscando.
Una vez que estuvo de regreso, entregó a la joven un bolso de cuero de color negro, adornado con pequeños sílices de color escarlata a la altura del plegado que servía de cierre.
La mujer hizo un gesto de aprobación:
-Parece que lo hubiese estado reservando para mí,- clavó su vista en la de John. –Me encanta, señor Sanderson.
-Me alegra que le guste y espero que lo disfrute, señorita Winston.
-Por favor,- dijo ella con un mohín en sus labios. –Llámeme Annette.
-Solamente si usted me llama John.- Contestó con un gesto de cordialidad.
-De acuerdo, John,- Concedió mientras abonaba por el bolso. –Me marcharé ahora.
Se encaminaba hacia la salida cuando el hombre la detuvo:
-Annette...- Balbuceó.
-Sí, John.- Giró sobre sus talones con gesto de atención.
-Disculpe si soy atrevido, pero. ¿Le agradaría a usted que saliésemos a dar un paseo? ¿Algún día de éstos?
-¿Me está proponiendo una cita, John?- Sonrió mostrando cierto interés.
-Algo así, creo.
-¿Le parece bien el domingo, en la iglesia?
-¿En la iglesia?- Se sorprendió.
-Sí, después del sermón de las diez.
-¡Ah! Comprendo. Claro, eso podría ser.
-Lo veré ahí, entonces.- Sonrió ampliamente, lo observó por algunos segundos y luego abandonó el local.

Toda la alegría que el hombre sentía hasta el momento, se vio entorpecida algunos minutos después, cuando la mujer del periódico entró decididamente al negocio.
-Buen día, John.- Saludó.
-Buen día, señora Greenhouse,- Respondió un tanto contrariado. -¿De nuevo por acá?
-Supongo que no le molestará mi visita.- Dijo la mujer entrecerrando los ojos.
-Para nada, señora Greenhouse.
-Es que algunas veces, el calor reinante hace que una persona no se encuentre de muy buen humor.
-En eso le doy la razón.
-Por ejemplo,- prosiguió. –Anoche estaba insoportable, a la temperatura me refiero, y antes de acostarme abrí la ventana de mi habitación para ver si entraba algo de aire fresco.- Hizo una breve pausa durante la cual, el hombre se preguntaba que se traía la mujer entre manos.
-Me asomé un poco. ¿Y a que no sabe que vi?
-Si no me lo dice...
-Había un vagabundo durmiendo en el piso del callejón, justo al lado de la pared que da a mi casa.
-En ciertas ocasiones,- afirmó John con la cabeza. -Algún peregrino pasa por el pueblo, descansa durante la noche y luego vuelve a emprender la marcha.
-Así es,- ahora la mujer no quitaba la vista de los ojos de John, como si intentase adivinar sus pensamientos. –Aunque hubo algo que me sorprendió.
“No podía dormir por culpa del calor y a eso de la una y treinta de la madrugada volví a acercarme a la ventana, noté entonces que el vagabundo ya no se hallaba ahí, y un poco más adelante, vi a un hombre que se alejaba empujando una carreta de mano.
-El hombre habría decidido seguir su camino.- Dijo John tratando de disimular su estado de ánimo.
-Lo extraño,- Charlotte Greenhouse parecía querer taladrarlo con la mirada. –Es que me pareció que el hombre que empujaba la carreta era usted, John. ¿Ridículo no?- Terminó de decir casi irónicamente.
-¡Totalmente!- Exclamó John Sanderson tratando de mantenerse impasible. –Creo que está usted siendo algo perspicaz.
-Lo que sucede,- sonrió ahora la mujer. –Es que con la profesión que yo tengo, siempre se está en busca de noticias.
-Debe buscar noticias que sean valederas, lo que usted vio, tal vez fue una ilusión creada en parte por no poder descansar como debiera.
-puede que tenga razón.
-Entonces,- el hombre cambió el tema de manera radical. -¿Le ayudo en algo?
-No, John, simplemente quise comentárselo. Seguiré con mis asuntos ahora.
-Que tenga buen día, señora Greenhouse.- Saludó mientras la mujer abandonaba la tienda.

John sacudió la cabeza con gesto de contrariedad. Había tenido un mal presentimiento cuando decidió que el vagabundo era la vía de escape que proporcionaría el alimento para el tío Edward, pero en ningún momento imaginó que el problema se suscitaría por parte de la mujer más chismosa del pueblo.
Por la forma en que ella había intentado relacionarlo con la ausencia del indigente, vislumbró que la mujer sabía o sospechaba alguna cosa, por eso no se asombró cuando al regresar a su casa vio a la dueña del periódico merodeando cerca de la vivienda.

Charlotte Greenhouse se vio totalmente sorprendida cuando escuchó la voz de John a sus espaldas.
-Está usted un tanto alejada del pueblo, señora Greenhouse.
La mujer giró sobre sus talones para ponerse frente a él.
-Es verdad,- dijo tratando de no demostrarse perturbada y con una rápida respuesta siempre a flor de labios continuó: –No me había dado cuenta de lo prolongado de mi paseo. ¿Ésta es su casa, verdad?
-Así es. ¿No la conocía usted?
-Por supuesto que sí, aunque no la recordaba porque no ando mucho por éstos lugares.- Ahora hablaba con mayor naturalidad. –Es una bella vivienda la que tiene, John.
-Eso creo,- el hombre entrecerró los ojos. –Y he notado que se siente atraída por el sótano.
-Tiene razón, me preguntaba qué cosas guardaría usted en ese lugar.
-Nada de mucha importancia, señora Greenhouse, trastos viejos solamente.- Dijo sin dejar de mirarla. –Es usted aficionada a dar largos paseos, por lo que veo.
-Son necesidades de mi profesión, usted sabe, siempre tratando de buscar alguna noticia.
-Y tal vez piensa que la encontrará conmigo.
-Pues ya que lo menciona, le diré que veo en usted a una persona misteriosa que oculta algún tipo de secreto.
-Interesante,- John se acarició la barbilla. -¿Y qué le hace asumir eso?
-Para decirlo con sinceridad, sus visitas al cementerio, por ejemplo.- Dijo con cierta mordacidad.
-Eso me hace presumir que me ha estado siguiendo.- Dijo John sin inmutarse.
-La primera vez fue casual, la madrugada era por demás calurosa y salí a caminar para tratar de encontrar un poco de fresco, mis pasos me llevaron al cementerio, y ahí lo vi a usted cargando alguna cosa en su carreta, eso me animó a seguir sus actividades.
-¿Y qué más pudo ver?- John endureció el rostro.
-A usted, realizando casi siempre el mismo trabajo.
-Me extraña que no haya ido usted a alertar a la policía, o publicarlo en su periódico.
-No soy tan estúpida, John, una historia no se publica hasta que no se conocen las causas que obligan a una persona a realizar tal o cual cosa.
-En pocas palabras,- John esbozó una sonrisa. –Usted desea saber cuáles son mis motivos.
-Así es, y me atrevo a decir que los motivos están guardados en el sótano de su casa.
-Señora Greenhouse, creo que puedo complacerla y no con palabras, sería mejor que pudiera comprobarlo usted con sus propios ojos.
-Nada me agradaría más.- Replicó sabiendo que había ganado la partida, obligando al hombre a confesar su secreto.
John Sanderson volvió a sonreír, esta vez de manera más enigmática.
-¿No teme usted a encontrarse con algo tan horroroso como tan sólo se encuentra en los malos sueños?
-No quiera intimidarme, John, usted trata de que yo dé marcha atrás y pueda salir librado de esto.
-Pues, le mostraré entonces que es lo que se oculta en el subsuelo.
Avanzó hacia lugar seguido por la mujer, y quitó el candado que mantenía las puertas aseguradas. Charlotte Greenhouse no imaginaba que la peor de sus pesadillas estaba a punto de tomar forma.

Continúa...

Tanto el nombre de los personajes como la historia aquí narrada son ficticios. Cualquier semejanza con la realidad, con personas vivas o muertas, es pura coincidencia.



Texto agregado el 27-03-2013, y leído por 236 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
18-08-2013 Carne fresca para tío...la vida. filiberto
03-04-2013 te sigo... no quisiera ser la señora Greenhouse... 5* eti
01-04-2013 Ah… ¡Esas personas chismosas! Y digo personas porque, aunque en este caso es una mujer, ¡CÓMO CHISMEAN LOS HOMBRES, TAMBIÉN! Excelente capítulo. Suspenso al rojo vivo, a la espera de lo que acontecerá a la enigmática y chismosa Charlotte Greenhouse. Te felicito, amigo Gato, ya comienza a desenredarse toda esta locura de tu gran creación. Un gran abrazo de felicitación y respeto por tu obra. SOFIAMA
29-03-2013 que desgraciado; me imagono el desenlace final en el proximo capitulo fabiandemaza
28-03-2013 Mmmmmm, se pone muy interesante, nunca dejas de atrapar al lector, un placer leerte º(u-u)º-=D mis cariños dulce-quimera
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