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Inicio / Cuenteros Locales / maparo55 / Una partida de ajedrez

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Después de 23 jugadas, estamos casi como al principio, en igualdad de fuerzas. Hemos tenido serias bajas (tú: un caballo, un alfil y 3 peones. Yo: dos alfiles y dos peones); es una partida muy cerrada, que pienso ganar para acabar con tu estúpido orgullo de mujer inteligente, desinhibida y según tú, capaz de valerse por sí misma. Llevamos un par de años de andar juntos, de compartir cosas, juegos, cama y cuerpos; pero desde que te entró la locura de que eres una mujer muy independiente, que no necesitas de nadie y menos de un hombre como yo, machista, celoso y además pobre, no te soporto. Lo que gano en el trabajo es una cantidad decente, que a ti no te basta, porque quieres darte demasiados lujos.
Hoy, hemos peleado como perros, gritándonos palabras horribles e incoherentes, producto de la rabia, el dolor, la cólera incontrolable de lastimar al otro. Me has arañado el rostro y yo he acabado propinándote un golpe en el pómulo, que te lo ha puesto hinchado y ha hecho que llores a mares. Sin embargo, no creo en tus lágrimas de cocodrilo, sabes. He aprendido que después de ellas, siempre tramas algo.
Nos hemos calmado y hablado cerca de una hora de la conveniencia de separarnos, de dejar de lastimarnos moral y físicamente; porque es un hecho que ambos, mañana, haremos el ridículo en nuestros trabajos. ¿Cómo vas a justificar ese pómulo voluminoso y yo las 5 rayas profundas que luzco en la mejilla izquierda? Al final, acabamos riéndonos de tantas estupideces dichas y como tantas otras noches, tomando un café, hemos empezado una partida de ajedrez como las que también acostumbramos muchas noches. Pero sabes, muy dentro a mí, me queda el rencor de lo sucedido y supongo que a ti también. Así que de alguna manera tengo que vengarme de eso. Primero, jugaré mi mejor ajedrez, para ganarte esta partida. Después, te induciré a que hagamos el amor, y haré que gimas de goce y me pidas con urgencia que te penetre, que te muerda quedamente las tetas, que te llene de saliva y besos, hasta alcanzar el ansiado orgasmo. Lo haré muy despacio y con sapiencia, porque quiero verte rogar.
Haces tu movimiento 24; tu dama ha hecho trizas a una de mis torres; pero eso ya lo tenía previsto, porque con el siguiente movimiento, uno de mis caballos acabará con tu rey. Mi jugada 24: ¡Jaque mate!...Te has quedado callada y eso no me gusta, no te noto decepcionada y yo esperaba ver en tu rostro cuando menos un gesto de decepción, de rabia contenida.
Me levanto, me acerco a ti y acaricio con suavidad tu pómulo lastimado. ¡Perdóname!, te digo suavemente, mientras te abrazo por la espalda y tomo entre mis manos tus senos tibios que palpitan bajo la blusa. Increíblemente me aceptas las caricias, te dejas llevar y me dejas hacer. Cuando te propongo que vayamos a la recámara, dices que sí y me pides sólamente un momento para ir al baño y arreglarte un poco. No tengo ningún inconveniente y te dejo ir.
Me voy a esperarte en la cama. Apenas unos minutos después, llegas semidesnuda, con el baby doll negro que tanto me gusta verte puesto. ¿De dónde lo sacaste? ¿Lo tenías ya preparado? Te acercas a la cama y te recuestas a mi lado. Ansioso, pero consciente del resultado que espero de este escarceo amoroso, te acaricio poco a poco por todas partes, las nalgas, las caderas, el sexo; hasta que tu boca, tu cuerpo y tus ganas, me hacen sentirte anhelante y algo urgida. ¿Cuánto tiempo llevamos del juego amoroso, 15, 20 minutos, quizás?
La respiración se nos entrecorta y el deseo de ambos va subiendo más, casi nos asfixia. Me contengo lo suficiente para lograr mi objetivo, que me ruegues y que gimas de placer mientras te poseo.
“Por favor, entra”, me dices. Sonrío para mí, esta noche a pesar de todo, mi victoria será completa. ¿No que muy independiente y que no necesitabas de mí?...Muy despacio; pero muy, muy, muy despacio, te penetro; mientras, puedo ver los gestos de placer de tu rostro y seguramente puedes ver tú, mis gestos de satisfacción. Creo que te he ganado...
De pronto, siento un agudo dolor en la espalda, en un costado, en la cintura, en el cuello. Sorprendido trato de levantarme pero es demasiado tarde. Las enormes tijeras que empuña tu mano derecha, se hunden una y otra ves en mi carne; la sangre fluye a borbotones. Debí haber entendido que tú, eras una mujer de una sola pieza, como siempre pregonaste: inteligente, independiente y mejor que yo, alcanzo a pensar todavía, mientras me desplomo en el piso entre un reguero de sangre y miro tu rostro sereno y hermoso, mostrarme un gesto pícaro de triunfo. Siento que pierdo el sentido. Te veo acuclillarte junto a mí, para decirme cariñosamente al oído: ¡Jaque mate, mi amor!

Texto agregado el 27-10-2013, y leído por 421 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
28-10-2013 Espectacular, tus letras demuestran gran maestría en la narrativa y creatividad, a mi gusto la mezcla perfecta para construir un relato de lujo como este. Un abrazo. gsap
28-10-2013 ¡¡¡Que pareja!!!Exelente el final. jaeltete
27-10-2013 Sorprendente...¡vaya jugada!***** girouette-
27-10-2013 ¡Maquiavelismo puro y colado con buen gusto! simasima
27-10-2013 Genial. albadelrocio1982
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