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Ya me había cansado de tanto correr un camino largo que no mostraba ninguna salida alterna o que no me permitiera ver más allá del final. Necesitaba saber que me esperaba al terminar, si algo que valiera la pena o me introdujera de nuevo en otro longitudinal camino. Mi mente me apaciguaba remarcándome que ocasionalmente no estaba preparado para incursionarme en otra etapa de la vida, pero quién sabe, por ahí mi conciencia me estaba jugando una mala pasada o, quizá era mi falta de autoestima la que no me dejaba avanzar hasta terminar de una vez por todas con esta desdicha.
A veces me contentaba porque los días que me tocaban vivir allí estaban a penas salpicados de nubes e inundados de la luz del sol que parecía mi aliado durante el viaje y me permitían avanzar, pero aquellos que permanecían extasiados de nubes que invisiblemente para mis ojos se chocaban entre sí provocando la lluvia que me prohibía seguir, y refugiarme en algún desamparado árbol escaso de flores coloridas, obligaban a un párate interno; días típicos para reflexionar cuando uno no está muy ocupado en su vida o inspiradores para otros que saben aprovechar su energía y porqué no adentrarse en algún arte que disfrute. Lógicamente la segunda opción no era la que estaba atravesando, por lo que una repasada por lo que había sido mi vida me dejó atónito por los siguientes ¿5 minutos? Juraría que parecieron horas.
[Mamá tendiendo mi cama. Cocinando el tuco del domingo. Repasando las tareas del hogar en el almuerzo. Volviendo del trabajo tomando su té junto a mi padre. Él, dándome los hermosos buenos días y llevándome el desayuno a la cama. Analizando juntos los partidos jugados. Gastándome de alguna broma. Y… y sus extensas charlas filosóficas que tan bien me hacían para ver mi vida de otra manera, una no tan dramática].
Eso era lo que necesitaba, una charla revitalizante que me fortaleciera para seguir adelante marcando mis errores y mis aciertos, pero no había manera de que me comunicara con él, ni teléfono, ni PC, ni su presencia…
Todo marchaba casi bien, hasta que la primera nube cedió los primeros rayos de sol de la tarde y no dudé, debía dejar todo aquello de lado y aprovechar para seguir adelante deseando con todas mis fuerzas que la lluvia se fuera de una vez por todas. Por alguna rara razón mi mala alimentación no se interponía con mi fuerza física y despegue mi cola de la tierra húmeda rápidamente ayudado de mis manos que se afirmaban al barro. Miré hacia arriba como pude por la lluvia y noté que el cielo se despejaba de a poco y el agua caía cada vez con menos frecuencia, vi pasar una mariposa gris que captó mi atención por su tonalidad. Emprendí camino nuevamente.
Aumenté mi paso casi al trote, quería llegar de alguna forma u otra porque mi destino ya empezaba a tener forma… los árboles desflorados a mi lado, los extensos campos verdes alambrados que me aislaban, la tierra mojada convertida en barro que hundía levemente mis pies y las piedras que estorbaban mi camino ya no eran mi foco de atención frente al deslumbrante final que me movilizaba. La desatención provocó algunos tropezones traducidos en raspones en mis rodillas. Cada vez estaba más cerca, podía sentir la cálida brisa que me acariciaba la cara y susurraba “libertad, libertad”, las aves parecían cantar hermosas melodías y teñidas de alegres colores, quintales de margaritas y rosas color verde agua (¿acaso existían en la naturaleza tales bellezas?), un mar extremadamente manso y transparente como las lágrimas ladeaba un costado del lugar… ¿el paraíso? ¿Acaso mi destino era el paraíso?
No podía concebir la idea de que ese fuera mi final. Cada pisada se sentía más liviana, mis pulmones ya no se sentían tan agitados como todo el periplo recorrido, mis ojos se cerraban de a poco, pero ¡oh no! ¡NO PODÍA CERRARLOS! Aquello que me aguardaba era imposible de evitar, debía mantener mis ojos abiertos hasta mi meta. Correr, correr, correr, tropezarme, levantarme, seguir, correr, correr, correr.. Ya casi, allí voy. Unas siluetas muy familiares me esperaban, debía saber quiénes eran. El corazón se me salía del lugar, mi sonrisa acrecentaba con más y más fuerza. Correr, tropezarme, levantarme, seguir, correr. Correr, tropezarme, ¿y? ¿por qué no me levanto y sigo corriendo? ¡VAMOS HÁZLO! ¡ARRIBA DIJE! Es inútil, no puedo, ¿justo ahora? Tengo que llegar. Sólo unos pasos y estoy ahí. Papá, ¡es papá!¿Y atrás? Mamá, ¡es mamá! Seguramente vendrán ayudarme en cualquier momento, no me dejarán aquí tirado. Yo, ellos, somos una familia, nos amamos, nos ayudamos, ellos vendrán.
Nada, sigo acá. Estoy gritando, deberían escucharme. No vienen, permanecen allí, parados observando, [quiero ir allí, lo necesito, los extraño]
- Necesitaremos otro shock, parece respirar ahora- dijo una voz agitada.
Necesito ir allí, son mi familia. Tengo que levantarme. A la cuenta de 3: 1… 2…
- ¡Dame más potencia, es ahora o nunca!- gritó la misma voz.
…3. ¡Pude! ¿por qué se van? Quédense ahí que iré yo solo. ¡No se marchen, me he levantado! No me dejen solo, allí todo parece felicidad… felicidad.
- ¡Lo hemos logrado!
Mis ojos se están abriendo, mi destino se destiñe, desaparece…
- Ángel , ¿me oye?
¿Por qué abandonan? Ya no puedo verlos, no veo nada más de eso por lo que luché todos estos días, sigo aquí acostado pero sin ustedes. ¿Qué, quién me habla? – si, lo oigo, déjeme ir con ellos, quiero irme con ellos.
- Señor , usted está aquí, en el hospital. Ahora mismo avisaré a su esposa que se encuentra a salvo, se pondrá muy feliz. Ha hecho un gran trabajo.
Parpadear era lo poco que podía hacer y tampoco encontraba palabras cuerdas en el momento que decir. Mi única respuesta fue un profundo y por lo bajo, adiós.

Texto agregado el 03-03-2014, y leído por 156 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-05-2018 vas por buen camino satini
 
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