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Un lugar en la memoria (Jaime Sabines)

Madrid, Abril del 87

No sé cómo empezar esta carta, así que dejaré que se escriba sola.
Hoy volví a soñar contigo, con tus labios tiernos y tus besos cortos, dulces como una fruta madura. Volví a sentir que me abrazabas y jugábamos a pelearnos dando vueltas en la cama.
Sé que te olvidaré, un poco cada día. Porque de eso se trata el olvido, de recordar menos cada noche, hasta que una mañana tu recuerdo vuelva después de semanas de ausencia, sorprendiéndome al pillarme desprevenido, y ya no duela.
Pero hasta que llegue ese día, duele(s). Espero curarme de ti en unos días, treinta o sesenta, quizá necesite cien.
Debo dejar de fumarte, de beberte, de respirarte, de pensarte, de llorarte, de esperarte... De regalarte cada movimiento de mis manos desde que abro los ojos. Sé que es posible, pero ahora no encuentro la forma.
Apenas me queda nada, y yo sigo esperándote.


Madrid, Mayo del 87

Ahora déjame marchar, no me retengas. Ya puedo ver el final de todo esto. Tú no vas a cambiar, ni lo pretendo. He aceptado al fin que necesito alguien que haga florecer mis azucenas, aun en el más duro invierno, y tú jamás regaste este jardín.
No voy a cambiar, me seguiré enfadando si desapareces cuando estoy buscándote, y lanzaré dardos sin diana para desfogar mi frustración, que herirán a cualquiera que esté peligrosamente cerca. Ahora escribo esto intentando que te llegue mi dolor, ya sin daño, por eso me marcho.
Dejo la puerta abierta al irme, que al salir yo entre un cálido viento que te reconforte y vengan con él olores marinos que cicatricen pronto tus heridas con sal.
Me has hecho feliz a veces, pero otras me he sentido insignificante como un crío llorando ante su madre, pidiendo algo por que siente vital necesidad mientras ésta lo mira hastiada ya de tanto llanto.
En este adiós, ya sin disfraz, me quiero concentrar lamiendo mis heridas. Voy a curarme de ti, con mi propia saliva.


Segovia, Julio del 87

Por favor, no llames. Para volver a marcharte, mejor no vuelvas. Si vuelves que sea para quedarte.
Voy a dedicarme a olvidarte. Voy a dedicarme a cerrar las heridas, que pronto -espero- serán cicatrices.
Llevo días alimentándome solo de tu recuerdo, hoy engullo el último pedazo mientras te veo alzar el vuelo, libre de cualquier atadura ya, sin que tu me veas.
Escribo notas que olvido -a conciencia- en los bares por los que salgo a buscarte, sabiendo que no vas estar: "si te cruzas con ella mírala de soslayo, sin que lo note, y susúrrale lo que ayer te conté sin que lo oiga. Que no sospeche jamás que sigo enamorado, que no lo sepa."
Te imagino dormida a mi espalda, sueño con darme la vuelta y que estés. Despierto y recuerdo que ya no volverás. Y duele.
Pero las heridas, el dolor, nos recuerdan que aún seguimos vivos, eso me digo, para sobrellevar mejor tu ausencia.
A veces me siento incómodo bajo mi propia piel, como si este traje de hombre me quedara grande. Llorar frente a alguien es la nueva forma de intimidad, mucho más que desvestirse. Y yo solo lloré frente a ti, al marcharme, después de ver que te habías ido.


Oporto, Agosto del 87

Volví a buscarte, pero ya no estabas.
Tras largas semanas sin saber nada de ti, decidí salir a buscar tu recuerdo por donde solías pasarte y solo encuentro silencio. Los silencios acostumbran a escribir en braille, y yo me acostumbré a leer las dunas de tu piel con la yema de mis dedos, sin rozarte.
Recordé las horas que pasaba viéndote hablar, mientras intentaba descifrar cada engranaje del mecanismo que te impulsaba. Descubriéndote.
Por una vez quise ser el rescatado, dejar mi disfraz de príncipe valiente, de hombre. Y vestirme solo de amor y piel. Pensé que cambiando lo arreglaría todo, lo intenté y aun así te perdí, nos perdimos.
No sé por qué ahora recuerdo todo esto. Tal vez porque ahora sé que te has ido, del todo. Las noches son más difíciles que los días, ya dijo Sabina que tardó en olvidarla diecinueve días y quinientas noches.
Aún te quiero. Que sea imposible, no significa que deje de sentir.
Quizás esto me ayude a cambiarte de lugar en mi memoria.


Galicia, Diciembre del 87

Ya no duele(s). Ahora podría verte, cruzar tu calle, besarte la cara... Las heridas cerraron, solo quedó una triste cicatriz para recordar lo que fuimos.
Ya no duele que nunca estés, ya no duele no oír tu voz, cruzarme con tu recuerdo al pasar por el bar donde te besé por primera vez, beberme las viejas notas, los dibujos que me regalaste, que alguien te nombre -con apellido- y derrame hiel sobre mi herida, que ya ha cicatrizado.
No me quedan piedritas que tirarte a la ventana, para que asome tu felicidad. Agotaste la última bala, ya no queda más amor en la recámara.
Ya no miro al suelo, sino a los ojos de las personas que me cruzo al pasear. Ha llovido mucho desde aquel viejo poema, y las lágrimas que encerraba en él, mis ojos cambiaron de tamaño y hasta de color, con cada vuelta completa alrededor del sol.


Madrid, Octubre del 91

Esta mañana he vuelto a verte.
Ibas caminando alegre y feliz, cruzando la gran vía sonriendo bajo el sol y el frío. No ibas sola, y me gustó ver cuánto te ha crecido el pelo. Me gustas más con el pelo -y las ideas- libres a rienda suelta.
Al pasar por tu lado, me agaché para que no me vieras, y fue la excusa perfecta para mirar en perspectiva tus largas piernas.
No pude cruzarme con tus ojos frente a frente, cuando uno tiene los ojos color de mar es más fácil saber si hay tormenta.
Me gustó verte, y no quise apartarte de tu camino.
Fue bonito disfrutar de tu sonrisa de nuevo, aunque sea de lejos.

Adiós, preciosa.


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RETO GANADORES 5. 2013

Texto agregado el 29-09-2013, y leído por 204 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-10-2013 ... salzikrum
 
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