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El viaje. Tres hermanas en la ruta de la historia.

( Del Libro de Laura )

Las historias y los recuerdos, trasmitidos ya, hasta la quinta generación, crearon en las dos hermanas menores de Laura la necesidad de conocer el lugar de encuentro y comienzo de la historia, una de ellas nacida en Punta Arenas y la menor en Santiago, no conocían la región. Un viaje hacia sus raíces, hacia la casa del abuelo, la iglesia, el fiordo, hacia el viento y su desafío, realizaron con la emoción de la trascendencia.

En avión hasta Punta Arenas, y desde el aeropuerto, por carretera a Puerto Natales. Llegaron a su destino luego de recorrer una carretera pavimentada y expedita, rebaños de ovejas recién esquiladas bordaban las verdes y distantes praderas de las estancias, los arrieros montados a caballo, los perros pastores ovejeros magallánicos, de instinto natural, congénito, para el pastoreo de ovejas, inteligentes, de carácter sumiso y fiel, y por sobre todo una resistencia a toda prueba ante el frío extremo, la nieve y las grandes distancias a recorrer, ladraban, animando a las ovejas a seguir su paso, juntas, ordenadas. Vivaces, movedizos, no detienen su afán, muchas veces asemejan aves en vuelo, cuando brincan sobre el rebaño y lo cruzan de un lado hacia el otro.

Lengas, un árbol autóctono y característico de la zona, quemadas, acusaban un voraz incendio de hace muchos años, lengas verdes y rozagantes, esculpidas por la fuerza del viento, praderas, y cerros, flores silvestres oscilando al ritmo de las horas y un cielo sin nubes, resaltaba en medio de la pradera las antiguas casas de los colonos, de las estancias del ayer.

Las tres hermanas, contemplaban extasiadas el paisaje que un día, hace más de siete décadas, su padre, sin carretera, solo por un camino trazado en huellas, había recorrido en busca de su destino, sus hijas: testigos de ese destino, anidado en el alma cada verde, cada azul, cada ovejero con sus aprestos, quedaban enmarcados en pergaminos de la historia con bordes de lengas torcidas por el viento, praderas, rebaños y perros pastores, no serían nunca un momento al pasar, esas imágenes dibujarían para siempre, el retorno al nido y el encuentro con sus raíces.

El hotel las esperaba, una antigua casa familiar, en la costanera que bordea el fiordo, el viento que les impedía moverse con soltura, les dio la bienvenida, avisándoles que ya estaban en esa tierra de desafíos y batallas, de naturaleza briosa y agresiva, pero de una belleza gustosa de regalarse en cada mirada a cualquier lugar. El cielo natalino, las recibió con todo su altanero colorido, y sujetándose una con la otra, se quedaron contemplando el espectáculo del que tantas veces, Laura, la mayor de los cinco hermanos, les había comentado. El antiguo muelle ya era solo un recuerdo, y los cisnes blancos de cuello negro habían desaparecido, quizás uno o dos nadaban entre las blancas gaviotas que dibujaba el arisco mar del fiordo.

No había asomo de atardecer, la luz del sol, iluminaba, pese a la hora, dejaron sus maletas en el hotel y abrigándose un poco más para protegerse del viento, salieron presurosas a buscar la calle Eberhard en donde se ubicaba la casa que construyó el abuelo y cobijó a su familia, a su yerno y a tres de sus nietos. El viento, a veces a su favor, las hacía correr, instantes que aprovechaban para voltear hacia el fiordo y disfrutar de su magia. Muy cerca del hotel, encontraron la casa en donde comenzó la historia de su familia. Intacta, como si los años se hubiesen detenido, cuidada con esmero, rejas de fierro, puertas y ventanas, originales. No estaban las grandes letras pintadas que anunciaban la " Casa Imperatore ", un letrero más moderno y discreto colgaba de su fachada: " Hostal "

No lo pensaron dos veces, las hermanas Felip Imperatore, casi instantáneamente miraron el timbre de llamada, María Alejandra, la más alta, la más rápida, la más joven, lo pulsó. La puerta se abrió y un joven muy atento venía a recibirlas, bajando esa larga escalera de peldaños altos y angostos, que recordaban a Laura, la cantidad de veces que rodó por ellos, de niñita, obstinada y desobediente. El joven las hizo pasar, y tres corazones latiendo de emoción subieron los históricos peldaños, en donde los recuerdos y sensaciones olían a " Maderas de Oriente ", como si su madre recién hubiese bajado, vestida de traje largo, hermosa y distinguida al encuentro de su padre.

Recorrieron el hostal, nada estaba igual, solo el ventanal esquinero y las ventanas conservaban su historia. Asomadas en ese rincón de ensueños, dorado por los años y las palabras, enmudecidas contemplaron, sin viento, sin apuros, la majestuosidad de la Creación, un color rojo intenso indicaba el lugar en donde el sol, ya comenzaba su despedida. Un cuadro surrealista acusaba pinceladas al azar de colores mágicos, entrelazados unos con otros, bailaban la danza del viento en el ocaso, el mar verde turquesa, las olas asemejaban una pintura dibujada con el pincel caprichoso de un niño.

Terminaron la visita, y muy pensativas y emocionadas volvieron hacia la costanera, todavía era de día, la luna escondida, entre nubes y solitaria se acompañaba de un firmamento estrellado, cielo azul intenso, estrellas al alcance de la mano, luminosidad de luna que va y viene y no aparece.

Pese a todas las recomendaciones de sus hermanos, al día siguiente arrendaron un auto, destino: " La torres del Paine ". A ciento doce kilómetros de Puerto Natales, la hermana menor, conducía el auto, la hermana del medio, miraba el mapa, y la hermana mayor, sentada en el asiento de atrás veía todos los letreros que indicaban direcciones a tomar, desvíos y lugares, ella ya conocía el Parque, pero sus hermanas le creían más a los mapas, y así fue como gracias a la interpretación errada de los planos tuvo la oportunidad de conocer lugares que no había visitado, estancias con instalación para camping, un puente colgante que no daba el ancho para los espejos retrovisores, caminos no habilitados, pero todo era turismo y aventura, letreros y maquetas, angostos senderos de ripio y de barro las condujo al punto de inicio, la guardia del Parque. En esa loca geografía, el destino era, el lago Pehoé, el lago Grey, la laguna Azul y los saltos de agua, el Salto Grande, el Salto Chico.

Lo lograron todo, el Salto Grande en donde el viento y el rugido del agua no las dejó conversar, el lago Grey con sus esculturas de hielo eternas y majestuosas horadadas por el viento, el lago Pehoé manso y recatado con su hostería en el medio de las aguas, y la laguna Azul con su insolente aparición entre lomas y senderos, azul radiante, azul descanso, azul infinito. De regreso, por colinas senderos y caminos, las Torres, que, desde cualquier lugar imponen su presencia, a veces cubiertas de nubes, otras invisibles, pero en algún cambio de dirección, erguidas y nevadas, reinas de la naturaleza, enmarcadas en un cielo que inventaba sus colores.

En uno de los recodos del camino, en un verde y soleado valle, un guanaco pastaba, solitario, tranquilo, nació de inmediato la idea de una fotografía. Estacionaron el auto en una berma y comenzó la difícil misión de lograr el objetivo, el animalito curioso, corría, se les ponía por delante, se devolvía, era imposible sacar la anhelada foto. Sin moverse, en silencio esperaron el momento adecuado, aquel que no se dio. Renuncian a la fotografía y siguen su marcha, finalizando la curva del camino iniciada en donde una manada de guanacos pastaba tranquilo en medio de la paz del lugar y el resplandor de luz en la pradera, un cóndor sobrevoló a muy baja altura y los ñandúes imprudentes y traviesos, atravesaban los caminos, sin temor.

Navegaron por el fiordo hacia los ventisqueros, en un día de sol, sin viento, el día y el mar acompañaban este viaje de íntima recreación, brincando graciosas piruetas, toninas juguetonas acompañaban el viaje por los costados del barco, se cruzaban por debajo de la nave y volvían a la superficie. El sereno mar del Seno Ultima Esperanza, un verdadero milagro en esos días de carnaval de vendavales, las Torres despejadas y vanidosas de su belleza, resguardaban los sueños y el cielo sin nubes iluminaba ese estar en el lugar exacto a la hora precisa, lobos marinos y pájaros autóctonos fueron testigos de ese viaje hacia el pasado.

Al final del Seno Ültima Esperanza se encuentra el Parque Nacional Bernardo O´Higgins y el Glaciar Balmaceda en donde el barco recaló y por senderos delineados entre bosques perennes inician la aventura de llegar caminando a las nieves eternas. El azul de los hielos era real, no la fantasía de una hermosa postal, subiendo por rocosas huellas, bajando por senderos empedrados, cordeles en las orillas ayudaban la caminata, coigües magallánicos recreaban su flora y un pájaro carpintero en plena faena en medio de los bosques, detuvo el tiempo y el caminar. Helechos desconocidos colgaban en mágica actitud, sus colores y tamaños semejaban un bonsai japonés. Al llegar al ventisquero, con la caminata y el embeleso, no sintieron frío y un espectáculo glacial y gigantesco dejó para siempre en sus recuerdos la sensación de eternidad.

Visitaron las pinguineras en Punta Arenas, el Palacio de Sara Brown, la clínica de su padre transformada en un hotel de turismo, el Cerro de la Cruz, con la vista a Punta Arenas y sus multicolores techados, el Estrecho de Magallanes, por donde un día en un barco a vapor llamado " Alondra ", en el año 1950, la familia inició su viaje con destino a Santiago.

Los vientos y los colores, la casa del abuelo, los recuerdos y la historia, el Parque y los ventisqueros, Punta Arenas y su historia, en la trayectoria de las generaciones, perdurará, como un sello de matices y sensaciones, emociones y sentimientos, raíces y trayectoria escrita, trascendida por la magia de los recuerdos y de su cielo y su eterno peregrinar.

Texto agregado el 24-11-2013, y leído por 507 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
10-03-2014 Qué maravillosa descripción de esas tierras, cargada de poesía, y toda la honda belleza de la nostalgia...!!! Vuelan estrellas! MujerDiosa
03-01-2014 Qué relato cargado de nostalgia y adornado con pinceladas de recuerdos vívidos. Me fascino, Ignacia querida. Un re abrazo. SOFIAMA
15-12-2013 ....y por supuesto ¡Grandes recuerdos! (se me olvidaba).... za-lac-fay33
15-12-2013 Salpicado de bellos de interesantes detalles,de una que optra palabra nueva para mi (pingueros). Creí que los 'fiords' eran solo de Noruega y ahora me entero de Fiordos en hermoso Chile. Y luego la sorpresa de lo que para mi es tan distante los 'guanacos'. ¿Sabes que a los salvadoreños, no se por que razon se les llama 'guanacos'?. Una gran e interesante descripción de tu tierra. El Estrecho de Magallanes! Allá tan al Sur. ¡Fantástico! Muchas gracias.******* za-lac-fay33
13-12-2013 Una hermosa historia biográfica llena de aventuras, vi el paisaje que describís tan bien, un paseo por tu tierra con una bella prosa, abrazo grande! silvimar-
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