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No siempre se habla claro en la vida.

No siempre uno da buenas ideas, o impresiones, o consejos.

La verdad es que estoy casi seguro de una teoría y es que cada vez que decimos algo en palabras hay un 50% de probabilidad de que haya un mal entendido y otro 50% que tenga el efecto que deseabas.

Es raro, pero sin un método científico es difícil de comprobarlo.

El punto es ¿qué pasa cuando hablas coontigo mismo? ¿siguen existiendo esas probabilidades? ¿alguna consume a la otra o pasa a una mayoría?

La verdad también es que tampoco puedo comprobarlo, pero creo que todo depende del contexto mental, sentimental y social en el que nos encontremos.

Digamos estrés, cesante, trabajando, con o sin dinero, enamorado o despechado, tranquilo, feloz y coleando. ¿Cada uno es dueño real y consciente de sus actos, de lo que su mente reproduce o lo que su boca y cuerdas vocales disparan?

Últimamente he tratado de ser claro conmigo mismo. Tomar desiciones serias, fundamentadas en mis necesidades como persona y como Gonzalo. Esto incluye el ser hermano, hijo, nieto, primo, sobrino, etc, etc. Pero, fuera de eso también hablo de necesidades como amigo. He decidido escribir cartas a mis más cercanos tratando de explicar mis vivencias y experiencias de viaje con mi otro yo u el apoyo de todos los que he dejado en Valparaíso.

Pero, nace una duda en cierto punto. Y vuelvo al comienzo. ¿Qué pasa con las probabilidades de las lecturas de esas cartas? ¿Serán claras o bien recibidas? ¿Serán un puente a forjar relaciones mucho mejores con aquellas personas o serán meras palabras noticiosas llenas de imágenes de recuerdos y envidias sanas de aquellos que quisieron estar en mi lugar? Es fuerte pensar eso, un poco egoista y en lo que eso conlleva. La realidad de las cosas, es que me aterra y en eso soy muy honesto, creo que más de lo que he querido ser siempre con ustedes.

Me aterra el saber que exista un rechazo, el estar solo en un lugar no conocido, el generar esquemas mentales basados en las malas intenciones y generar con mi cabeza mecanismos de autodefensa para negar la realidad de extrañar gente, de amar cosas imposibles, de encontrar fases de mi vida que se repiten una y otra vez infinitas veces y volver a caer en la rutina. Le tengo terror a la rutina.

Le tengo terror a extrañar a la gente, los lugares, el trabajo, las conversaciones seguidas de risas y por primera vez, las fiestas de fin de año sin la familia.

Pero, la mente es muy poderosa y sus creaciones lo son mucho más.

Los sueños que he tenido han evocado en cada espacio en el que he compartido con gente recuerdos, similitudes, alegrías, llantos y abrazos gigantes, cariños, ronronéos, besos, vasos de cereza y cigarros cada momento de este viaje y es imposible no extrañar a más de alguien.

Innumerables cosas que he compartido dentro y fuera de este viaje, directa o indirectamente entre ellos y yo, ha moldeado una imagen de respeto, de presencia, de mucha, mucha confianza (de la cual a veces me sorprendo de solo pensar con la forma en cómo la entrego). Mi madre sabe de esto.

Pero, bueno. La idea es: ¿Estará la probabilidad también de que todo sea un efecto del extrañar? Y creo que me fui en la media volada, pero salieron bastantes cosas de mí y que de todas formas quería compartir.

He entregado lo que he podido en este viaje hasta donde voy. Y no he negado lo que creo merecer por lo que he hecho mal.

Sí, también hay cabida aún a la culpabilidad de haberme venido así, de esta forma tan abrupta, tan fugaz (como bien dice un buen amigo mío), tan repentina y dejar todo lo genial que he obtenido este año a ciegas de lo que pueda venir.

Sé que me estoy ayudando en algo que ni si quiera quiero reconocer, que conozco tanto tiempo y a la vez se me hace difícil de identificarlo. Pero, la meta está ahí, inamovible. Permanente y segura.

Y yo acá. Tirado en una cama escribiendo sobre lo que uno dice y a veces hace sin saber cómo la gente lo recibirá.

Sólo, y por último dar las gracias a todos de verdad. Me dieron la seguridad y la tranquilidad de que lo que estoy haciendo es algo que a muchos les hubiera gustado hacer y que sienten que es bueno hacerlo, independiente del tiempo, independiente de las cargas, mientras te ayude con lo que llevas por dentro, sin saber cómo moverlo, energizarlo, sanarlo o vivirlo. Ustedes díganle como quieran, yo le digo viaje y les doy las gracias.

5 de Diciembre, 2012, Castro, Chiloé. Chile.

Texto agregado el 24-10-2013, y leído por 64 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
24-10-2013 Estoy de acuerdo con Zepol la preocupación del ser humano, desde que existe el homo sapien, es la aceptación de los demás pero también hay que poner el YO en su lugar. Buen escrito. elpinero
24-10-2013 Tu cuestionamiento tiene validez y resume lo que todos podemos haber experimentado: el temor de no ser comprendidos o peor, de ser malinterpretados. Detrás de eso se esconde (ya lo mencionas) el miedo de ser rechazado. Y este es el verdadero móvil del asunto. Todo se reduce a un deseo imperioso de ser aceptado, de formar parte, de pertenecer. Y esa necesidad de pertenencia forma parte de las exigencias vitales del ser humano. ZEPOL
 
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